Artículos
  • Rubén Campos: Disyuntiva entre la contaminación y la codicia en la minería del "cobre del Norte de Chile"
  • Ronald Anahua: El proyecto minero Santa Ana
  •  

    Disyuntiva entre la contaminación y la codicia en la minería del "cobre del Norte de Chile"

    Por: Rubén Campos

    Cito: “…Por ello, el Banco Mundial, acicateado por la seguidilla de cumbres mundiales que han denunciado, una a una, las ‘plagas neoliberales’ (empleo precario, drogadicción, crisis de representatividad, contaminación ambiental, etc.), se ha abocado a un gigantesco esfuerzo de investigación sobre el ‘poder’ oculto contenido en lo social…”1 .

    Tomando en cuenta este simple extracto, que antecede, es que en la minería del cobre del norte grande de Chile se la puede identificar con el empleo precario y, fundamentalmente, como un sector económico que contamina, en forma sostenida, el medio ambiente.

    En efecto, la contaminación ambiental es inherente a la minería del cobre, en especial la minería cuya explotación se realiza a rajo abierto en que todos los contaminantes, como el CO2 e, van directo hacia la atmósfera.La contaminación ambiental ha llegado a superar, peligrosamente todos los índices permitidos y que son disfrazados como ambientalmente sustentables.

    Es realmente una plaga neoliberal, ante la pasividad del pueblo, producto de la avidez del mismo estado que cobija a estas gigantescas empresas mineras y de los accionistas codiciosos que se aprovechan del sistema neoliberal que impera en Chile, y en especial, en el Norte de Chile.

    Para que esto ocurriera, y ocurra, se diseñaron, en plena dictadura militar, una constitución neoliberal, de 1980, una ley, orgánica constitucional, de concesiones mineras, en 1982; una ley minera perfecta (hecha a la medida de los grandes mineros), en 1983, que otorga una asombrosa seguridad jurídica al inversionista; una ley de aguas, en 1981, que ha separado la tierra de la misma agua (una aberración jurídica) más un estatuto seguro para el inversionista extranjero, que permitieron constituir verdaderos latifundios de concesiones mineras (grandes extensiones de territorio), usar y gozar las aguas subterráneas a destajo hasta agotarlas por completo, destruyendo, con su explotación, bofedales, vegales y lagunas altiplánicas y como consecuencia la flora y la fauna.

    Con la explotación minera, a rajo abierto, en Collahuasi, comuna de Pica, Región de Tarapacá, se desalojó (se expropió, mejor dicho) de sus viviendas y terrenos al hombre andino, al campesino aymara, y, como consecuencia, la desaparición del ganado auquénido, sin que nadie impetrara justicia para dicho habitante ancestral. Total: ¿A quien le importa? Ya que es considerado como parte “un sector subdesarrollado y un lastre para la economía nacional”, tal como lo señaló el Director del I.D.I., en una entrevista dada, al investigador holandés, Joop van Kessel, en septiembre de 1976,2 concepto que sigue vigente, al día de hoy, por el sistema neoliberal.

    La contaminación de los predios altiplánicos es evidente, está a la vista, con la enorme cantidad de desperdicios vaciados sobre éstos, tales como: desmontes (material estéril, desde el punto de vista minero, que casi no contiene partículas útiles minerales) depositados en los alrededores del rajo abierto; relaves (material desechado muy fino mezclado con agua, con detergentes industriales y con otros reactivos, producto de la molienda y de la flotación, que se desecha como cola) depositados en un gigantesco tranque de relaves; recintos industriales de acopio de neumáticos usados, de baterías viejas y otros desperdicios; etc.

    Como se puede apreciar en las imágenes, que se reproducen más adelante, el gasto energético es realmente enorme para extraer esa enorme cantidad de desmontes, tomando en cuenta que para producir 1 tonelada de cobre fino deben extraerse 163 toneladas de material, por lo tanto, se desechan 162 toneladas de desmontes al medio ambiente el cual contamina y destruye, irremediablemente, el predio superficial, primero por la gigantesca excavación (el rajo abierto) y después por el esparcimiento del desmonte por los terrenos aledaños.

    Al haber este colosal gasto energético, (en perforación, tronadura, carguío y transporte, etc.) significa que se está usando un enorme volumen de combustible fósil, cuyas emanaciones de CO2 e hacia la atmósfera también es gigantesca.

    Después, en el proceso mismo, en la planta de beneficio, para obtener el concentrado de cobre, se genera un considerable gasto de energía (en chancado primario, chancado secundario, molienda fina, celdas de flotación, espesadores, transporte de pulpa acuosa al puerto, transporte desechos al tranque de relaves, etc.) en que también las emanaciones, producto de un consumo importante de combustible fósil, llegan como CO2 e a la atmósfera.

    Si se toma en cuenta que, la actividad minera, no cesa ni un solo día, en los 365 días del año calendario, se puede calcular con bastante facilidad la cantidad de CO2 equivalente que emiten, anualmente, hacia la denominada capa de ozono, adelgazándola cada vez más, y va a llegar un momento que dicha capa colapsará generando una serie de fenómenos climáticos nunca antes registrados, tales como: aumento inusual de la temperatura; deshielo de la poca nieve que pueda haber, grandes y fuera de época lluvias, que provocan enormes aluviones (lodo, piedras, barros, relaves, desmontes de mina, etc.) arrastrando con todo lo que encuentre a su paso.

    Debe ponerse atajo a esta situación, regulando esta actividad minera, evitar el gigantismo en la minería del cobre para extraer y producir más cobre en el más mínimo tiempo, pensar y planificar con parámetros racionales esta actividad minera. Pero la solución no debe quedar en manos del dueño del negocio, es decir las mineras, sino que debe quedar en manos del dueño de la tierra y del subsuelo, es decir el pueblo, quien a través de sus representantes ordenará legislar adecuadamente esta materia.

    En otra oportunidad se expondrá el gigantesco consumo de agua fresca para producir 1 tonelada de cobre fino y la relación que existe entre la extracción de agua subterránea, de los embalses andinos, y el consumo de energía y, como consecuencia, la emanación del CO2 e (dióxido de carbono equivalente) hacia la atmósfera del norte grande Chile.

    concesiones mineras

    Un enjambre de concesiones mineras de distinta índole. Las de color azul y rojo son concesiones mineras de explotación perpetuas, amparadas por un pago anual de una exigua patente; y las de color verde son concesiones mineras de exploración, amparadas anualmente por una baratísima patente, que duran entre dos a cuatro años.

     

    concesiones mineras

    Impresionante vista de los 2 principales rajos, con sus desperdicios (desmontes) contaminantes esparcidos por el borde de cada rajo, de la empresa minera Collahuasi, en el altiplano de la comuna de Pica, Región de Tarapacá. Un poco más al nor-este se aprecia el monumental tranque de relaves, color azul intenso en el centro y de color azul opaco más afuera. las líneas azules demarcan los límites externos de las concesiones mineras de explotación perpetuas, cuya propiedad está garantizada por la Constitución Política de 1980.

     

    concesiones mineras

    Voraz avance de la explotación minera a rajo abierto de la minera Collahuasi, con las evidencias del desalojo del habitante aymara, nombrado como don Higinio. El icono blanco muestra la ubicación exacta de la propiedad del campesino aymara, don Higinio, destruida y desalojado su habitante por la minera Collahuasi.

     

    concesiones mineras

    Modesta casa del campesino-andino, don Higinio, en Collahuasi (fotografía tomada por don Ricardo Martini en 2008), cuando aún estaba en pie dicha propiedad y no había sido devorada por el gigantesco avance minero de la minera Collahuasi, comuna de Pica, Región de Tarapacá. Aquí el derecho constitucional de la propiedad se fue literalmente al carajo, con la expropiación y el desalojo.

     

    NOTAS

    1 Ver pág. 143, “La Historia desde abajo y desde adentro”. Artículos, conferencias, ensayos (1985-2016) de Gabriel Salazar, edición Taurus, julio 2017.

    2 Ver páginas 254 y 255 del “Holocausto al progreso. Los aymaras de Tarapacá”, año 2003, edición IECTA.


     

subir