El floreo en Lirima Viejo (Tarapacá, Chile)
Juan van Kessel
1. Encuentro en Lirima.
Desde hace dos días han empezado a llegar a la pampa de Lirima los lirimeños para celebrar, en su sitio de origen, el floreo de sus tropas (2). Lirima Viejo, situado en pleno altiplano chileno, no lejos de la frontera con Bolivia (4.000 m. de altura media sobre el nivel del mar y a los 19°52' Lat. S. y 68°51' Long. W.), es una de las pequeñas estancias pertenecientes a la comunidad. Las lluvias de febrero han sido abundantes. El llamado "invierno boliviano" dejó el camino de Poroma a Cancosa (véase Plano de la zona, al final de este trabajo) intransitable, cortado por profundos surcos transversales y derrumbes. En sus mejores partes, se parecía más al lecho pedregoso de un río seco. Sin embargo, algunos jóvenes de Lirima, hijos de don Víctor, manejan como artistas sus bicicletas cuesta arriba. Avanzan lentamente pero sin tropezar, sin importarles la puna y la altura, y como si fuera poco, llevando consigo una carga de 30 ó 40 kilos. Otros viajeros caminan arreando una tropilla de burros cargados con mercaderías. Otros, finalmente, a pie o montando una mula o macho, con sus bultos personales, recorren durante dos días los caminos troperos. Por todas partes reverdece prometedor el pasto de las faldas de los cerros. Los pastores de la comunidad -que cuenta en total con poco más de 60 personas- aprecian este buen augurio durante su viaje desde Lahuani, Mosquito de Oro y San Martín; desde el Salvador y Pucupucune, que cultivan o cuidan sus ganados en las quebradas de Coscaya, Huarache, Poroma, Cultane y Sibaya, o dondequiera cada cual tuviere derecho a pastos o melgas regadas por el sistema de terrazas. Estos últimos asistirán al floreo en calidad de invitados.
Todos los lirimeños se responsabilizan de la fiesta, pero cada familia, por turno, afronta las costas del floreo, cooperando siempre los demás. En este año (1973) le toca el turno a don Víctor Ticuna, uno de los 12 hijos del finado Florencio, de Cultane, portador de una rica tradición familiar y cultural de los llameros de la zona. Este pastor, hoy en sus 57 años de edad, viudo desde hace 6 años, tiene a sus seis hijos estudiando en la ciudad o trabajando con el ganado y los tejidos de lana, en otra parte. Es un hombre de prestigio y muy conocido en la zona, desde Cultane hasta Cancosa, y de Sibaya hasta Poroma. En la Estación de Aguas Calientes (véase mapa) tiene su casa de siete habitaciones, construidas con la técnica ancestral de la vivienda aymará. Allí vive enteramente solo, con su tropa de llamos, sus perros y sus gatos, sus pajarillos enjaulados y unas cuantas gallinas negras con aspecto de jote, en la inmensidad de la Pampa de Lirima; solo, con las fuerzas cósmicas y misteriosas del sol y de los "lugares fuertes"1, con las emanaciones divinas de la fertilidad, el clima, los sueños y los presagios dudosos, siempre procurando estar bien con Dios y la Santa Tierra, sin provocar a los espíritus de los "lugares", los demonios y las almas por un involuntario descuido. Así trabaja, año tras año, con inteligencia y asiduidad, como verdadero empresario distribuyendo su tiempo en tres múltiples tareas: pastoreo, charqueo, hilado y tejido, búsqueda de combustible (leña), cuidado de la cocina, arreglo de sus herramientas, y visita a los "vecinos", y cuida por la comercialización de sus productos (excedentes). Sólo descansa en los días de fiesta.
A una distancia de 5 kilómetros distingue a sus visitantes, y cuando éstos se acercan, los recibe con una amplia sonrisa, satisfecho de verlos llegar a la fiesta. La ceremonia del encuentro es simple: se dan la mano y los viajeros le comunican de inmediato, en estilo telegráfico, las principales noticias que traen. Sin hablar más, don Víctor los lleva a su habitación, sonriendo y atento, y va a preparar té en la cocina humeante y ennegrecida por un hollín de muchos años. Más tarde, se sientan allí a tomar el té con una buena presa de carne de llamo; bien abrigados contra el viento altiplánico, comentan las noticias. En la noche, se prolongan las conversaciones con un buen vaso de vino que protege del hielo nocturno. adelantando así un poco la fiesta del floreo con una especie de "antevíspera".
2. La Víspera.
Al amanecer del otro día, sábado de Carnaval, Eleuterio y Agustín, hijos de don Víctor, con dos primos parten a Lirima Viejo donde su abuelo Florencio construyó una casa y un amplio corral. Es el lugar tradicional para el Floreo. Los jóvenes arrean una tropa de 6 burros con mercaderías, loza, trago, ponchos, y otros elementos necesarios para la fiesta. Agustín vuelve inmediatamente con los burros para traer más carga, mientras Eleuterio y los primos juntan el ganado: llamos y alpacos, pero también ovejas, en total, unas 600 cabezas. Con esto ellos se ocupan casi todo el resto del día. Llevan un poco de charqui y maíz tostado en su saco, como "para engañar el estómago". Regresan con el ganado a media tarde y lo encierran en el corral. A esa hora llegan también, poco a poco, los demás miembros de la comunidad y algunos invitados. Llegan en grupitos a Lirima Viejo, todos muy contentos y cada cual con su gorro en la cabeza y su bulto personal amarrado a las espaldas. Llegan también dos viejos de Cancosa (véase mapa), con su charango y su "mandola" (mandolina), invitados para amenizar el floreo con su música. Lirima también tiene su propia banda instrumental: son los "pumas de la cordillera", los que también se hallan presentes con sus instrumentos.
Don Víctor llega temprano y, como corresponde, sirve y hace servir trago a los viajeros que llegan, aun antes de empezar el ceremonial de la Víspera. Pero, a las cinco de la tarde, ya inician la preparación ritual de la fiesta. No hay autoridades específicas para el floreo, como sucede invariablemente en otras ocasiones: v. gr. mayordomo o alférez. Los jefes de familia, más bien los ancianos, son aquí el grupo de prestigio que hace la fiesta, y, entre ellos, particularmente don Víctor a quien corresponde esta vez aportar un llamo para la Huilancha; por lo demás todos, hasta los jóvenes y los niños, cooperan en cumplir el ritual. Mayormente no importa quien lo hace; solamente interesa que se haga y se cumplan puntualmente todas las ceremonias, según la tradición de los abuelos, que misteriosamente están presentes en este lugar. Fueron ellos los que vivieron y trabajaron aquí, los que construyeron casa y corral y enseñaron a sus hijos todo lo que debe hacerse en esta oportunidad. La "casa de Víspera" es la casa de los abuelos. Allí se junta toda la gente.
Ya está la mesa que recibe, poco a poco, los elementos rituales, mientras los primeros tragos acompañados de los gestos y palabras convencionales, crean un ambiente de alegría y respeto, ambiente natural para vivir la tradición. No es simplemente cumplir un ritual : es cosa de la sangre y parte de la vida misma de los lirimeños.
No solamente el trago y la coca están sobre la mesa. Allí han depositado también tres fardos de trenzados. Son éstos las ticas, las hondas y los chacos2 Están también las "flores" la lana coloreadas en vivos colores (rojo, azul, etc.) destinadas a adornar los llamos. Estas son chuspas, aretes y chumbas. En materia de bebida, hay vino, pusitunka (alcohol de caña de 40º) y alcohol puro. Luego están la kupala, tipo de resina que traen de Bolivia y que es una especie de incienso que se quema en honor de la Santa Tierra, los "lugares" y el ganado, pero no en honor de Dios. Para el Señor hay otra resina a la que se da el nombre de incienso. Este elemento está también presente, al igual que la colla que es una hierba seca destinada a un sacrificio de holocausto. La colla está preparada, es decir, se presenta ya como el producto de la mezcla de un poco de kupala, con azúcar, fruta, pastillas picadas, y unto: grasa del pecho del llamo. Esta mezcla será un sacrificio, una "atención para la tropa", según dicen. Está, además, la mesa del "awatiri", o pastor. Este pastor es un gato montés embalsamado, que porta todos los atributos del pastor, es decir la chuspa, la tica, la honda. El "awatiri" está adornado con lanas de color al cuello. Le corresponde cuidar el ganado, pero presenta, al momento de ser visto por este investigador, un aspecto deplorable. ¿Es tan viejo, que se ve arruinado de esta manera?, pregunto a Enrique, mi guía e intérprete de la ceremonia. "No es tan viejo, es que lo huascan ["huasquean"] también cuando se pierden animales de la tropa. Pero ahora lo festejan, no más", contesta.
Finalmente, se encuentra una puruña o jarro de greda con dos orejas, que contiene la yumpaja: mezcla de maíz molido y pétalos de claveles traídos de la quebrada de Poroma.
Los brindis se continúan uno tras otro ; se recuerda el ganado, los difuntos, y se hacen votos "para que sea buena la hora". Los viejos, hombres y mujeres, intercambian la bolsa de coca (chuspa). Animan a los cantores de Cancosa, para que alegren con su música la fiesta. Ellos ejecutan su música y los cánticos ancestrales en lengua aymará, que expresan una alabanza y cariño a la tropa.
Enrique explica : "son cantos a los animales ; claro que nosotros no sabemos aymará, pero en Cancosa y en Isluga, sí lo saben muy bien. Nosotros lo tenemos como una tradición que nos han dejado los veteranos antiguos. Nos han dejado eso y siempre lo conservamos, para cumplir lo que nos han dejado anteriormente. Claro que no idénticamente, si ya son muchos de nosotros que hemos olvidado tocar la mandola. Ya no lo sabemos. El único que sabe es mi tío Víctor, y mi tío Severo también sabe. Nuestros abuelos tocaban bien, pero no tenemos mandola ahora. Tenemos, pero sin cuerda. Así que contratamos siempre la gente de Cancosa o Isluga para que vengan a cantar, porque es una fiesta que hacemos al ganado y para los lugares, y así esperamos que para el próximo año
haya más crianza, más producto. Por eso se ofrece también un regalo a los lugares, para que le den más pasto (al ganado), que no escondan lo que tienen, sino que den todo".
Esta explicación va con el trasfondo de música de mandola y charango con los cantores de Cancosa.
A las 8 de la noche la señora Vicenta encuentra que ya es el momento propicio para la ceremonia principal de la Víspera; la preparación de las chuflas. Ella toma la iniciativa y manda a su hija a buscar un chal de vicuña que todos los años se usan en esta ceremonia (véase Figs. 1, 2 y 3). Lo extiende en el suelo frente a la mesa y coloca tres botellas con agua alineadas y enseguida agrega a la primera los pétalos de claveles, a la segunda confites3 picados y a la tercera maíz blanco. Enrique explica: "Las chullas son para “limpiar” el ganado (de mal y maldición); pasado mañana rociarán a todo el ganado con las chullas. No tenemos rosas, pero con clavel también se hace la primera chulla. Falta el maíz negro, porque no tenemos; hay maíz blanco no más, pero son cuatro las chullas: primero la rosa, para que el ganado tenga más producto, como la flor, cuando revienta tiene bastante hoja. Después viene el maíz negro. Después el maíz blanco. El blanco es para que todo quede sano, libre, sin ningún mal ni enfermedad. Y al último viene el confite, pero yo no sé para que es el confite, y del maíz negro tampoco tengo entendimiento, pero así se hace". (véase Figs. 2 y 3).
Las botellas quedan ahí en el centro de la casa, y los tragos y brindis, la música arcaica y moderna, siguen hasta la medianoche. Los cantores bailan también con sus versos. Es un baile que imita el diálogo entre pastor y ganado; entre pastor y dueño del rebaño; donde mutuamente se quejan y se echan pullas el uno al otro. Muchos de estos versos son en aymará. Otras frases son una mezcla de castellano y aymará. Los cantos con en aymará puro. Los presentes los aprecian mucho y entusiasman a los cantores a seguir y a cantar otro y otro canto. Pero también "Los Pumas de la Cordillera" ofrecen sus números bailables. Son huaynos y cumbias, donde las segundas prevalecen e inducen a la juventud a bailar. La celebración de la Víspera dura hasta la medianoche. Asisten en total unas 40 personas. Enrique además de tocar el trombón en la banda, está continuamente atento a que no falte ningún detalle y coopera en servir el trago. No tiene más de 23 años, pero se responsabiliza del buen desarrollo de la fiesta igual que sus parientes ancianos. Cuida particularmente de que los invitados sean bien servidos y que no tomen en exceso. Todos están contentos cuando se acomodan a dormir en la casa de baile o en una de las otras dos habitaciones del lugar.
"Mañana viene más gente", dice Enrique cuando se quita las ojotas y se envuelve en su poncho para dormir.
3. La Huilancha
En la mañana del domingo, día del floreo, a la primera luz del sol, sale una procesión de unas 15 personas, algo desordenada, de las habitaciones hacia el corral de los llamos, situado a unos cien metros de distancia y a unos 6 metros más arriba de la falda del cerro. Son sobre todo los viejos los que cumplen con el ritual del sacrificio llamado Huilancha. La juventud sigue durmiendo un rato más. Su asistencia no es necesaria y lo único que importa es que se verifique la huilancha y que ésta se haga en su forma tradicional. Son los viejos los que deben cumplirla.
Los cantores van cantando y tocando sus instrumentos. Los viejos, hombres y mujeres, llevan las tres chullas al corral. Llevan también brasas ardientes, la colla, el trago y la coca, el chal y lakupala. En el corral dejan sobre la mesa de piedra, cubierta con el chal, estos elementos. Los cantores se sientan sobre una larga banca de piedra que se encuentra al pie de la pirca norte. Don Víctor sirve trago. Challan y piden la venia. Ponen las brasas sobre una segunda mesa de piedra que es un altar ubicado en el centro del corral, entre la mesa de piedra y la puerta de entrada. Los llamos se agrupan a ambos lados del altar. Sigue el canto y los asistentes toman "el caliente", que esta mañana es un cóctel en base a té, pusi y clavos de olor. Queman la colla sobre el altar, brindan un trago y echan hojitas de coca sobre el altar. Se retiran a charlar y a tomar un trago juntándose alrededor de la mesa y los músicos.
Unas llamas se acercan al altar, al olfatear el humo fragante de la colla.
"La colla es un regalo que se le hace al ganado", dice Enrique.
Finalmente dos hombres se acercan al llamo escogido para el sacrificio, que es un macho, blanco y tierno, de un año. Es de la tropa de don Víctor. Lo agarran, lo llevan fuera de la puerta del corral y lo amarran. La señora Paulina, hermana de don Víctor, trae las chullas de la mesa del corral y las coloca en su ubicación debida en presencia de la víctima. Don Víctor le corta la garganta al llamo, y su hermana, la señora Vicenta, junta la sangre en una fuente. Paulina echa un poco de cada una de las chullas en la fuente con sangre. En seguida doña Vicenta saca un jarro lleno de sangre de la fuente y la desparrama sobre la tierra, diciendo : "Para ti Pucupucune". Desparramando otro tanto de sangre dice: "Para ti Tucuruma, para que estés conforme". Otra ola de sangre: "Para El Salvador". Otra ola : "Para ti Chancahuano, para que este año des mucho pasto". y así para todos los lugares donde los animales acuden con más frecuencia : Rinconada, Socono, Andrés Quihuata, Lirima, Huaynacucho y Junnuna. Terminado el ritual de la Huilancha, la señora Paulina lleva las chullas al corral y las guarda en la ventanilla que se encuentra en la pirca norte, frente a la entrada. Después se nombran cuatro jóvenes que este día deberán pastorear el ganado, y éstos salen con la tropa. Los demás van a la casa, con excepción de dos jóvenes que se quedan para pelar y carnear el llamo sacrificado. En la casa siguen los viejos brindando para el ganado y recuerdan a los difuntos prendiendo alcohol y quemando en su fuego hojas de coca para los antepasados, a los que llaman con su nombre, y especialmente para los abuelos que vivieron en Lirima Viejo y que antes cumplían esta ceremonia para sus abuelos, celebrando la misma liturgia del floreo en este lugar.
A las 10 de la mañana ya preparan el almuerzo comunitario. Todos aportan algo: papas o fideos, pan, arroz y otras cosas. Pero don Víctor pone el vino y la carne, que es del llamo sacrificado esta mañana ; ésta es asada en el horno del pan que se encuentra en el patio. Es una comida festiva, celebrada en una mesa larga aderezada en el patio. Los comensales se cuidan de comer toda la carne: nada debe sobrar o perderse. Cuidan también los huesos: los guardan en el plato. Perros y gatos no tendrán nada de estos huesos, porque deben ser enterrados con cuidado, devolviéndolos así a la Santa Tierra que da la vida y el sustento al ganado, generosamente. Cuero y lana del llamo sacrificado son destinados al culto: su valor en dinero se destina al templo de Cultane, que es el santuario de referencia de la Comunidad de Lirima.
4. El Floreo
A las 2 de la tarde ya vuelven los pastores y encierran el ganado en el corral. "Cuatro pastores no es mucho", dice Enrique ; "otras veces se puede hacer el trabaje entre dos, pero en el día del floreo los llamos siempre se ponen más bellacos, más espantones. Especialmente para encerrarlos a esta hora cuesta mucho".
Después del almuerzo, todos —lugareños e invitados— se dirigen al corral (ver Fig. 4), llevando todos los elementos que desde la noche anterior estuvieron expuestos sobre la mesa y fueron preparados. Ahora llevan también el incienso. La gente se sienta sobre la banca o se queda de pie allí mismo. Se sirve trago "para agarrar fuerza y para animar a los jóvenes que van a amarrar los llamos: es trabajo de fuerza", así explica Enrique. Ponen brasas sobre el altar de piedra, queman colla y kupala para el ganada y la Santa Tierra e incienso "para el Señor"; "porque el Señor dispone y la Santa Tierra da, produce", así me cuenta mi guía.
Después de estas ceremonias empieza el trabajo : Primero amarran los relinchos, que son los padrillos de la tropa. Se les amarran las patas traseras con el chaco junto a la guata del animal, de manera que se siente sin poder levantarse. Cada familia mantiene uno o dos padrillos para su rebaño y éstos suman seis en total una vez amarrados, los arrastran al altar humeante de colla y los sientan allí, alineados, entre mesa y altar, con sus cabezas hacia el oriente. Las señoras y señoritas presentes se ocupan en adornar allí los relinchos. Amarran flecos de lana teñidos en colores vivos, a la lana natural del animal. Le ponen los aretes más grandes y abundantes a las orejas y una chuspa llamativa al cuello junto con la campanilla. "Las corbatas son para los padrillos no más".
Cuando los seis relinchos están así adornados con gran lujo de lana multicolor, descansan todos del trabajo, que realmente es de hombres adiestrados y fuertes, porque los padrillos son grandes y fuertes y se defienden bastante. Descansan y toman un trago "para sacar fuerza y seguir trabajando".
Después corresponde a los demás animales grandes, las hembras. Donde las pescan, las amarran y adornan, pero no tan abundantemente como a los padrillos de la tropa, y tampoco las llevan "a la mesa de la colla".
Finalmente se amarran y adornan los animales nuevos. A éstos se les pone también la marca4 en esta oportunidad. "Cada familia tiene su marca, sea cual sea; como por ejemplo: cortan la oreja derecha en la punta, o una media luna en la izquierda. Así hay diferentes marcas", así explica Enrique. Los pedacitos cortados de las orejas no se pierden, sino que los dueños los guardan cuidadosamente en una chuspa usada.
Cuatro animales nuevos —los machos más bonitos, destinados a ser los futuros procreadores— son adornados con más cariño y lujo de flores. Estos son llevados también al altar de la colla y ubicados al lado de los relinchos. Los cantores, entretanto, no han dejado de cumplir con su tarea.
Terminadas todas estas faenas, los pastores descansan del trabajo y toman otro trago, que sirve don Víctor. Finalmente quitan los chacos con que el ganado está amarrado. Todos van a la casa y se pasan la noche escuchando los versos cantados al ganado y bailando los bailes antiguos del floreo y los modernos que "Los Pumas" amenizan con su banda.
5. La Despedida del Ganado
Al día siguiente, temprano, corresponde despachar el ganado. Todos, viejos y jóvenes, están presentes cuando se abre la puerta del corral. Allí están don Víctor y sus hermanos, cada uno con una chulla en la mano. Los Ilamos salen uno a uno; los primeros lentamente, pero después apretándose para salir, y cuando pasan por la puerta angosta reciben -como gesto de despedida- una bendición en forma de aspersión con las tres chullas.
"Salé el ganado libre y sale contento", así interpreta mi guía el espectáculo, que realmente es una gran satisfacción para sus dueños y todos los asistentes. El corral queda desocupado. Se aleja la tropa y la gente queda mirando, acompañándola un buen rato con la vista. Vuelven a la casa y cantan nuevamente versos al ganado, hasta el almuerzo.
En la tarde se reúnen nuevamente en la casa "para el recuento del producto". Los dueños ponen sobre la mesa las chuspas que contienen recortes de las orejas de los llamitos nuevos. Los challan con coca y trago y queman nuevamente un poco de kupala. Don Víctor sirve trago a todos los asistentes y en seguida los dueños, acompañados de un "secretario", abren a la vista de los asistentes su chuspa y cuentan los recortes. Proclaman el total del ganado nuevo y reciben el aplauso de los asistentes. Así hace cada dueño con su respectivo secretario. Después del recuento juntan cuidadosamente los recortes y los guardan en la chuspa.
"¿Para qué guardan los recortes?", es mi pregunta.
"Los guardan un tiempo con el awatiri (pastor), pero después los llevan al corral, allá hacen un hoyo y los entierran hasta que se descompongan con el mismo guano. No dejan que se los coman los perros o los gatos".
6. Las fechas del floreo de auquénidos (Lirima) y de corderos (Lahuane).
En Lirima la comunidad celebra cada dos años el floreo de los liamos. El segundo año se hace en esa fecha —o a veces en otra fecha próxima— una celebración más resumida que consiste en la simple cuenta del producto nuevo; esta ceremonia comprende: un sacrificio de llamo macho hecho en la madrugada, y un adorno simple y somero de la tropa; la marca y el recuento de los nuevos llamos y una comida comunitaria, pero con sólo la asistencia de los parientes más cercanos del dueño de la tropa. Cabe anotar también que la comunidad posee además tropas de corderos —"éstos tienen su casa en Lahuane"— explicó Enrique; (éste es un terreno de pastos de unos 60 km2., situado a unos 25 kms. al oeste de Lirima y a una altura de sólo 3.200 a 3.600 metros). "A los corderos se les hace el floreo en Lahuane, todos los años, el día 24 de junio, en la fiesta de San Juan. Pero también se hace el recuento del producto en diciembre, porque los corderos arrojan dos veces al año, y se hace el floreo todos los años porque los corderos necesitan más fuerza para parir dos veces al año. Allá recordamos otros lugares, como son: Lahuane Chico, Lahuane Grande, Marcos Anda, Transa, Noroncayo, Chachacumane, Molle, Luya, Mosquito de Oro, Fundición, Crucero, y así muchos otros lugares y todos se recuerdan en la fiesta de San Juan".
"¿Qué tiene que ver San Juan con los corderos?", pregunto.
"Se dice que San Juan era pastor de ovejas, porque me contaron mis padres y abuelos, pero no estoy muy enterado de la historia; quizás otro la sepa mejor. Pero una parte la puedo contar. San Juan era un pastor tan igual como lo encontramos en muchas partes. Tenía muchos corderos. Después tocó que los corderos lo hacían andar mucho. Buscaban pasto por todas partes y se desparramaban por todos lados. Entonces San Juan se encontraba aburrido de caminar y caminar y los corderos nunca quedaban satisfechos. Entonces él le cortó la guata y le sacó —según dicen— un poco de tripa para que no comieran tanto, para que no le hicieran andar tanto; y así lo hizo. Y justamente el cordero tiene una parte como que le han cortado algo. Es el librillo del animal, pero es natural. En la piel se ve como una cicatriz que le han hecho y coincide con la historia. Pero San Juan en algunas imágenes está durmiendo, porque después de tanto caminar y sacar panza a los corderos y encerrarlos (en el corral), estaba tan cansado que se echó a dormir, el 23 de junio. Total, él siguió durmiendo y como estaba tan cansado pasó el 24 y 25 durmiendo y el 26 se recordó, pero ya se había pasado su día. Y él siempre dice que "para el próximo año no me quedo dormido", pero siempre pasa lo mismo, ya que los corderos lo hacen andar tanto. Bueno, ésa es la historia de San Juan".
Referente a la fecha del floreo de los llamos, cabe agregar que solamente en Lirima lo celebran los días del carnaval. Según explican los pastores de Lirima, en Cultane lo hacían el día 26 de diciembre; allí, la fiesta empezaba realmente con una antevíspera, en que los pastores hacían, en la Nochebuena, llamitos de greda, como una oración-deseo expresado en formas materiales al Niño Dios. Actualmente esta ceremonia folklórica persiste en Lirima en su fecha original; de modo que se han separado las fechas de la antevíspera y del floreo.
Notas
1 Los "lugares fuertes", de los que hablan con sumo respeto y temor los lirimeños, son una supervivencia del antiguo concepto pan-andino e inca de "huaca" o lugar sagrado. Sabemos que los indígenas peruanos y aymarás, aun muchos años después de la Conquista guardaban "los ritos y ceremonias de su gentilidad, haciendo culto y adoración al demonio, en piedras, cumbres de cerros, cuerpos muertos, fuentes, lagunas, árboles y otras muchas cosas..." (Lobo Guerrero, Bartolomé, 1614; en Duviols, 1966: 507). En estas comunidades de altura, tan aisladas durante toda la Colonia y aun en la actualidad, no sería extraño suponer un alto grado de supervivencia de elementos de su cultura religiosa. (Cfr. Tschopick 1963: 558-559).
2 Ticas: son sogas o lazos de lana trenzada, destinados a amarrar los animales cuando son usados para carga. Sólo se portan en día de fiesta y se usan (por los pastores) cruzadas al pecho, como adorno ritual del pastor en este día del floreo. La honda también es un adorno ritual del pastor en este día, al igual que la bolsa de coca (chuspa). Los chacos son lazos de lana trenzada, con que se amarra el animal, sentándolo en el suelo, para el marcaje.
3 Es una especie de caramelo, traído de Bolivia. Con él reproducen figuras, v. gr. la Virgen, San Martín de Porres y otros. Estas figurillas alcanzan una pulgada de altura por término medio
4 Estas marcas son hechas mediante incisiones o cortes, que toman diversas formas. Se hacen en las orejas del animal, y pueden ser una o dos, en una misma oreja. Señalan con precisión al propietario del animal así marcado. El marcaje es también un acto ritual, por cuanto los trozos, una vez cortados, se guardan para el recuento final, y por último, se entierran con veneración.