LIBROS NUEVOS
Por el compromiso con nuestros lectores, en la Biblioteca de Antropología Andina (BAA) - IECTA, estamos actualizando constantemente la bibliografía con el objetivo de ofrecer un mayor y mejor servicio para con los investigadores académicos. Presentamos las siguientes obras:
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Roberto Choque Canqui. El indigenismo y los movimientos indígenas en Bolivia. LA PAZ - BOLIVIA: Instituto Internacional de Integración del Covenio Andrés Bello, 2014; Pp. 381. |
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RESUMEN El libro es una investigación sobre las políticas agrarias, socioculturales, étnicas de los indígenas bolivianos, pone atención en la resistencia del “indio”, desde la invasión española hasta principios del siglo XXI. Analiza con profundidad y rigurosidad científica los diferentes levantamientos y luchas de los indígenas por su liberación y reconocimientos de sus derechos. Esta investigación visualiza y reconoce el rol de los indígenas en la construcción del Estado Nación y sus luchas por sus territorios, autoomías y autodeterminación. El contenido del libro se encuentra estructurado en cuatro capítulos: El primer capítulo examina las posiciones y corrientes indigenistas e indianistas promovidas por los intelectuales indigenistas o indianistas mediantes sus reflexiones sobre la situación crítica de los pueblos indígenas en los diferentes espacios de explotación y opresión. Forma parte de ello, el proceso histórico de las luchas indígenas por sus derechos sociales, culturales y tierra-territorio. Con el indigenismo estatal se buscó la integración del indígena a la sociedad nacional. Para ello la política liberal dio importancia al establecimiento de la educación indigenal con el objeto de cambiar la situación social y cultural del indígena orientada hacia la producción agropecuaria y mano de obra para la industria. Por otra parte, abarca el estudio de las posiciones indianista asumida por el “indio” mismo en busca de su liberación frente a la dominación y opresión colonia. También su lucha incansable por la defensa de su tierra-territorio, puesto que los medios social y geográfico están expresados “por el ser del indio es la tierra con el sol”. En el capítulo dos se examina las políticas agropecuarias que fueron manejadas por los políticos de sectores dominantes en el ámbito político y social constituidos por los hacendados, las autoridades políticas y eclesiásticas, desfavorables para los intereses indígenas expoliados de sus tierras comunitarias y afectadas por la expansión de haciendas. Las medidas adoptadas por los gobiernos desembocaron en la resistencia indígena, misma que se expresó en una serie de levantamientos. Igualmente, se aborda el análisis del proceso de la reforma agraria de 1953 con la dotación de las tierras en forma individual que ocasionó el minifundio en el altiplano y promovió el nuevo latifundio en el oriente boliviano en el desmedro de los pueblos indígenas. Las dificultades en su aplicación, determinó las nuevas modificaciones a la ley de reforma agraria para facilitar la dotación de tierras por la modalidad de tierras de origen. Sin embargo, no siempre se logró encontrar soluciones satisfactorias como consecuencia de los conflictos con las nuevas demandas sobre la tenencia de la tierra, especialmente en el oriente del país. En el tercer capítulo se analiza el rol de los partidos políticos con relación a la problemática indígena y las nuevas acciones de lucha y participación de las organizaciones sociales e indígenas en las acciones políticas y sociales. A partir de 1884 los partidos políticos tuvieron que afrontar las rebeliones indígenas, frente a la situación de explotación de los colonos indígenas. A partir del siglo XX los partidos políticos estaban en la búsqueda de las políticas sociales y educativas del indígena. Con el tiempo los contactos indígenas con las organizaciones obreras y los partidos políticos en función de la oposición al gobierno de turno, propiciaron algunos cambios con las nuevas de formas de organización social indígena- campesina. En la etapa final del capítulo, el análisis se centra en el tratamiento del movimiento indígena con la organización de los partidos kataristas e indianistas para buscar el derecho de participación política en los espacios de poder, tanto en el ejecutivo como en el poder legislativo. El cuarto capítulo examina los movimientos sociales (de diferentes sectores desde la década noventa del siglo XX. Especial atención merece el conjunto de las marchas indígenas del oriente boliviano, mismas que se reflejan en repercusiones políticas, sociales y étnicas. Ello posibilita luego percibir el cambio del escenario social y político. La marcha por territorio y dignidad de 1990 hacia la ciudad de La Paz simbolizó el encuentro entre indígena del occidente y oriente boliviano. La principal demanda de tierra y territorio de los pueblos indígena no solo fue por el respeto al territorio indígena, sino también al reconocimiento de sus derechos sociales, culturales y políticos. Las movilizaciones campesinas de tierra, territorio y los recursos naturales, de la autonomía de los pueblos indígena y la asamblea constituyente, impidió la crisis política de los partidos tradicionales hasta desembocar en la coyuntura política hacia la constitución de un Estado pluricultural.
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Xavier Albó Corrons & Fernando Galindo J. Interculturalidad en el desarrollo rural sostenible. El caso de Bolivia. Pistas conceptuales y metodológicas. LA PAZ - BOLIVIA: CIPCA, 2012; Pp. 167. |
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RESUMEN Nuestro interés es esta temática nace de dos circunstancias: el carácter multiétnico y pluricultural de la sociedad boliviana; y la crisis de los modelos uniformes de desarrollo económico planteados desde el Primer Mundo y puestos en práctica en el Tercer Mundo “en desarrollo”. El pluralismo cultural de Bolivia, siendo un tema tan obvio y constante de la realidad boliviana, recién ha pasado al primer plano de la agenda pública desde los años 90, periodo por el cual va a encontrar cierto reconocimiento tanto en las políticas públicas como en las instituciones del Estado. Esta situación ha sido particularmente evidente en las políticas educativas a través del planteamiento de una educación intercultural bilingüe; y, poco a poco, se ha ido abriendo caminos en otros ámbitos como la salud, la justicia, la política, etc. Desde el 2005, por las reivindicaciones, propuestas y presiones principalmente de sectores campesino- indígenas, este pluralismo ha encontrado eco en las instituciones del Estado a través de la diversificación del liderazgo en instancias del gobierno. Sin embargo, uno de los ámbitos en que menos se observa esta insurgencia o reconocimiento del carácter “pluri/multi” de la sociedad boliviana es en los proyectos y políticas de desarrollo rural. Por lo tanto, esta investigación pretende precisar mejor los factores y dimensiones interculturales presentes en las concepciones y prácticas del desarrollo rural en diversos contextos locales. Implica también, por tanto, problematizar la noción y práctica del desarrollo rural sostenible. Entra aquí la segunda circunstancia, a saber, la crisis del modelo económico uniforme del desarrollo, sobre todo desde los años 80, conocidos como la “década perdida del desarrollo”. Esta crisis coincide también con el crecimiento, o quizá incremento en la conciencia, del rol de la diversidad tanto biológica como cultural en este mismo desarrollo con miras a su sostenibilidad en el tiempo. Es también reflejo de la crisis de la modernidad y de su lógica excesivamente centrada en una razón instrumental orientada fundamentalmente al cumplimiento de objetivos y obtención de resultados tangibles. Todo ello se siente de una manera mucho más vivencial en los países del Tercer Mundo, donde las fórmulas del desarrollo económico uniforme se impusieron muchas veces sin tomar ni los factores humano/culturales ni los ecológicos. Por esa causa, quizás ciertos sectores más inquietos del Primer Mundo han tendido a buscar nuevas alternativas en la riqueza cultural que ya tenían esos pueblos a los que se había marginado. De esta forma las preocupaciones por un desarrollo sostenible en el Primer Mundo. En uno y otro caso está de por medio la mayor conciencia de la importancia de la diversidad ecológica y cultural en estos procesos. En el contexto boliviano, esta problemática se ha vivido en, y desde, diferentes intercambios entre actores. Por ejemplo, entre los promotores no indígenas de desarrollo y los presuntos “indígenas; entre las agencias locales de desarrollo y la cooperación internacional tanto a nivel público como privado; en los enfoques de las universidades tanto locales como internacionales Aquí retomamos esta misma problemática, dando prioridad a la perspectiva de los que están en el nivel más de base; es decir a los pueblos indígenas campesinos que se han beneficiado o han sufrido estos procesos. En este sentido los estudios de caso que hemos desarrollado en torno a estos planteamientos, son otros tantos puntos de partida hacia la construcción pendiente, pero muy necesaria, de una perspectiva “glocalizada” del desarrollo rural. Este volumen se desarrolla en cuatro capítulos. Después de la introducción, el primer capítulo describe el paulatino reconocimiento, en las últimas décadas, de la pluriculturalidad en diversos ámbitos sobre todo simbólicos en Bolivia y plantea la necesidad de este tipo de mirada los procesos de desarrollo. El capítulo dos describe los dos ejes temáticos centrales de este volumen, interculturalidad y desarrollo rural sostenible, y los vínculos entre los mismos. Asimismo se introduce una glosa sobre el “vivir bien” como un nuevo modelo de desarrollo actualmente discutido en Bolivia y el área andina. El capítulo tres esboza algunas perspectivas analíticas para el estudio de la interculturalidad en el desarrollo. Finalmente el capítulo cuatro describe nuestras experiencias, aprendizajes y desafíos en el uso del enfoque de la investigación acción participativa (IAP), tanto en investigaciones previas, así como en la investigación sobre interculturalidad y desarrollo rural en Bolivia. Se incluyen siete anexos: el primero, una tabla que describe en continuum de relaciones interculturales interpersonales positivas y negativas; el segundo, un esquema para el análisis de las relaciones entre actores; el tercero, un mapa de ubicación de nuestros estudios de caso; el cuarto, apuntes metodológicos para el análisis de relaciones de interculturalidad y de poder; el quinto y el sexto, dos guías para la realización de talleres y entrevistas; y el séptimo un conjunto de fotografías.
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Ismael Guzmán. Octava marcha indígena en Bolivia. Por la defensa del territorio, la vida y los derechos de los pueblos indígenas. LA PAZ - BOLIVIA: CIPCA, 2012; Pp. 172. |
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RESUMEN Pese a que la reacción de la ciudadanía, e incluso la del movimiento indígena, ante la construcción de la carretera no fue inmediata –el 23 de agosto del 2009 fue inaugurada por el presidente Evo Morales en Villa Tunari ante una concentración multitudinaria de colonizadores y con la presencia del presidente del Brasil, Ignacio Lula de Silva-, nunca ante un proyecto carretero se había constituido de manera simultánea en cuestión de Estado –gobierno por su construcción y en “cuestión” de sociedad civil por su oposición a una parte del trazo. La imagen inofensiva que el gobierno procuró para el proyecto de construcción de la carretera Villa Tunari- San Ignacio de Mojos, cuyo tramo II prevé atravesar el territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS)(2), pese al gran esfuerzo realizado no logró credibilidad entre el grueso de la sociedad. Por el contrario, la contundencia vino del contraargumento erguido especialmente desde el movimiento indígena y estuvo dirigido a evidenciar la incompatibilidad entre los megaproyectos de desarrollo impulsados por el gobierno (infraestructura, explotación, etc.) con todos sus impactos aparejados, y las visiones de desarrollo ejercidas por los pueblos indígenas. Esta incompatibilidad fue un concreto la que motivó la VIII Marcha Indígena, cuya realización fue posible en razón a la capacidad de convocatoria de la Confederación de los Pueblos Indígenas del Oriente, Chaco y Amazonía de Bolivia (CIDOB), movilizando de manera mucho más contundente que en anteriores ocasiones, prácticamente el conjunto del universo interétnico que la componen. Marcha a la que sumó la organización indígena de tierras altas: Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ). Pero también se desplegaron argumentos más específicos a la integridad del territorio, por ejemplo uno de los máximos líderes de la VIII Marcha Indígena, Fernando Vargas Mosúa, señaló al respecto: “Si se construye la carretera, tendrá que haber una tranca, si hay una tranca, habrá pequeños puestos de venta y eso implica el ingreso de nueva gente al lugar. Pero además, a lo largo de los cientos de kilómetros de la carretera, tendrá que haber por lo menos una parchería (para parchar neumáticos de movilidades) y si hay una parchería, habrá gente que necesita comer y por tanto se tendrá que hacer chaco a los lados de la carretera para sembrar y se tendrá que cazar y pescar para vender alimentos a esa gente y así en cadenas se irá afectando al TIPN(3) La VIII Marcha indígena, centralmente respondió a este tipo de preocupaciones provenientes de quienes tienen en primera instancia la responsabilidad orgánica y por consiguiente la legitimidad en la gestión de este territorio indígena y parque nacional (TIPNIS)(4). Pero también respondió a la incertidumbre generalizada de los pueblos indígenas respecto a la seguridad de sus espacios territoriales, amenazados no solo por terceros que ingresan y se los apropian, como ocurren con los colonizadores en el TIPNIS, sino también por la misma acción del Estado a través de políticas de gran envergadura como las que amenazan al mismo TIPNIS, al parque Aguaragüe, Pilòn Lajas, Madidi, entre otros. La Marcha Indígena, en tanto método reivindicativo característico de los pueblos indígenas de tierras bajas del país, tiene como particularidad un carácter pacífico y en su realización implica la autoflagelación de sus protagonistas, consiente en la caminata de un grupo de representantes hombre, mujeres y niños de los distintos pueblos indígenas a través de una ruta de cientos de kilómetros, cuyo destino final es generalmente la ciudad de La Paz, en tanto sede de gobierno y consiguientemente centro de poder nacional. La marcha indígena se ha constituido en toda una institución con identidad propia y es precisamente a través de este método de acción colectiva que el movimiento indígena -en sus siete marchas anteriores- ha logrado no sólo posicionarse en el escenario político nacional, sino que también supo plantear propuestas transformadoras al país y en torno a ello ha generado profundos debates de alcance nacional sobre temáticas como la esencia misma de la visión de país, la relación de Estados con sus recursos naturales y la composición étnica de nuestra sociedad. Particularmente la VIII Marcha Indígena, además de reivindicar la seguridad de los espacios territoriales de desarrollo sociocultural de los pueblos indígenas, le ha permitido a algunos segmentos de la sociedad boliviana un espacio coyuntural para expresar su malestar respecto a la forma cómo el gobierno está conduciendo el proceso de cambio y la manera en que realiza la gestión del poder: tanto con privilegios como con exclusiones sectoriales. Aunque también es cierto que la oposición y líderes regionales, intentaron capitalizar esa coyuntura para reposicionarse como fuerza política. No obstante, ese malestar social constituye al mismo tiempo una evaluación espontánea realizada por la sociedad respecto a la actual gestión de gobierno, por tanto debería ser tomada en cuenta por los gestores del poder como un mensaje altamente valedero para cualificar la conducción del país. En términos estructurales, la marcha indígena fue un cuestionamiento de fondo al modo de desarrollo imperante en el país, basado básicamente en el extractivismos de los recursos naturales y su consecuente degradación ambiental, orientado en una visión extremadamente antropocéntrica. En ese sentido, ha puesto en evidencia los contrastes entre visiones de desarrollo que en esencia son opuestas y susceptibles de generar conflictos, pero que al mismo tiempo plantea el reto de encontrar equilibrios en la perspectiva del respeto a la pluralidad sociocultural y la diversidad ecológica del país, en el marco de la concretización del vivir bien. Pero esta marcha indígena también ha interpelado a la sociedad civil en su conjunto acerca del rol que ésta debería jugar en torno al control social sobre temas esenciales como las políticas ambientales. Al mismo tiempo, ha motivado entre el conjunto de la sociedad civil una actitud más militante en torno al cuidado de la naturaleza, como una de las condiciones fundamentales para frenar el deterioro del medio ambiente, cuyos impactos ya son visibles para el común de la sociedad. Finalmente, también tuvo una connotación cultural en la medida que se reivindicó la concresión de los preceptos constitucionales en los que sustentan de manera explícita los principios de la plurinacionalidad para el conjunto de la sociedad boliviana. La vitalidad de la marcha indígena se magnificó en una proporción aritmética al esfuerzo que desplegaron sus detractores para defenestrarla. Esta marcha se acrecentó con cada agresión recibida a lo largo de su trayecto y pese a los múltiples obstáculos afrontados, continuó avanzando con la misma lentitud incontenible de la sicurí (anaconda). La columna humana de la marcha indígena, fue como lo describió una nota periodística de cobertura a la marcha cuando ésta se aproximaba a la ciudad de La Paz: “La serpiente humana se curva y se estira, bordea las montañas y parece no tener fin” (Página Siete, del 13-10-2011). El presente documento sobre la VIII Marcha Indígena, es el resultado de una combinación entre descriptores, caracterizaciones, reflexiones, rasgos analíticos e incluso emociones, elaborado a partir de la constatación presencial, los testimonios de los protagonistas y las múltiples opiniones que se logró registrar a lo largo de la marcha y después de su culminación. Con fines organizativos, se ha realizado una clasificación temática sobre la base de los aspectos que consideramos más destacados a los largo de todo el despliegue de la marcha indígena. Corresponde advertir que el énfasis en el tratamiento de dichos temas no necesariamente estuvo orientado al logro de una rigidez académica, sin que ello implique desmarcarse de los rigores éticos de la veracidad, honestidad y la profundización en el albordaje de al menos algunas de las dimensiones del asunto que nos ocupa. Notas: (1).- La IV Comisión Nacional de la CIDOB, en julio 2011, tomó la decisión de iniciar la Marcha, que partió de Trinidad el 15 de agosto y concluyó en la ciudad de La Paz, el 19 de octubre del 2011. (2).- El parque Nacional Isiboro Sécure, adquiere esta condición a partir de 1965 mediante Decreto Ley N°07401 con una superficie de 1.2millones de hectáreas, el cual se encuentra entre los más grandes y con mayor biodiversidad del país. A partir del año 1990, además de parque adquiere la cualidad de Territorio Indígena mediante Decreto Supremo N° 22610 de fecha 24-09-1990. En el año 2009, el TIPNIS ha experimentado una extensión de 1.091.656 hectáreas de las 10225.347 demandadas, es decir, 133.691 hectáreas menos. No obstante, se estima que debido a la expansión de los cocaleros del Charape, el TIPNIS ha experimentado ya una reducción de cerca de 200.000 hectáreas. (3).- Expresión vertida por el citado dirigente en que una reunión de evaluación de la Comisión Política de la Marcha Indígena realizada en San Borja. (4).- Un estudio de la Fundación Natura, patrocinado por el programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), cuantifica parcialmente los daños ambientales que provocaría la carretera si esta pasa por el núcleo del TIPNIS: · Se talaría 5501.000 árboles, considerando la deforestación de un área de 70 kilómetros de largo por 50 metros de ancho. · En un lapso de 18 años, motivados por la construcción de la carretera, se deforestaría 600.000 hectáreas, lo que equivale al 64,5% de la cobertura forestal del TIPNIS. · Como resultado de lo anterior, se perderían 90 millones de toneladas de CO2, lo cual tendría un valor de hasta S.us 200 millones. · Además se verían en peligro alrededor de 3.400 especies de flora y fauna, entre ellas algunas en condición de endémicas o en peligro de extinción, como el bufeo o delfín rosado. Fuente: http://elpaisdelasamapolas.blogspot.com/2011/10/laguerra-de-la-biodiversidad.html
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