LIBROS NUEVOS
Francisco Valdez, editor: Agricultura
ancestral: QUITO – ECUADOR: Abya Yala, 2006; 361 p. |
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RESUMEN El estudio de los sistemas agrícolas tradicionales en los Andes es una preocupación constante de los interesados en desarrollar estrategias para enfrentar el modelo del mundo global. La sustentabilidad que presentaba el campo en épocas precolombinas se basó en la particularidades que presentan los sueldos, el clima y los paisajes de las distintas regiones andinas. Esta diversidad de condiciones ambientales ha llevado al hombre a desarrollar estrategias tecnológicas adaptativas que le han permitido aprovechar mejor los recursos naturales que tiene a su alcance. Resolver la necesidad cotidiana de alimentarse de la tierra ha sido el motor que, a la larga venció las condiciones más extremas para llegar a una producción agrícola equilibrada, conforme a las necesidades de los habitantes de cada nicho ecológico. La arqueología enseña como la práctica ancestral se ha convertido en saberes, en tecnologías y en costumbres que se transmiten de generación en generación, sin que haya de ello un registro escrito. Es así como el conocimiento que brinda el estudio del pasado obliga a tomar un compromiso social para difundir el saber ancestral como alternativa para afrontar los cambios que el mundo moderno y la globalización acelerada están imprimiendo en el medio rural. Con la tendencia occidental hacia el monocultivo, como una práctica agroindustrial, se han empobrecido los campos y a los campesinos que no logran integrarse a la quimera del desarrollo. Hoy no se produce ni la mitad de lo que se producía antes de la llegada de los europeos a América. ¿Por qué se debe revitalizar estas antiguas tecnologías?: porque esto es reconocer que los conocimientos del campesino comunitario se basan en una experiencia milenaria, donde la ciencia occidental no ha sido capaz de resolver los problemas específicos de cada medio. Las prácticas y tecnologías occidentales tampoco reflejan las respuestas culturales que los grupos andinos han dado con éxito al enfrentarse a su entorno. El conocimiento tradicional es un proceso de doble vía, donde los saberes ancestrales se conjugan con la experiencia actual, pero pueden ser enriquecidos con los estudios arqueológicos que contribuyen a esclarecer las antiguas tecnologías de producción agrícola. La revitalización de estas prácticas es un mecanismo para la conservación de los paisajes culturales en los que el hombre está necesariamente inmerso. Pero la conservación en sí no es el objetivo, sino más bien un medio para comprender la dinámica sociocultural que lleva a las sociedades a transformar su entorno. Hay que recordar que la antigua lógica se ha transformado con el contacto europeo y la racionalidad actual de los campesinos está inmersa en el esquema económico del libre mercado. No obstante, el bagaje de saberes ancestrales sigue vigente como mecanismo para afrontar las necesidades comunitarias. De ellos sale la resistencia a los modelos foráneos que a menudo niegan el valor económico de los sistemas tradicionales. Con estos antecedentes, un grupo de especialistas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Francia y Estados Unidos se reunió en Quito, a inicios de julio del 2003, con el afán de revisar los avances logrados durante los últimos años en la investigación de los sistemas andinos de cultivo, sustentados en el manejo y en el control cíclico del agua. El coloquio internacional Agricultura Prehispánica: sistemas agrícolas andinos basados en el drenaje o elevación de la superficie cultivada trató esta problemática bajo la óptica de todas las disciplinas involucradas en el tema. El diálogo entre agrónomos, antropólogos, arqueólogos e historiadores reveló la amplitud de la temática y subrayó la complementariedad necesaria que existe en los discursos de cada una de las disciplinas. Cuatro sub-temas sirvieron de marco para la discusión: I.- Tipología, mecánica del sistema y manejo del espacio: modalidades y tecnologías específicas en el uso de técnicas de cultivo. II.- Condiciones y repercusiones de la complejidad del sistema en la organización social de los usuarios. III.- Aspectos agronómicos y ecológicos del sistema: limitaciones y condiciones específicas de funcionamiento. IV.- Usos actuales, experimentación y repercusiones del uso de las distintas modalidades. El mismo esquema se ha mantenido en la presentación de esta obra, que recoge las principales ponencias presentadas en el evento. El libro se inicia con una introducción histórica al estudio de los camellones en el nuevo mundo, presentada por William Denevan, sin duda uno de los primeros investigadores en reconocer el valor y el funcionamiento de los campos elevados. Pierre Gondard presenta un estudio integral sobre el tema que refleja plenamente el espíritu y la amplitud de las discusiones presentadas en el coloquio. Revisa las circunstancias de los primeros descubrimientos, los aspectos lingüísticos que relacionan los rasgos físicos con las antigua prácticas culturales, las condiciones de la creación, usos y abandono de los campos, así como el valor de los experimentos atnoarqueológicos para demostrar la utilidad del sistema y sugerir formas alternativas de producción. La conclusión de Gondard pone énfasis en el estudio de los paisajes construidos (modelados), tratándolos como una evidencia capital para conocer e interpretar las antiguas sociedades. En la primera temática Jean-François Bouchard, Pierre Usselmann y Anne Rose de Fontainieu efectúan una revisión de algunos sitios y de las circunstancias físicas en que se presentan los conjuntos de camellones en la región andina. Analizan los aspectos geofísicos de cada caso y discuten la posibilidad de que haya una correlación entre el fenómeno del uso de camellones y una intensificación en la producción agrícola, con un desarrollo sociopolítico de tipo cacicazgo. Sneider Rojas y Fernando Montejo estudian la adecuación del espacio, las plantas cultivadas y los animales consumidos, en el Caño Carate (Depresión Montesina, Colombia). El análisis de polen fósil y de restos de arqueofauna, son particularmente reveladores para la caracterización del sistema económico generado por los antiguos habitantes de la región. Jorge Marcos y Martín Bazurco presentan el uso de una técnica milenaria de recuperar y fortalecer las napas freáticas mediante la construcción de jagueyes o albarradas. Su estudio arqueológico se complementa con la descripción de los usos actuales que se practican en la costa del Ecuador. La segunda temática ha sido abordada por Chantal Caillavet quien afirma que el uso de camellones es un rasgo esencial de los Andes septentrionales de Ecuador en los siglos XV a XVI. Etnohistoriadora familiarizada con las crónicas españolas está consciente de lo limitado que resultan los documentos tradicionalmente usados para obtener información concreta sobre el uso del suelo. Busca entonces en los textos indígenas de la época colonial donde se trata de los testamentos, los testimonios en los litigios sobre tierras y de la toma jurídica de posesión de tierras. En ellas encuentra indicaciones bastantes precisas sobre la disposición y las funciones de los campos elevados y de la agricultura inundada. Revisa luego algunos topónimos autóctonos y se remite a la lingüística para ubicar antiguas zonas de cultivo húmedo. En los textos coloniales encuentra información sobre los tipos de cultivos y con ellos hace estimaciones productivas para las distintas zonas que estudia. Busca además documentación sobre pozos inundados y los usos relacionados con la piscicultura colonial. Por último, indaga en la distribución topográfica y en el patrón poblacional prehispánico, -asociado a las técnicas agrarias estudiadas- para comprender a qué nivel de organización socio-económica corresponde el uso y el mantenimiento de los camellones. Inés Cavelier analiza dos perspectivas culturales diferentes respecto del paisaje del altiplano de la sabana de Bogotá, en Colombia: la de los muiscas, habitantes autóctonos, y la de los españoles en el proceso de conquista y colonia. Para ello describe las características biofísicas del sistema agrícola prehispánico, con datos obtenidos del estudio arqueológico, que incluyó análisis detallados de flora y fauna. Luego resalta los antagonismos y complementariedades que se pueden anotar en el sistema colonial, visto a través de un estudio de fuentes etnohistóricas, para luego mostrar las transformaciones acaecidas en el medio y los desenlaces del cambio en los modos de producción. En su discusión resalta la riqueza cultural e histórica del área, analizando el espacio con una apertura que no solo refleja una posición naturalista o conservacionista, por lo que permite comprender mejor los espacios transformados por el hombre. Un estudio de los sistemas de producción intensiva de alimentos en los llanos de Venezuela es presentado por Rafael Gassón y Juan Carlos Rey. Los autores analizan el rol de las innovaciones tecnológicas para subrayar su importancia en la estructura económica, el patrón de asentamientos y la organización sociopolítica de las sociedades que las adoptan. Contraponen los modelos tradicionales de presión poblacional y de economía políticamente dirigida para explicar la adopción de nuevas tecnologías que permiten lograr la intensificación agrícola. Los nuevos datos obtenidos en el campo les permite afirmar que las diferencias observadas en la infraestructura agrícola y en la cultura material de las unidades políticas estudiadas se pueden explicar por el grado de control político económico que cada grupo ejercía sobre los productores. Una posición teórica semejante es empleada por Florencio Delgado para tratar el problema de la organización social en la producción agrícola desarrollada en la cuenca baja del río Guayas, Ecuador. El autor busca establecer la importancia que tuvo el manejo del poder de los caiques locales sobre la producción intensiva en camellones. Concluye sosteniendo que la fuerza laboral empleada en la construcción y mantenimiento de la infraestructura agrícola estuvo sujeta a la capacidad organizativa de un grupo cacical importante. Diógenes Patiño presenta la evidencia de campos elevados de cultivo en la planicie costera de Tumaco, Colombia. Relaciona su uso con el desarrollo de la sociedad Tumaco-La Tolita y resalta su importancia en el equilibrio de la economía mixta que caracterizó a esta sociedad. Más cerca del sitio epónimo La Tolita (Ecuador), Francisco Valdez describe la evolución del uso del espacio cenagoso en la llamada Laguna de la Ciudad. Presenta evidencias del drenaje paulatino de ciertas áreas anegadizas al inicio de la ocupación humana en la zona (1000 a.C.). Drenajes que son ampliados en el apogeo de la época del centro ceremonial La Tolita, y que son luego complementados por la presencia de campos elevados de cultivo hacia el final del siglo VIII d.C. Esta práctica se acelera y desarrolla de una manera poco organizada durante los siglos IX a XIII en que sociedades segmentarias se instalan a lo largo y a lo ancho del pantano. La discusión sobre los modelos de poder necesarios para la construcción y mantenimiento de sistemas de campos elevados aboga más por sistemas de cohesión ideológica que por sistemas político-económicos fuertes y coercitivos. La tercera temática fue abordada por varios antropólogos, geógrafos y sobre todo por agrónomos que trabajan en los Andes de Ecuador, Perú y Bolivia. Un estudio ecológico referencial es presentado por Luisa Fernanda Herrera quien hace una síntesis de los trabajos pluridisciplinarios encaminados a establecer la reconstrucción ambiental de la Depresión Momposina (Colombia) a partir de una perforación profunda efectuada en el sitio Boquillas. El propósito de este trabajo fue obtener información detallada y de alta resolución sobre los cambios de clima y vegetación mediante análisis de sedimentología, pedología, geomorfología, palinología, geoquímica, geocronología y arqueología. La descripción de la secuencia Boquillas da un referente necesario para comprender los cambios naturales y antropogénicos que han modelado el espacio y que son responsables de la configuración actual de una de las zonas inundadas más grandes e interesantes de América. Pierre Gondard y Fredy López presentan el caso de los camellones de Cayambe (Ecuador), analizando los aspectos históricos, morfológicos y climáticos que sirven para discutir las funciones y las ventajas que brindan los camellones en la sierra ecuatoriana. Su visión amplia de la problemática contextualizada el sistema en un marco global, suministrando datos que guían la reflexión sobre el tema de los paisajes modelados. Discuten la importancia de la ampliación del ciclo agrícola, mediante el uso simultáneo de albarradas y camellones, que liberan a la agricultura de la sequía estacional. El resultado podría permitir una producción a lo largo de todo el año reduciendo el importante impacto de las fuertes heladas que ocurren en los meses secos en la llanura de Cayambe. El agrónomo Pierre Morlon discute la función de los camellones situados alrededor del Lago Titicaca. Se pone a la visión simplista de interpretar los campos elevados sólo como medios de evitar el exceso de agua. Considera que la modificación estructurada de los terrenos trae un mejor aprovechamiento de los suelos considerados como pobres. Sostiene que la tecnología tradicional andina se basa en el manejo de los factores adversos, como el clima, y la ocupación complementaria de zonas ecológicas diferentes. Así, el desarrollo y el uso de los camellones es un medio para aprovechar los medios húmedos, manteniendo el agua a un nivel óptimo en cada época del año. Elabora en las ventajas que presentan los campos elevados para regular la temperatura y mejorar los suelos mediante sistemas de canales que sirven no sólo para evacuar agua, sino también para traer y mantener la humedad. Discute los problemas y las ventajas ligadas a la reconstrucción o a la rehabilitación de los camellones. El agrónomo peruano Samuel Ordóñez Colque, representa del grupo Piwandes, explica como el sistema de campos elevados, conocido como Waru warus, favorece la producción agrícola atenuando los riesgos que se presentan en la altura. Discute el efecto termorregulador producido en los canales que alternan con las bandas elevadas. Explica que el agua allí concentrada es el principal elemento de captación y de almacenamiento de energía solar durante el día, evitando que el sistema no se enfríe rápidamente por la noche. Sostiene que el efecto tiende a incrementarse con la presencia de mayor volumen de agua almacenada en los canales, por lo que conviene tener superficies superiores a una hectárea para un funcionamiento óptimo. De hecho, el sistema no solo regula un microclima, sino que favorece el crecimiento vegetal mediante el incremento de humedad en la zona radicular de las plantas, fomenta el manejo sostenible de la fertilidad (física, química y biológica) de los suelos, y es un factor decisivo en la disminución de plagas y sales nocivas. Reynaldo Rocha es un agrónomo boliviano del grupo Prosuko que trata experimentalmente del efecto termorregulador en el sistema de campos elevados, conocido en su región como Suka Kollus. Para determinar el comportamiento de las temperaturas sobre la relación canal – terraplén, se experimentó construyendo campos de temperatura considerando datos promedios de los diferentes niveles en periodos específicos donde aparecen las heladas. El resultado del experimento demostró que el uso de Suka Kollus, más que generar microclimas se presenta como un sistema de combate a las heladas a través del control térmico del contraste entre superficies del suelo – agua. Los Suka Kollus se presentan como una solución alternativa al problema de las heladas en el altiplano. Oscar Saavedra es otro agrónomo boliviano que se enfrenta al problema de la baja fertilidad de los suelos, como factor limitante al desarrollo sociocultural de los pueblos. Estima que es posible mejorar el rendimiento aumentado los macro nutrientes en el agua de inundación de los camellones. Para ello propone un experimento en el que esto se logra mediante la introducción de una planta acuática, el Tarope (Eichoria crassipes). Según su modelo experimental se aprovecha la función de captor y vector de los nutrientes que requiere el suelo agrícola, con el cultivo del Tarope en las zanjas inundadas. Estas son vistas como el sustrato de fertilidad, en el que la planta acuática se cría y transfiere al suelo los niveles de fertilización necesarios para obtener mejores rendimientos. La hipótesis planteada se ve verificada al evidenciar un porcentaje de crecimiento agrícola adecuado, por lo que plantea su utilización como abono orgánico para habilitar suelos no agrícolas. En la cuarta temática intervienen tres exponentes. Clark Erickson, uno de los antropólogos más calificados para tratar el tema del manejo contemporáneo de camellones, quien plantea una serie de reflexiones nacidas de la experiencia en dos proyectos multidisciplinarios que él ha dirigido en los últimos 25 años. Sostiene que los paisajes agrícolas tradicionales deben ser entendidos y protegidos, sin recurrir a idealizaciones de una época de oro pasada. Los sistemas tradicionales deben ser respetados y preservados a tiempo y en el espacio, no por que son reliquias (objetos de museo) ancestrales, sino por que son respuestas adaptativas que han pasado las pruebas del tiempo y que han sido capaces de sustentar ampliamente a las poblaciones que los usaban. Insiste en que los paisajes culturales y la gente que los ocupa deben ser reconocidos, valorados y protegidos como tales por agencias nacionales e internacionales como la UNESCO, pues merecen un reconocimiento formal como Patrimonio Mundial de la Humanidad. El valor del estudio científico de los sistemas de conocimiento indígena es su potencial de “documentar, validar, reforzar, promocionar, y revalorar los paisajes agrícolas tradicionales para un público local, nacional y global”. Alexandra Yépez presenta la visión que tienen dos grupos actuales de campesinos que viven en la denominada Laguna de la Ciudad (Esmeraldas, Ecuador) sobre el espacio construido por varios pueblos precolombinos. Sostiene que la adaptación a los diversos medios ecológicos es una respuesta cultural, no estática. Esta respuesta se dinamiza en el tiempo y es percibida, conceptualizada y simbolizada por cada grupo, de acuerdo a la visión que se ha construido de si mismo, en relación a su medio ambiente. La percepción del entorno que tiene cada grupo demuestra formas distintas de captar y explotar un medio que fue modelado con el fin de satisfacer las necesidades de subsistencia. Como en el pasado, el medio es el espacio dinámico que les permite afirmar y reproducir sus identidades, interrelacionándose en un constante intercambio de saberes. En esta misma óptica, Julio Hurtado, investigador nativo de Esmeraldas y asociado desde el inicio al estudio en la Laguna de la Ciudad, da cuenta de su experiencia personal del funcionamiento de los camellones prehispánicos. Analiza las distintas funciones de los drenajes que el ha conocido a través de los años y de sus ventajas y limitaciones en el manejo del medio. Su conclusión es que el sistema de camellones forma parte de medio ecológico en el que está inmerso y su funcionamiento óptimo sólo se da cuando se respetan las condiciones ambientales que mantienen un equilibrio durable en el conjunto de los humedales. Como siempre en todo coloquio lo más interesante se da al final del evento cuando se trata de llegar a una síntesis y de extraer conclusiones significativas sobre el conjunto de datos recabados. Las discusiones que siguieron trataron de varios temas que aparecen como un cambio novedoso en la manera de tratar la temática de la agricultura ancestral y de sus implicaciones sociales para el presente. Una de las ideas que fue cobrando fuerza entre muchos de los asistentes fue el cambio de visión sobre la asociación automática que se ha venido haciendo entre la presencia de un complejo de camellones con un sistema político fuertemente jerarquizado. De hecho, este debate teórico no está aún resuelto, pero la revisión de los casos arqueológicos y etnográficos que ahora se han discutido demuestran que crear, manejar y mantener un sistema agrario especializado no requiere necesariamente de un poder político centralizado. Parecía más bien que una organización comunitaria fuerte, ágil y amplia puede llegar a ejecutar las obras de infraestructura necesarias, al margen de las imposiciones o de al inexistencia de una autoridad estructurada. La discusión de estas problemáticas desde diferentes perspectivas, como la arqueología, la etnohistoria, la geografía y la agronomía ha puesto en evidencia las implicaciones socioculturales de los supuestos teóricos que se repiten sin una evaluación real de todos los factores. Los participantes subrayaron el hecho de que en el coloquio no sólo se intentó exponer datos que se corroboran científicamente, sino que se ha tratado de adoptar una posición como investigadores que se oponen al falso desarrollo de “los pueblos marginados”, supuestamente carentes de conocimientos adecuados para afrontar el futuro. Se insistió en el hecho de que como investigadores de
campo a la mayoría le ha tocado convivir, aprender, experimentar
e intercambiar criterios y experiencias con las comunidades
campesinas que practican sistemas tecnológicos tradicionales.
Esta acción ha permitido constatar las realidades que
conducen al camino de adoptar una posición combativa
hacia las políticas que invalidan los conocimientos ancestrales
que han sido transmitidos en el tiempo y en el espacio por generaciones.
Resistencia a considerar esas antiguas tecnologías como
pasadas, estáticas y subestimadas. Resistencia a la adopción
de modelos o tecnologías ajenas a las concepciones propias
y experiencia del mundo andino. Resistencia a posiciones que
enfatizan la dicotomía hombre-sociedad-naturaleza, que
encubren e instrumentalizan los modelos propios de la globalización,
que rompen con la esencia de los objetivos para los que fueron
creadas las tecnologías andinas. Estas no sólo
solventaron las necesidades materiales de los habitantes, sino
que fueron y son la base de la construcción de pueblos
cohesionados a pequeña, mediana y gran escala. En las
comunidades se deben proponer tecnologías que se dinamicen
y se conjuguen con los modelos y experiencias ancestrales. |