DIEGO IRARRÁZAVAL:

"UN CRISTIANISMO ANDINO"

EDICIONES ABYA-AYALA, QUITO, ECUADOR, 1999. 238 pp.

 


INTRODUCCIÓN



Sentimos que todo cambia y que algo sorprendente- está naciendo. Esto lo captamos cotidianamente, en la medida que encaramos procesos globales. Nos preguntamos ¿a dónde va la humanidad, en este mundo acelerado? Unas personas son escépticas; no se hacen esa pregunta; y sólo intentan disfrutar el aquí y ahora de modo individual. En medio de incertidumbres, de avances y de retrocesos, de errores y ambigüedades, algunas personas confiamos que en medio de ellas se da también la plenitud humana, terrenal, espiritual. No son ilusiones. Hay cantidad de acontecimientos, de modos de creer y amar, que indican la gestación de buenas y bellas realidades. En esta dirección va mi pequeña colaboración.

Esta colaboración forma parte de la dinámica creyente de la población andina. Ella ha ido constituyendo su "cristianismo andino" Es una de tantas hermosas expresiones de plenitud terrenal y transcendental. Es una de muchas sabias respuestas a la pregunta sobre el porvenir de la humanidad. En efecto, el cristianismo andino, como obra de pueblos marginados- esperanzados, está trazando nuevas líneas al interior y más allá de la modernidad globalizada.

A lo largo de dos milenios, han existido y afloran varios, tipos de cristianismos. Algunos han estado incrustados en poderes discriminatorios; es el caso de la cristiandad colonial en indo-america. Algunos han sido desarrollados por las poblaciones autóctonas, negras, mestizas, en nuestro continente.

En esta obra examino uno de los cristianismos latinoamericanos. Lo aprecio y estudio en la región andina, donde conviven quechuas, aymaras, mestizos. Dada la interacción entre formas autóctonas y formas sincréticas, dado el carácter pluri-cultural e inter-religioso del cristianismo vivido por la gente sur-andina, y dado el modo como ella acoge y selecciona lo ofrecido por la iglesia cristiana, me parece que cabe hablar de un cristianismo andino. No se trata pues de la presencia de la institución eclesial en estas realidades; tampoco se trata de la religión cristiana (algo supuestamente universal y contrapuesto a una religiosidad natural). Más bien se trata de la producción y vivencia inculturadamente cristiana, cuyos protagonistas son pueblos originarios y mestizos. Lo andino hoy no es lo cultural y religiosamente puro y segregado de lo moderno (¡esto no existe!). El acontecer histórico hace de lo andino una realidad cambiante y compleja, mestiza, inter-religiosa e inter-cultural.

Voy a considerar -en este vasto terreno- sólo cuatro grandes temáticas. En primer lugar, la espiritualidad. Recojo voces, rituales, festejos, de la vida y la muerte. En segundo lugar, símbolos andinos y la reconstrucción de la modernidad. Hago una lectura de esta realidad inter-religiosa, de la concepción del tiempo, de la sabiduría relacional. En tercer lugar, formas andinas comunitarias y modernas- de hacer trabajo bíblico. En cuarto lugar, la producción teológica, que es polifónica, pneumática, y eco-humana.

Estas temáticas han sido dialogadas con personas, grupos, instituciones andinas; a ellas les agradezco sinceramente que me permiten dialogar, cuestionarme, interpelar los acontecimientos claro-oscuros, aprender y aportar. a fin, es lindo caminar en estas tierras, y compartir sabidurías y energías a favor de un buen porvenir humano. El cambio de época histórica nos exige creatividad y eficacia espiritual. Esto nos es regalado por el cristianismo andino.


Primera parte
ESPIRITUALIDAD TERRENAL



Nuestra trayectoria histórica tiene muchos matices y acontecimientos marcados por tipos de personalidades y de opciones humanas. Lo que se dice de un período y de un grupo humano no se verifica en otras realidades. Sin embargo, uno descubre ciertas constantes y procesos comunes. En nuestros contextos ¿cuáles son las características andinas de la espiritualidad? Me atrevo a trazar unas líneas.

La población andina fue incorporada en la cristiandad colonial y sometida a sus intereses materiales. Luego, la modernidad le ha inculcado afán por el progreso mundano (con sus ingredientes religiosos). Durante estos procesos a la gente le han presentado el imaginario del "más allá"; pero de hecho las estructuras y creencias cristianas han estado enclavadas en los poderes de nuestras sociedades.

En cuanto a los comportamientos creyentes de la gente común, en parte han sido moldeados por dichos procesos; por eso ha existido subordinación a minorías pudientes (ya sea colonial o republicana), y asimilación religiosa del (des)orden social. Pero eso no es todo. La gente andina también ha logrado, en ciertos espacios y momentos, generar su peculiar relación con Dios y con el acontecer humano.

Esta manera de vivir puede ser llamada "espiritual- terrenal". No es terrenal en el sentido de los poderes ya nombrados, ni en términos de una dicotomía cuerpo/espíritu. Se trata más bien de una vivencia espiritual de carácter concreta, cotidiana, integral, que se constata en muchas dimensiones del acontecer andino.

Durante varias décadas interactúo con, y soy alimentado por, esta espiritualidad terrenal. Hablaré pues de lo que me impacta profundamente, y me ha transformando. Intento relatar, entender, disfrutar, realidades multidimensionales. No es tarea sencilla. Además, no es mi mundo de origen. Al interpretarlo, probablemente lo desfiguro. Sin embargo, el hecho de vivir en medio de varias culturas me ayuda a ver contrastes y perfiles de cada uno.

A lo largo de esta primera parte, recojo el sentir y actuar creyente de las personas andinas. Primero anoto el escenario general; presento expresiones cósmicas y sobretodo las rituales y festivas (capítulo uno). Luego examino un caso específico; describo la correlación entre lo indígena y lo cristiano en el lugar donde resido casi dos décadas (capítulo dos). A continuación hago un comentario sobre el arte presente en situaciones de muerte y de violencia social (capítulo tercero). Son tres modos de acercarse a la espiritualidad terrenal de personas y comunidades andinas. Ellas configuran un modo de ser alternativo al de los poderes del mundo envolvente.


Segunda Parte
SIMBÓLICA MODERNA



La gente andina no sólo tiene voces y estructuras propias, también hábilmente interactúa con otras maneras de vivir. A veces lo hace miméticamente (imitando a quienes ejercen la hegemonía social); muchas veces interactúa con otros mundos en base a su propia sensibilidad, pensamiento, espiritualidad. Esto último le permite encarar bien los fenómenos de globalización. De lo contrario, los modos de ser andino son absorbidos y subordinados a intereses ajenos.

En esta segunda parte nos preocupamos de la simbólica andina, al interior de procesos modernos. Algunos analistas no valoran las dinámicas, las formas emergentes, los mestizajes y sincretismos. Por eso, al universo andino lo tachan de tradicional y en vías de extinción; y por otra parte, presuponen que la modernidad sería una sola y que lograría uniformizar a todos los pueblos del planeta. No es así. Vamos a examinar modos andinos de replantear y reorientar lo moderno. También consideraremos constantes y cambios que ocurren en la simbología andina, en especial con respecto a la visión del tiempo. Y, comenzaremos con el complejo universo religioso. Esta es como la matriz desde donde la población andina confronta los fenómenos modernos. La religión no es una realidad simple; comentaré sus rasgos inter-religiosos, y los retos hacia el trabajo eclesial.

Al tratar lo simbólico, lo hago con simpatía y con precauciones. La gente andina es y se siente más libre a través de sus lenguajes simbólicos. Sobresale lo religioso (a lo que está dedicado el capítulo cuarto y buena parte del capítulo cinco). También presentaré con simpatía sus símbolos rituales, míticos, éticos; éstos configuran la identidad y la fuerza humana y espiritual de los pueblos. Por otra parte, elementos nocivos del imaginario moderno se infiltran y cambian los ámbitos andinos. Me refiero a los absolutos del yo, del mercado, del androcentrismo, de una tecnología occidental, del poder sobre la naturaleza; todo esto, mediante formas simbólicas, fascina a la población andina. Entonces, lo que a veces es considerado como simbólica andina, de hecho es una acrítica asimilación de pautas hegemónicas. Por lo tanto, con mucho cuidado hay que interpretar estas realidades ambivalentes.

También estoy atento a personas andinas -con tradiciones profundas y vigentes- que han decidido ingresar a su modo a la modernidad globalizada. Es un hecho masivo: la opción -con sus matices- por el progreso moderno. Este ciertamente tiene grandes valores y beneficios para muchos pobres, secularmente postergados. Pero también hay riesgos y trampas. Siendo un ciudadano moderno, parte de mi labor junto a las comunidades andinas, es detectar las trampas, y afirmar las posibilidades que están en las manos de la población andina-cristiana.


Tercera Parte
INCULTURACIÓN BÍBLICA



Para la población andina, lo moderno conlleva contacto con la palabra escrita y desarrollo personal. Esto ha facilitado el uso de la Biblia. Hoy las comunidades pueden inculturar el mensaje bíblico. Éste les llega -gracias a iglesias protestantes y otras entidades- a partir de mediados del siglo 20, y está llegando a católicos a partir de los años 70. Lamentablemente, han surgido infundadas pugnas entre la Biblia y el modo de ser andino y sus cristianismos. La Biblia ha sido presentada de modo paralelo, y muchas veces en tajante contraposición, a la religión autóctona y mestiza. Son pues más necesarios los esfuerzos por inculturar el Mensaje.

A lo largo de estos años me asombra como gente sencilla disfruta la lectura de la Palabra y gracias al Espíritu descubre en ella sentido para su vida. También constato el protagonismo laical; cada creyente y los grupos de base tienen contacto directo con el Mensaje; esto permite superar su dependencia del clero. Por otra parte, los grupos que comienzan a orar y dialogar con la Palabra suelen pedir un apoyo metodológico.

En este contexto, he ofrecido unas pistas de trabajo. La primera pista tiene como transfondo las comunidades andinas modernas, y cómo a partir de esta realidad, redescubrimos tanto la Palabra como el Espíritu. Si la lectura es hecha en el Espíritu, pueden ser asumidas y replanteadas la religiosidad andina y la responsabilidad histórica. Es la temática del capítulo siete.

Una segunda pista de trabajo se refiere a la espiritualidad y lectura bíblica; veremos cómo las personas interactúan pluridimensionalmente con la Presencia de Dios. En efecto, el modo andino de acoger la Biblia es fundamentalmente orante; además escuchan a Dios mediante la creación (primer Libro) y a través de la Biblia (segundo Libro inspirado por Dios). De esto trata el capítulo octavo.

Mis anotaciones se enmarcan en la gran propuesta de la inculturación. Éste es un proceso hecho por la comunidad eclesial; ella descubre -desde las identidades y proyectos humanos de libertad- la presencia del Dios de Jesucristo. No se trata pues de adaptar el Evangelio al andino/a, ni de una táctica eclesiástica para cooptar costumbres. No. La inculturación atañe a todo; y es un proceso llevado a cabo por las comunidades creyentes. En estas páginas sólo voy a considerar aspectos bíblicos de la polifacética y exigente propuesta inculturadora.


Cuarta Parte
ELABORACIÓN TEOLÓGICA



A los ojos de gran parte de gente orgullosa de pertenecer a la civilización moderna, los pueblo indígenas y mestizos tienen habilidades y conocimientos, pero no tendrían ciencias ni teologías. Se valora por ejemplo la artesanía, la espiritualidad, la visión holística. No sólo existen estos y otros valores. Se trata de pueblos que han pensado y sistematizado, que han generado formas de vida, que tienen proyectos de humanización y ecología.

Al acompañar muchos grupos andinos, me indigna el poco aprecio a sí mismos. Suelen pedirme que les explique algo porque ellos/as no saben. Me elevan a una condición de sabio. Personas de culturas milenarias se devalúan y se comportan como ignorantes. No siempre pasa esto. Pero como ocurre a menudo, he optado por participar y colaborar en los procesos teológicos andinos. En cada ocasión hago un diálogo con su modo de creer, pensar, celebrar. Me agrada mucho como las personas recuperan confianza en sus conocimientos, y a la vez, capacidad para mirar críticamente su realidad y transformarla.

A lo largo de estos años la población andina me enseña que cultiva un modo de pensar y que tienen sus contenidos teológicos. No sólo existen costumbre creyentes, mitos, elementos éticos. Puede decirse que hay un caminar teológico andino. Esto me ha obligado a replantear mi trabajo. No cabe tomar la realidad andina (y las personas) como objeto de labor teológica. Ellas son sujetos y generan dinámicas teológicas. Gracias a su invitación, me he incorporado en este caminar, como colaborador y no como portavoz.

Esto explica el carácter del capítulo "Pensar minúsculo y universal; allí recopilo y comento la teología para que la misma gente andina aprecie más su producción; también me interesa que gente no-andina podamos aprender y aportar a estos procesos. En algunas ocasiones uno tiene que ofrecer elementos nuevos. Es el caso de la pneumatología; casi inexistente en el mundo andino. Es también el caso de la visión histórica (malograda por el sistema educacional); y que requiere sopesar lo cotidiano y su espiritualidad. A esto se debe mi capítulo "Espiritualidad histórica" También me toca apoyar trabajos de justicia y de ecología. En este contexto he elaborado la propuesta de derechos ecohumano -espirituales (mi capítulo 11).

Quien lee estas anotaciones ve que la teología andina es eminentemente simbólica y espiritual; y que también encara retos de la modernidad globalizada. Es pues particular y universal. Ella elabora conceptos y líneas éticas, a partir de lo simbólico y espiritual. Esta metodología es, a mi parecer, un inmenso aporte al cristianismo. En vez de enseñar teología a gente andina, vale aprender y dialogar con sabios y sabias de aquí que nos ofrecen grandes verdades. Y también uno pone su granito de arena.

El libro ha comenzado con la espiritualidad terrenal del pueblo andino; termina con esta cuarta parte que puede llamarse una teología terrenal. Este es un buen modo de acercarnos al misterio del amor de Dios.


CONCLUSIÓN



En nuestra época acelerada y confusa, la humanidad desea encontrar nuevas energías. En Amerindia, comunidades autóctonas y mestizas han forjado un cristianismo andino. A partir de sus buenas raíces, escoge elementos de la modernidad globalizada. Da sentido a la vida y la muerte, y por eso tiene calidad universal. Se trata de energías creyentes, sabias, festivas.

No se trata de un tema de estudio. El cristianismo andino carga el dolor y la esperanza de cada día. Es un modo de creer y amar. Proviene del Espíritu -de Cristo que a lo largo de la historia anima a comunidades a inculturar la fe. Si uno lo estudia, es porque el ser andinocristiano es humanizador, restablece la comunión con la tierra madre, y nos revela rostros de Dios.

Este libro recopila e interpreta una hermosa espiritualidad terrenal. Son voces y acciones de hombre y mujeres creyentes. Sus rituales y fiestas confrontan la sacralización del éxito material y también ofrecen líneas alternativas. Es mi primera parte.

La segunda parte examina símbolos andinos en el contexto moderno. La interacción entre religiones permite con-celebrar el misterio de la vida. Los rasgos rituales, míticos, éticos, del "tiempo amerindio" son relevantes para el cambio de época que estamos viviendo. Subrayo el carácter relacional del paradigma andino. Sostengo que con la espiritualidad y sabiduría andina es posible vivir y morir plenamente.

La parte tercera muestra la inculturación bíblica hecha por personas andinas. Ellas redescubren la Palabra y el Espíritu, en relación a su cultura e historia afectadas por la modernidad. La parte final del libro está dedicada al pensamiento teológico (¡pequeño y universal!), a la pneumatología con sus implicancias históricas, y al derecho eco-humanoespiritual.

A lo largo de estas páginas hay mucho diálogo entre realidades diferentes que se interpelan unas a otras. El universo andino encara la modernidad. La espiritualidad autóctona interactúa con el mensaje cristiano. El afán ecológico se articula con la transformación histórica. Lo simbólico está en tensión con lo conceptual. La radicalidad de la fe se contrapone a las idolatrías contemporáneas.

Puedo añadir algo personal. Estoy dialogando con una realidad distinta a lo que he sido hasta hace veinte años. Ahora me fascina la humanidad polifánica y aprecio la nueva música de Dios que llega a mis oídos. En términos generales, es fecundo el encuentro con personas y realidades social, cultural, espiritualmente diferentes. El cristianismo andino, diferente a otros modos de creer y pensar, nos ofrece riquezas inagotables.

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