- Cosmovisión andino-amazónica. Conocimientos tradicionales y cambio climático en el Perú (Julio Valladolid Rivera).
- Principios de la filosofía andina: la dualidad complementaria y la oposición proporcional (Javier Lajo Lazo).
COSMOVISIÓN ANDINO-AMAZÓNICA. CONOCIMIENTOS TRADICIONALES Y CAMBIO CLIMÁTICO EN EL PERÚ
Por: Julio Valladolid Rivera
PRATEC, Lima.
Vayamos al meollo del asunto: frente a la agudización de los efectos del cambio climático que pone en peligro la paz social del Perú, de lo que se trata es de cambiar el modo de vida dominante, es decir el consumismo desbocado que cada día los medios de información nos proponen (tv., internet, diarios, revistas, etc.), así como las políticas de gobierno local, regional y nacional nos imponen, que no hacen sino propiciar un mayor consumo de energía fósil. Este consumo se centra principalmente en el petróleo, que contamina el aire que respiramos con los llamados gases de efecto invernadero (principalmente CO2) que producen el calentamiento de la atmósfera, responsable del cambio climático que pone en peligro la suficiencia alimentaria del país.
En los encuentros de expertos en cambio climáticos llevados a cabo en los últimos tiempos, todos nos advierten lo que nos espera si sigue aumentando la temperatura por efecto de la mayor producción de CO2. Y lo que nos espera no es nada halagüeño; pero no nos dicen qué es lo que hay que hacer ya. Parecería que todos están esperando que las propuestas económicamente viables relativas a técnicas innovadoras para adaptarse al medio ambiente, provengan de los países industrializados, principales responsables de la emisión de gases de efecto invernadero, cuyas consecuencias sobre el clima sufrimos todos, no solamente ellos.
No tenemos ojos ni oídos para ver y escuchar la sabiduría de los pueblos andino–amazónicos, que a lo largo de diez mil años de vivencia han desarrollado saberes de crianza de una gran diversidad y variabilidad agrobiológica, que han permitido tener suficiencia alimentaria a pesar de los cambios climáticos de ciclicidad irregular que en este largo período de tiempo tuvieron lugar en los Andes.
El modo de vida de cada cultura es fruto de una manera de percibir y relacionarse con su entorno natural y cultural; es decir, proviene de su cosmovisión -que también es llamada cultura-. En el Perú, cada pueblo tiene su propia y particular cosmovisión, pertinente al contexto en el que vive todos los días. En el país existen muchas cosmovisiones o culturas; una de ellas -y no la única- es la que se origina en el modo en que la ciencia y la técnica de la cultura occidental moderna perciben y se relacionan con la naturaleza y con los individuos de la sociedad moderna. Esta cosmovisión es pertinente a las ciudades, pero no todos viven en las ciudades. Por lo menos ocho millones de peruanos viven en el campo, dedicados a producir la diversidad de alimentos en sus pequeñas, dispersas y múltiples chacras; ellos también tienen tantas cosmovisiones como comunidades campesinas e indígenas existen. Son diferentes, pero comparten el hecho de no considerar a la naturaleza como un recurso, que debe ser explotado para beneficio solo de los humanos; para ellos la naturaleza es la Madre Tierra y su relación con ella se da de una manera respetuosa. Se trata de dos cosmovisiones diferentes que en el país conviven.
La adjudicación del Premio Nobel de la Paz 2007 a Al Gore, autor del libro y documental Una verdad incómoda, y al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), que reúne a los más connotados expertos de las ciencias que tienen que ver con el clima, no ha hecho sino reconocer que el mundo se enfrenta en la actualidad a un proceso complejo de cambio climático. Las causas de éste son principalmente de origen antropogénicas, es decir producto de la actividad de los seres humanos, sobre todo de aquéllos que integran los denominados países industrializados: Estados Unidos de Norteamérica, China y la Unión Europea, que emiten la mayor cantidad de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases de efecto invernadero causante del calentamiento global, cuyos efectos sobre el clima conocemos como cambio climático.
Los informes científicos muestran que en los continentes, las regiones y los océanos se observan numerosos cambios del clima en períodos largos:
· Cambios en la temperatura en el Polo Norte, que producen los deshielos del casquete polar, cambios en la salinidad de los océanos. Incremento de la temperatura media global, que ocasiona cambios en el régimen de los vientos y la intensidad de las precipitaciones, así como en las características de los eventos meteorológicos extremos: sequías, fuertes lluvias, olas de calor, olas de frío (friajes), heladas, granizadas y gran intensidad de los ciclones tropicales.
En relación con las lluvias y el incremento de las sequías a nivel planetario, los expertos afirman que se aprecia:
· Aumento de la precipitación en la región oriental de Norte y Sudamérica, norte de Europa, y norte y centro de Asia.
· Sequías en Sahel (zona de África que limita al norte con el desierto del Sahara), en el mediterráneo y también en el sur de África y parte de Asia del sur. Las sequías observadas desde 1970 son más intensas y más prolongadas, particularmente en los trópicos y subtrópicos.
Para el país, que cuenta con cordilleras y glaciares en plena zona ecuatorial, los pronósticos señalan que “el Perú es el tercer país con más riesgos climáticos a nivel mundial” (N. Brooks y N. Adger, Tyndall Center, UK 2003).
Además, afirman que el 84% de las emergencias ocurridas en el Perú son de origen hidrometeorológico (inundaciones, lluvias intensas, huaicos, deslizamientos de tierra) y que actividades tales como la agricultura, la pesca, la generación de hidroelectricidad, el transporte y abastecimiento de agua para consumo humano, agrícola y fines industriales, son extremadamente sensibles a las condiciones del cambio climático.
Ante los evidentes e inocultables efectos que ya se perciben de cambio climático en el país, nos preguntamos con preocupación creciente: ¿qué están haciendo -en el ámbito que les compete- los organismos del Estado (ministerios, gobiernos regionales, municipalidades, universidades, etc.) y los organismos civiles (sindicatos, federaciones, ONGs, partidos políticos, etc.) para mitigar tales efectos, y sobre todo para asegurar la provisión de alimentos (seguridad alimentaria) mediante la actividad agrícola para las mayorías poblacionales?
Desde sus más remotos orígenes, el Perú es un país cuya actividad más importante es la agrícola (Perú, diez mil años de domesticación. Antonio Brack, 2003), y esta agricultura se hizo y se sigue haciendo mayormente en condiciones de secano, es decir en concordancia con la aleatoriedad del régimen de lluvias.
La infraestructura de los modernos y grandes sistemas de riego, que supuestamente aseguran la provisión de agua para los valles de la costa, se convierten en “elefantes blancos” si no llueve convenientemente en la sierra; esta lluvia también alimenta a los ríos de la Amazonía, que son fundamentales para la vida de las gentes de esos lugares. Nuestra vida depende de las lluvias que caen en la sierra.
Por otra parte, del total de agricultores que producen en los campos agrícolas del país, el 84 % son campesinos, es decir pequeños agricultores, generalmente agrupados en las 7 000 comunidades campesinas y nativas de la sierra y selva, cuyos más remotos orígenes provienen de los ayllus prehispánicos.
Estos campesinos siembran principalmente para el autoconsumo, y también venden, aunque individualmente en pequeñas cantidades; pero no olvidemos que como representan el 84% del número total de agricultores (INEI, Censo Nacional Agropecuario, 1994) contribuyen en total con el 60% de los alimentos básicos que se consumen en las grandes ciudades del Perú.
Además, son ellos los que siendo catalogados como de extrema pobreza, conservan en sus múltiples, pequeñas y dispersas chacras, la diversidad y variabilidad de las plantas nativas cultivadas, ricas en nutrientes. Conservan en su entorno natural, que enmarca a sus campos de cultivo, los parientes silvestres de estas plantas alimenticias que son fuentes de valiosos genes que determinan las características que las hacen resistentes a los cambios extremos del clima, a la vez que son poseedores de principios activos para prevenir y curar enfermedades.
Esta agrobiodiversidad, sostenida por miles de años por los campesinos, ha hecho que el Perú sea considerado como uno de los más importantes centros de agromegabiodiversidad, con el mayor número de especies domesticadas, 180, y con una variabilidad que en el caso de la papa llega a 3 500 variedades nativas (Huamán, 1991) y en el caso del maíz a 50 razas, convirtiendo al Perú en el que tiene la mayor variabilidad de maíces del mundo (Manrique, 1997).
En consecuencia, por su contribución a la alimentación del país y por conservar la mayor riqueza fitogenética sobre la base de sus milenarios saberes, las comunidades campesinas son el sostén de la seguridad alimentaria del país y, por lo tanto, son importantes social y económicamente para la vida del Perú.
Pero la actividad agrícola en condiciones de secano, que es la que practican los campesinos, es una de las más sensibles a los cambios climáticos. Para enfrentar estos cambios, ¿acaso los organismos pertinentes toman en cuenta a los campesinos? ¿O cuando se llevan a cabo las planificaciones territoriales, siguen siendo los invisibles y marginados de siempre?
Dado el escenario nada halagüeño que nos espera, de continuar incrementándose la emisión de los gases de efecto invernadero y, por lo tanto, de seguir aumentando la frecuencia, la intensidad y duración de las variaciones extremas del clima (sequías, heladas, granizadas, exceso de lluvias, etc.), resulta ser el momento también de reflexionar sobre la manera en que los campesinos pueden coadyuvar a implementar alternativas desde su propia cosmovisión.
Recordemos que las culturas andino–amazónicas son muy antiguas. A lo largo de diez mil años de actividad agrícola, han vivido cambios climáticos de largo plazo, debido a la reducción o subida de la “línea de las nieves” de los glaciares andinos, en función de las menores o mayores temperaturas que se produjeron entonces, como consecuencia de los deshielos que ocasionaron tales cambios de temperatura que duraron períodos que abarcaron en algunos casos decenas y aun cientos de años.
Los expertos paleoclimatólogos del clima andino (Thompson et al, 1995, 1992, 1986, 1985 y Absy, 1980), así como los arqueólogos (Cardish, A. 1998, 1984, y Rodríguez Suy Suy. V.A, 1991), nos muestran que los pueblos de esos tiempos tuvieron que relacionarse con todos estos cambios del clima. Y es importante tener en cuenta que en esos tiempos se desarrollaron saberes de cultivo que les permitieron tener suficiencia alimentaria, aún en esas difíciles circunstancias.
Entre los saberes que desarrollaron se encuentran la construcción de andenes, waru warus (camellones elevados), cochas (lagunas), canchones, pata-patas, qotañas para almacenar agua de lluvia, acequias de riego, no solo para las chacras sino también para regar los pastos naturales y para la formación o ampliación de los bofedales en las punas, que sustentan la crianza de la diversidad de alpacas de colores existente.
Todos estos saberes les permitieron conversar con los cambios del clima, sobre la base de la siembra de una mezcla de especies y variedades, en cada una de sus pequeñas, dispersas y múltiples chacras, las cuales eran sembradas observando en su entorno natural las denominadas señas (indicadores del clima: astros, plantas, animales, meteoros) que les indicaban si el año se presentaría con exceso, deficiencia o lluvias regulares.
De acuerdo con estas señas se sembraba en diferentes épocas; de esta forma, tenemos una siembra muy temprana, denominada michca o mahuay en el idioma quechua y milli en el aymara, así como otras siembras denominadas Ñaupa Tarpuy (siembra temprana), Chaupi Tarpuy (intermedia) y Q’epa Tarpuy (siembra tardía). También se sembraba en chacras situadas a diferentes alturas y dispersas, de tal manera que si caía granizo o se producía una helada, no afectara a todas las chacras. Siempre algunas de ellas se salvaban, obteniéndose suficientes productos cosechados para asegurar la alimentación del ayllu (familia).
El hecho de sembrar mezclas de especies y variedades de plantas de cultivo en cada chacra, hace que en esta mezcla e encuentren unas variedades resistentes a excesos de lluvia y otras a deficiencia de agua (sequías), de tal manera que con esta sabiduría se tenía suficiente comida a pesar de las sequías o exceso de lluvia, pues las variedades resistentes a tales fenómenos producían lo suficiente para vivir con bienestar cultural.
Se tenían saberes (señas, prácticas de cultivo y los llamados secretos) para conversar, tanto con los largos períodos cálidos -como el que hoy estamos viviendo- como con los períodos fríos.
No estamos desamparados. Nuestra milenaria cultura andino-amazónica, cuyos saberes en lo fundamental se mantienen en las actuales comunidades campesinas y nativas, necesita ser fortalecida para que sirva de base a las propuestas oficiales de adaptación al cambio climático (Llosa Larrabure, J. 2008).
Pero no es suficiente recuperar y fortalecer estos saberes, si a la vez no se recupera y conserva la gran diversidad y variabilidad de nuestras plantas de origen andino–amazónico.
Ahora más que nunca necesitamos de esta rica diversidad para enfrentar estos momentos difíciles, para los cuales fueron hechas y conservadas por los tatarabuelos de nuestros bisabuelos. No podemos mantener nuestra seguridad alimentaria sin conservar nuestra gran agrobiodiversidad y sus saberes de cultivo (Plataforma de Chenai, India, IPGRI, 2005).
En realidad, en los altos Andes en cada campaña agrícola -que se inicia en el mes de agosto y termina a fines de abril- se tienen dos campañas. Una, cuya siembra es muy temprana y que en la lengua quechua se denomina michka o mahuay, que se lleva a cabo a pequeña escala en lugares abrigados, con riego de agua de puquio (manante de agua). Otra, la campaña grande, con siembras temprana (Ñaupa Tarpuy), intermedia (Chaupi Tarpuy) y tardía (Q’epa Tarpuy), que abarca la mayor extensión cultivada y se hace bajo el régimen de lluvias, es decir bajo condiciones de secano.
Las siembras michka se están cosechando para carnavales, mientras que las siembras de la campaña grande se cosechan a partir de mayo hasta el mes de junio. Cada una de estas campañas tiene sus señas, prácticas de cultivo y secretos; y sobre todo el campesino sabe qué variedades del cultivo deben sembrarse en cada una de estas campañas. Por lo general, las variedades de las siembras muy tempranas son precoces y semiprecoces, así como resistentes a sequías y otras variaciones extremas del clima. Entonces, hay que recuperar la variabilidad de estas especies y sus señas, secretos y prácticas de cultivo, como alternativa de adaptación a los extremos del clima derivados del calentamiento global, sobre todo a la deficiencia de agua (sequías).
Pero el cultivo de esta diversidad de variedades de plantas y sus saberes de crianza, no sería sostenible si también no se recupera y fortalece la organicidad del ayllu; es decir, si no se recuperan las relaciones de respeto y cariño entre los integrantes del ayllu. Es necesario recrear la vigencia de las autoridades tradicionales de la comunidad para el cuidado y crianza de las chacras, tanto en el ámbito comunal (Varayoq, Hatun - alcalde, Marani, etc.) como en los grupos de familias, que se organizan para trabajar comunitariamente y en forma rotativa las chacras de cada uno de los integrantes del grupo de ayuda mutua (ayni, minga, choba choba, etc.) como, por ejemplo, para el arreglo de chacras (cercos, arreglo de andenes, pata patas, canchones, etc.) y sobre todo para la realización de las labores de cultivo (barbecho, siembra, aporque, cosecha, almacenamiento y procesamiento de los productos cosechados, etc.).
Sin estas autoridades tradicionales, que son también los que coordinan y organizan los rituales en el ámbito de la comunidad, sobre todo cuando se produce sequías, granizo, heladas inusualmente severas, sería difícil crear la armonía que debe existir entre los miembros de cada ayllu; armonía que es fundamental para vivir el Allin Kawsay Ayllupi (vivir bien en ayllu, en familia).
Los rituales son manifestaciones de respeto a la madre naturaleza (Pachamama) y cerros protectores (apus o achachilas) cuando las circunstancias lo ameritan, con el objeto de volver a armonizar al ayllu con su entorno natural, fortaleciendo de esta manera los lazos de solidaridad entre los miembros de la comunidad, para seguir criando la chacra y mejorar el cuidado del entorno natural.
En los Andes, sin los rituales que se realizan continuamente durante el cultivo de las chacras y la crianza del ganado, no habría conservación de la gran diversidad y variabilidad de plantas nativas y sus parientes silvestres y culturales. Más aún, no sería posible realizar los continuos arreglos que requiere la infraestructura de las chacras y llevar a cabo, por ejemplo, la construcción de represas artesanales para el riego de las plantas y la formación o la ampliación de los bofedales para la crianza de las alpacas.
La suficiencia alimentaria, que en palabras de los mismos campesinos, es “sembrar de todo, para comer de todo, entre todos”, implica sembrar la diversidad y variabilidad de las semillas nativas, que a través de un proceso de miles de años se han adaptado al entorno natural y cultural andino o amazónico; sobre todo a las variaciones extremas del diverso, variable y denso clima andino, lo cual implica también, cultivarlas con los saberes de crianza y rituales propios de las culturas que siempre las conservaron. Pero siempre es necesario recordar que los que hacen sostenible esta actividad son las autoridades tradicionales de las comunidades campesinas, tanto en el ámbito de toda la comunidad como de los grupos de ayuda mutua.
La suficiencia alimentaria no se consigue cultivando diversidad en las chacras solo de una comunidad, o en comunidades ubicadas en una sola microcuenca. Es necesario fortalecer los denominados “caminos de la sabiduría andino–amazónica y de la diversidad de semillas”, que son los espacios donde mediante el intercambio (trueque) los campesinos consiguen la diversidad de sus semillas y donde también se regenera la sabiduría que ha hecho posible su conservación.
Ser andino es ser caminante. Las evidencias de este continuo caminar recorriendo los caminos de las semillas y sus saberes de crianza, los encontramos en los caminos transversales y longitudinales de origen prehispánico, que atraviesan de oeste a este y de sur a norte los Andes, uniendo la costa, sierra y selva, así como el sur, centro y norte del país.
Alo largo, ancho y alto de los Andes, debemos fortalecer estos espacios, donde precisamente se encuentran los centros ceremoniales de origen prehispánico, hoy conocidos como restos arqueológicos.
Cada vez es más clara la función que cumplen estos centros rituales, ubicados en lugares estratégicos, para realizar las ceremonias rituales asociadas con los momentos de intercambio de la diversidad de semillas y sus saberes de cultivo. Eran lugares de masivas peregrinaciones de los diversos pueblos de cada región, para intercambiar la diversidad de las Kawsay mama (madre–semilla) y así obtener la diversidad que les permita conversar con la diversidad y variabilidad del cambiante clima andino.
Por lo tanto, enfrentar el cambio climático también desde una perspectiva que tenga en cuenta la milenaria sabiduría andino-amazónica no es poca cosa, pues se requiere medidas que abarquen a todas las comunidades campesinas y nativas que recorren “los caminos de las semillas y sus saberes de crianza” y esto no es posible hacerlo sin recuperar y fortalecer el respeto por la naturaleza y los lazos de solidaridad, y el respeto mutuo entre las comunidades, tanto campesinas como nativas.
En este caso, no se trata de formar federaciones de tal o cual color político; acá lo que está en juego es la suficiencia alimentaria y la vida misma de las mayorías poblacionales del país y de los hijos de nuestros hijos.
Cuando los expertos del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) plantean modelos, que de acuerdo a la mayor o menor emisión de Co2 generarían escenarios climáticos futuros, igualmente probables, distinguen cuatro modelos. De estos cuatro modelos, en el escenario de “un mundo más amable con el medio ambiente”, que prioriza el desarrollo de cada región frente al modelo global, y el desarrollo ecológicamente sostenible frente al desarrollo puramente económico, no hay lugar para la sabiduría de los pueblos de cultura milenaria del mundo, pues esos escenarios construidos sobre la base de la ciencia ecológica no pueden ser realizables en las regiones con pueblos de culturas respetuosas de la naturaleza, como la andina–amazónica, que posee una sabiduría que va más allá de lo meramente ecológico.
El respeto y cariño a la Pachamama (madre naturaleza) que se expresa en los rituales, que se realizan en todo momento de la crianza de las chacras y animales, son el sustento para fortalecer la familiaridad, no solo entre los humanos integrantes del grupo de ayni y de la comunidad, sino también con la naturaleza y las deidades andino–amazónicas que de acuerdo a su cosmovisión los amparan y acompañan.
En el marco del Programa de Cambio Climático del Perú (PROCLIM), se han determinado las seis áreas priorizadas para la evaluación de la vulnerabilidad y propuestas de adaptación, tomando como referencias el mapa del Índice de Desarrollo Humano, las zonas con mayor agrobiodiversidad y el mapa de peligros climáticos.
Para la cuenca del río Mantaro -una de las áreas escogidas y priorizadas-, para adaptarse a los impactos del cambio climático se propone reducir los riesgos que surgen debido a las variaciones climáticas extremas (heladas, granizadas, sequías, lluvias fuertes), mejorar la gestión del uso del agua -tanto en la ciudad como en el campo-, y utilizar técnicas innovativas para captar y almacenar el agua de lluvia.
Aquí la pregunta que surge es si resulta suficiente implementar estas medidas, sin considerar la sabiduría andino–amazónica, que como ya vimos tiene alternativas para estos momentos de períodos cálidos. Entonces, nuevamente no estamos comenzando de cero, en cuanto a alternativas para enfrentar el cambio climático y lograr la suficiencia alimentaria de nuestros pueblos.
Aun en estas épocas de calentamiento global, contamos con una rica agrobiodiversidad y señas, secretos y práctica de cultivo; es decir, sabiduría probada a lo largo de 10 000 años, no solo para construir la infraestructura para cosechar agua de lluvia y asegurar su buen uso, sino también la organicidad comunal que permita su construcción y mantenimiento, siempre que a través de los rituales se fortalezca el respeto a la naturaleza y sus deidades.
Teniendo como base la experiencia de veinte años de acompañamiento de comunidades altoandinas, situadas en los departamentos de Puno, Cusco, Apurímac, Ayacucho, Huancavelica, Ancash, Cajamarca y San Martín, mediante la coordinación y activa participación de los denominados Núcleos de Afirmación Cultural Andina, que estimulan y motivan el recuerdo y la recuperación de los milenarios saberes de crianza, hoy llamados conocimientos tradicionales, el Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas convocó a 18 NACASa dos reuniones nacionales, en diciembre del 2008 y abril del 2009, en las ciudades de Huamanga (Ayacucho) y Marcará (Ancash). En dichas reuniones se mostró de qué maneras el cambio climático estaba afectando a las comunidades campesinas y nativas, y qué estaban haciendo estas comunidades frente a tales cambios de clima.
Los testimonios recogidos -tanto en el sur, centro, norte y el oriente- son por demás elocuentes (PRATEC, 2009):
Don Orestes Quispe Pongo, de una comunidad de Juli, Puno nos dice:
Antes en esta comunidad de Choqo Koniri (4 000 msnm) se producía bastante papa amarga y casi la papa dulce no sabía dar porque la helada siempre se lo sabe llevar; pero en estos últimos años la papa dulce se está acostumbrando y está produciendo bien; antes solo daba Kañiwa, ahora la quinua dulce también está empezando a dar. Es que el tiempo está cambiando. Como nosotros vivimos de la chacra, estamos al tanto de estos cambios y hay que habituarnos a esos cambios como lo han hecho nuestros abuelos.
Don Alberto Marcos, de la Comunidad de San Juan de Dios, Lircay, Huancavelica, nos cuenta:
Los cultivos ahora están subiendo. ¡Cuándo hemos visto sembrar papa a nuestros padres al pie del Tambraico (cerro – deidad, situado arriba de los 4 000 m) en ‘Churia, Querulla’! Ya son dos años que la gente cosecha papa, y de las buenas. Posiblemente va a llegar hasta el Tambraico; ¿y nuestros animales? ¿Dónde van a ir a comer, si todas las personas de San Juan de Dios empiezan a sembrar…?
Por otro lado, hacia la sierra norte, doña Maximiliana -una campesina de la Comunidad de Vicos, del Callejón de Huaylas (Ancash)- nos relata:
Antes por la parte alta hacía mucho frío, ahora ya no hace mucho frío; hace más calor. Por eso los maíces antes solo se producían por Huashcapampa, parte baja; ahora Vicos Pachan, parte alta, ya produce maíz. Los sembríos de maíz han subido a más alto, a las zonas de Uracancha y Huapispampa, a la entrada de la quebrada honda. Las semillas, ellas mismas se han probado, de mi casa a mis ocas los había mezclado con maíz; lo sembré para probarlo, y qué lindo creció. Tuve chiquito maíz; al siguiente año lo sembré y así se acostumbró mi maíz.
Don José Domingo Vela Amasifuén, del distrito de Buenos Aires, provincia de Picota de la selva alta del departamento de San Martín, en relación con el cambio del clima nos dice:
Ahora las lluvias solo son de temporadita; un rato cae y llueve de pasadita. Antes hacía más frío, llovía de 10 a 15 días seguidos, pero también había hasta 6 meses de verano. Los ríos grandes bajaban su caudal, pero no se secaban…
Todos estos testimonios campesinos (PRATEC, 2009) indican que el clima en las comunidades campesinas y nativas ha cambiado. Al aumentar la temperatura en las partes altas de los Andes y deshielarse los glaciares andinos, los cultivos han subido y juntamente con ellos las plagas y enfermedades, e incluso han aparecido nuevas plagas. Las variedades de papas dulces ahora se cultivan en lugares altos (arriba de los 4 000 msnm) donde antes solo daba papas amargas, resistentes a bajas temperaturas; e incluso los granos andinos que se cultivaba en lugares bajos, como el maíz y la quinua, han subido a la zona de crianza de los tubérculos andinos (papas dulces, oca, olluco, mashua).
Los testimonios también mencionan que el período de lluvias se ha alterado, tanto en su duración como en su frecuencia, intensidad y regularidad, así como también la frecuencia e intensidad de las variaciones externas del clima (sequías, granizo, heladas, vientos huracanados). También dicen que el grado de incidencia y severidad de las plagas y enfermedades de los cultivos está aumentando, y que en el caso del ganado que crían se han incrementado las enfermedades broncopulmonares.
También los testimonios nos indican que, por lo general, el período seco del año (Usyai Uku) está prolongándose más allá de lo habitual y que el período lluvioso (Puquy Uku) no solamente se atrasa, sino que concluye más temprano; es decir que se ha acortado el período lluvioso durante el cual crecen los cultivos, presentándose las lluvias aún en este período en forma irregular.
Por otro lado, los expertos en cambio climático del país nos informan que en los últimos 50 años la cantidad de lluvia en el valle del Mantaro ha disminuido un veinte por ciento; es decir, no solo se ha alterado la duración, intensidad y frecuencia del régimen de lluvias, sino que en general la cantidad de agua que trae la lluvia para el crecimiento de las plantas, ha disminuido. A la vez, se ha incrementado la frecuencia e intensidad de las alteraciones extremas del clima (sequias, heladas, granizo…).
Frente a todas estas situaciones, los campesinos criadores de la diversidad y variabilidad de plantas y animales que conversan con estas alteraciones del clima, siguen serenamente cultivando sus chacras sobre la base de sus milenarios saberes de crianza, que les permiten tener suficiencia alimentaria, aún en este contexto de cambio climático.
Los Núcleos de Afirmación Cultural Andina, como ya expresamos líneas arriba, no solo recogieron los testimonios de los efectos del cambio climático en las chacras campesinas, sino también las maneras en que ellos tratan de conversar con estos cambios de clima.
Tomando en cuenta los testimonios campesinos y la experiencia de veinte años de acompañamiento de los campesinos criadores de agrobiodiversidad de comunidades altoandinas, se propone un marco contextuado a la visión andina sobre el cambio climático (ver cuadro adjunto), que recoge lo que implica fortalecer la cosmovisión andino–amazónica; es decir, este otro modo de vida que considera a la naturaleza, no como un recurso que está solo para satisfacer las necesidades humanas, sino como madre naturaleza (Pacha mama) y que establece con ella una relación de respeto y cariño para criar y ser criado, para producir diversidad para el bienestar de todo el ayllu, conformado no solo por los humanos, sino también por la naturaleza y las deidades (cerros, lagunas, puquios, sol, luna, estrellas, centros ceremoniales ahora denominados restos arqueológicos, etc.).
No se trata solo de criar agua, sembrando y cosechando el agua de las lluvias para afrontar el cambio climático; para que esta medida sea sostenible, se requiere también fortalecer los demás ejes que se proponen. Es decir, se trata de fortalecer la crianza del entorno natural o paisaje; incrementar la diversidad y variabilidad de las plantas de cultivo y sus parientes silvestres; vigorizar la crianza de la diversidad de los animales domésticos y sus parientes culturales que crían con esmero y dedicación. Todo esto con el fin de alcanzar suficiencia alimentaria, restableciendo los patrones culturales alimenticios andinos, para lo cual se requiere también vigorizar la organicidad de las comunidades para la crianza de las chacras y el paisaje, así como la espiritualidad andina, fortaleciendo los rituales, fiestas y peregrinaciones relacionados con la crianza de la diversidad de las Kawsay mama (madre semilla). Además, se debe apoyar las pasantías de los propios campesinos criadores, para que se visiten y entre ellos mismos intercambien la diversidad de sus semillas y sus saberes de crianza, todo esto dentro de un contexto de alta ritualidad llevada a cabo en los momentos y lugares construidos para tal fin (centros ceremoniales prehispánicos).
También se necesita abrir espacios de reflexión a todo nivel: campesinos criadores de diversidad, tanto adultos como jóvenes; técnicos y maestros de escuelas rurales, que acompañan a las comunidades campesinas para afirmar su cultura, desde lo que siempre han hecho y seguirán haciendo, es decir desde la crianza de la diversidad a partir de las chacras y el paisaje.
Es necesario que toda esta experiencia sea de conocimiento de la población urbana y rural, a todo nivel, tanto de los ciudadanos como de las autoridades que formulan y aprueban las políticas públicas, para que todos tomemos conciencia de la gran importancia que tiene preservar y fortalecer la cosmovisión andina para alcanzar la conservación y crianza del agua, del suelo, de las praderas y montes naturales y de la agrobiodiversidad (diversidad de las plantas alimenticias, principalmente andinas, y de sus parientes silvestres y culturales), que constituyen la base de la soberanía alimentaria del país, en tiempos de cambio climático.
VISIÓN ANDINA SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO
Entonces, no se trata de aplicar solamente técnicas innovadoras, derivadas de la tecno–ciencia; se trata también de volver a nuestras costumbres. Por supuesto, ya no estamos en la época prehispánica, donde las ciclicidades del clima a largo plazo se debían a causas naturales; ahora nos enfrentamos a un calentamiento ocasionado por los deseos y acciones desbocadas de aquéllos que solo piensan en acumular cada vez más riqueza y poder, sin importarles el bienestar de la naturaleza que también los cobija y cuyo deterioro también pondrá fin a sus deseos ilimitados de bienestar material.
Frente a estos cambios del clima, los campesinos criadores de la diversidad agrícola que sustenta la provisión de alimentos en el Perú, viven con serenidad estas variaciones. Don Miguel Cabrera, de la comunidad campesina de Jocos, Matara, Cajamarca, sabiamente dice:
…los cambios del clima ya hace un tiempito que están dándose; es por ello que todo cambia, es como la vida misma, es un camino y tenemos que caminar no más…
…caminar no más, sintonizándonos con las circunstancias, fortaleciendo la cosmovisión andino–amazónica, respetuosa de la naturaleza, y criando y recreando las técnicas innovativas que desde la ciencia se proponen.
Todos tenemos que hacer una gigantesca minka, en la cual no hay lugar para excluir a nadie; humanos -tanto del campo como de la ciudad-, naturaleza y las deidades andino–amazónicas, para seguir viviendo “Sembrando de todo, para comer de todo, entre todos.”
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Thompson, L. G. et al. 1995. “Late glacial stage and Holoceno Tropical Ice core records from Huascarán, Perú.” En Science, Nº 269 (5220).
PRINCIPIOS DE LA FILOSOFÍA ANDINA: LA DUALIDAD COMPLEMENTARIA Y LA OPOSICIÓN PROPORCIONAL(1)
Por:
Javier Lajo Lazo
Instituto de Investigación Sumaq Kawsay, Lima
Una respuesta a la pregunta de los que se inician en la escuela de la Qhapaqkuna(2), sobre ¿Cuál es el abc de la filosofía andina?, la podemos comenzar a explicar por ejemplo, si buscamos en el origen de Manco Cápac y Mama Ocllo, que como todos sabemos fue la gran pakarina o lago sagrado del Titicaca, líderes de los pueblos de navegantes y pescadores que surcaban el lago, según Huaman Poma fueron integrantes de la estirpe de los “Amaro Runa”, y es muy seguro que allí en el lago sagrado construyeron en algunas islas o dentro del mismo lago, algunos “artefactos” o herramientas culturales que nos han dejado como una guía para nuestra educación. Analicemos algunas encontradas en la isla de Amantani, pues es imprescindible para los hombres andinos saber claramente en qué se diferencia nuestra filosofía andina de la filosofía occidental-colonialista.
Aquí me voy a referir a la isla de Amantani en nuestra pakarina mayor, en donde hoy mismo existe el culto y los Templos o plazoletas hundidas, u “horizontes artificiales” que servían como observatorios; la plazoleta cuadrada o “Pachatata” y la circular o “Pachamama”; instrumentos de observación astronómica solar-diurna y estelar-nocturna respectivamente; que expresan la dicotomía cosmogónica andina y que sirvieron en algún momento de nuestra historia para la observación astronómica, la construcción de calendarios y la conceptualización y control del tiempo, pero siempre en forma binaria, dicotómica, complementando y confrontando proporcionalmente las dos partes que forman lo existente.
PACHAMAMA y PACHATATA de la Isla Amantani del lago Titicaca(3)
Artefactos similares, pero mucho mas evolucionados en su simbología y en su funcionalidad los tenemos también en los Templos del Hanan Qosqo o “Muyucmarka” en Saccayhuaman en complemento con el Templo del Urin Qosqo o Koricancha, ambos en la ciudad sagrada del Cusco, templos que daban “soporte” religioso y político a los dos líderes que encabezaban el “racimo” de gobernantes que tenia la confederación concéntrica y binaria de los Inkas. Ambos templos ancestrales que nos hablan del culto al padre Wiracocha o Pachatata (o padrecosmos) y al culto de la madre Pachacamac o Pachamama (o madre-cosmos), eran a la vez centros ceremoniales religiosos y políticos de gobierno de un Estado “racimo” compuesto por miles de Ayllus o familias extensas ordenados en el sistema circular-concéntrico de la “Tawa”, cuyas estructuras sociales y políticas según el científico Jhon Earls(4) fueron calibradas “a imagen y semejanza del universo celestial”, al haber ajustado los ciclos sociales y políticos que por su naturaleza son irregulares, de mayor entropía o de mayor incertidumbre, a los ciclos astronómicos que son movimientos regulares o de entropía cero.
En este juego binario de templo cuadrado-solar y templo circular-estelar, debemos descubrir sus relaciones o leyes de complementación y proporcionalidad, si es que queremos entender el conjunto de ambos sistemas, y sobre todo de saber cómo funcionan juntos(5). Uno de los elementos de “ajuste” o relación de los dos sistemas es indudablemente la diagonal de un cuadrado inscrito en un círculo, puesto que esa diagonal es la línea de proporcionalidad entre los lados de un cuadrado, y a su vez es también el diámetro que es el único elemento de proporcionalidad con el perímetro del círculo. Precisamente cuando se quiere encontrar el cuadrado y el círculo que tengan el mismo perímetro, en realidad queremos encontrar la pareja perfecta o el PAR-PRIMORDIAL que en el Qhapaq Simi o lengua Puquina –ancestro del Quechua y del Aymara- esta representado por la pareja “illawi”(6) o “Idolo” Puquina de Ilave, que representa un varón mirando al oriente y una mujer mirando al poniente, ambos envueltos de serpientes “coas” y “asirus”. Al encontrar esta relación de proporcionalidad de la pareja-primordial, de la relación simbólica de “Pachatata” y “Pachamama” surge la operación geométrica de obtención de la cruz cuadrada o cruz del Tiawanacu, o Tawa-Chakana que es una operación relativamente sencilla, pero que encierra los secretos de la cosmogonía, filosofía y de las ciencias andinas.
Esta cruz andina es la “Tawa-chakana” que significa precisamente “cruz-puente” de comunicación entre uno y el otro cosmos, dado que vivimos en un cosmos PAR, o lo que es lo mismo: Existimos en un “duo-verso”, que es un concepto diferente al monomaniaco y excluyente “universo” de la cultura occidental. En este concepto “par” del cosmos binario y “su puente” que es la Tawa-Chakana existe una ruta de interrelación que es el QHAPAQ ÑAN, que esta marcada por la diagonal o “gran diagonal” según nos ubiquemos en “uno” o en los “tres Pachas”(7). Esta “ruta”, escuela o disciplina hacia la perfección, es tal porque solo quien logra entenderla y vivirla, es decir, cuando se logra encontrar la relación y reconocimiento con EL PAR VERDADERO se adquiere la SABIDURÍA que es el único PODER REAL de los seres humanos. A este “Par” los Incas lo simbolizan como un “hermano mellizo” doble perfecto o de “oro puro”: El Waukke; mientras los Mayas lo llaman: El Nagual.
Solo actuando “de la mano con El Waukke” o el Nagual, se puede encontrar y sobre todo transitar el camino de la justeza, de la corrección y de la exactitud. Es decir, el camino de la sabiduría y de la paz que es el camino de los Qhapaq, la ruta o disciplina de los justos, de los correctos, de los exactos, de los nobles; de los hombres consagrados al cuidado del equilibrio del mundo, de la vida y de la naturaleza, que es el método cosmogónico y escuela vital de la ciencia andina.
NOTAS:
(1). El presente artículo esta basada en una parte del libro: “Qhapaq Kuna...más allá de la civilización”, de Javier Lajo, Editorial Grano de Arena, 2002; Cusco, Perú.
(2). Ver Quincenario “Ollanta” N° 15, Pag. 12, Artículo: “Lo sagrado de la Tawa-Chakana”. Lima, 2003.
(3). Tomado de: “Pagando la Tierra: Un ritual en la Isla de Amantani” de Víctor A. Rodríguez Suy Suy; 46° Congreso Internacional de Americanistas.
(4). Earls, John. La Producción en el Antiguo Tahuantinsuyu. 1977. Lima.
(5). No comprender estas “razones de Par” nos puede llevar a pensar como occidentales y decir con Nietszche: Y ¿quién ha comprendido plenamente hasta qué punto son extraños, uno para el otro, el hombre y la mujer? (Pág.170)... Dos cosas quiere el hombre auténtico: peligro y juego. Por ello quiere a la mujer: el más peligroso de los juegos. El hombre debe ser educado para la guerra, y la mujer para el solaz del guerrero: todo lo demás es tontería.(Pág.62). Federico Nietszche. Así Hablo Zaratustra. Edit. La Oveja Negra. Pág.63.
(6). P. Federico Aguiló, S.I. El Idioma del Pueblo Puquina. Edit. Colección Amauta Runacunapac, 2000. Quito. p. 69.
(7). El autor alude acá, al tríptico filosófico Quechua del: Ucku Pacha; Kay Pacha y Hanan Pacha, que esta presente en toda la cosmogonía Inka.