Nancy Alanoca Astigueta
Realidades, leyendas, mitos, costumbres, tradiciones, rituales, decires, sentires, leyes… acompañan a la “pacha mama”, pintándola de verde y alimentando a seres vivos en el desierto más árido del mundo.
Al contemplar un paisaje en la precordillera de Arica y Parinacota es posible ver las terrazas aledañas a los poblados, cual libros abiertos y escritos, mudos testigos del acontecer de tiempos pasados donde niños, padres, abuelos, compadres y viajeros junto a sus animales, disfrutaban aire puro, trabajo cotidiano, fiestas de la costumbre, cultivos y producción limpia que sustentaban la vida en la montaña y permitían compartirla con familiares y amigos del altiplano, valles y costa. Cada cierto tiempo se hacían viajes de “negocios”, donde era común el “trueque”, especialmente entre pobladores de precordillera y tierras más altas de una misma cuenca.
Agua y Tierra son los ejes más importantes del paisaje, porque son creadores y criadores de vida. Se debe considerar junto a ellos, el valor de las toponimias; cada sector tiene un nombre aymara que le da significado al lugar. Por ejemplo, “Rosasani” es lugar de rosas, “Ciruelani” (lugar de ciruelas), los canales principales y subcuencas toman el nombre del sector donde riegan; así se encuentran en Belén el río Belén con sus canales: Quipaquipani, Pairumani, Ancoñoquene, Calapampa, Molinos, Casirca, Aquechoco, Yarani, Caichaca, Chaquiri, Mullinjata, Chajpa, Colcapata, Chuñopampa, etc. En Saxamar están el canal toma Grande, Niquela, Chuculjaya, Misa Calane, Chakjati 1 y Chakjati 2, Sillani, Pumani, Cardón Grande, etc. En Timar existen los canales de Jalzuri, Perazani, Rosasani, Cawiñani, Pitujuni, Chucalli, Pampa Llapu, Visllujo y Río Timar. Se puede observar que hay nombres en subcuencas distintas que se repiten y, en general, hay microclimas donde la producción es diferente. Profundizar este aspecto lingüístico será descubrir mayores antecedentes de trabajo y producción.
Estos nombres aymaras existen desde hace miles de años y los cultivos han variado muy poco. Los pueblos de precordillera se han ido despoblando por la migración hacia la ciudad. Hay población envejecida, falta de capital y fuerza de trabajo, exceptuando el poblado de Putre que, al convertirse en capital de la provincia de Parinacota, ha acogido más residentes y cuenta con oficinas públicas, mayor oferta hotelera y servicios diversos.
En los poblados de precordillera aún persiste la producción limpia y hay superficie de tierra en descanso. El clima no permite la proliferación de plagas como en los valles bajos y los alimentos patrimoniales tienen alta calidad alimenticia, pero la baja producción está condicionando su desaparición. Es preciso incentivar y proteger estos recursos, valorizando la tecnología andina y la cultura propia; propiciando planes, programas y proyectos que partiendo de la sabiduría ancestral puedan armonizar con lo actual, sin dependencias ni contradicciones, respetando el conocimiento inmaterial e incentivando a jóvenes y adultos a embellecer su paisaje y mejorar sus condiciones de vida, vendiendo productos limpios a precios justos (Alanoca, 2016).
El Código de Aguas vigente no es lo mejor; considera el agua como mercancía y ha desatendido la organización andina donde el derecho consuetudinario puede tener mayor eficiencia y eficacia en la administración y distribución de este bien tan preciado. Se han vulnerado los derechos de usos y costumbres anteriores a 1981, con la consiguiente pérdida del patrimonio cultural comunitario (Alanoca, 1986).
El manejo endógeno reglamentado localmente es entendido por la comunidad y utilizado en gran parte de sus cláusulas, en especial en lo referente a derechos de agua heredados por comunero. Se fundamenta en la Doctrina “De la Apropiación Previa y Uso Beneficioso”. EL primero en el uso es el primero en el derecho; y el uso beneficioso es la medida de ese derecho. Los derechos endógenos entran en conflicto con la legislación actual, que dispone que la asignación del agua debe especificar un derecho expresado en unidades de volumen por unidades de tiempo para la unidad de superficie, sin determinar la periodicidad de la asignación y cuya utilización es de libre disposición del usuario. Esto implica el supuesto que el canal es constante y permanente en el tiempo, lo que no es efectivo en relación al recurso agua en la región.
CINCO CUENCAS HIDROGRÁFICAS DISTINGUEN ESTA REGIÓN:
ATLAS DEL AGUA, Chile 2016
Cuenca del río San José. Cuenca preandina, compuesta por dos subcuencas: la del río Tignamar, río Belén y río Murmuntare (ubicada en su parte alta) y la de Azapa o del río San José (ubicada en su parte media y baja) (Niemeyer; Edwards 1991).
Cuenca del río Lluta. Sus principales afluentes son el río Azufre y las Quebradas de Caracarani, Colpitas y Socoroma.
Cuenca de Camarones. Es la última de norte a sur, en la Región de Arica y Parinacota. Posee dos subcuencas: Camarones y Chiza.
La Quebrada río Camarones corresponde en un 42% a la Región de Arica y Parinacota y en un 58% a la Región de Tarapacá.
Las cuencas altiplánicas (endorreicas) en un 40% corresponden a la Región de Arica y Parinacota y en un 60% a la Región de Tarapacá.
Cuenca de Codpa – Chaca. Compuesta por la Quebrada de Vítor.
El primer Atlas del Agua de Chile (2016), elaborado por la Dirección General de Aguas del Ministerio de Obras Públicas, optó por agrupar las regiones en cuatro Macrozonas, en razón de sus factores hidrográficos, orográficos y climáticos, atributos que mantienen cierta afinidad y coherencia: Macrozona Norte, corresponde a Arica y Parinacota; Macrozona Centro, Macrozona Centro, Macrozona Sur y Macrozona Austral. La Macrozona Norte es la más seca de Chile. Con uno de los paisajes más áridos del mundo, gran parte del territorio es cubierto por el desierto de Atacama, cuya extensión alcanza los 180.000 km2. Pese a esta condición y a las escasas precipitaciones, algunos cursos de agua dan vida a valles, oasis, quebradas y salares que albergan vegetación y fauna acondicionada a la aridez.
Siguiendo el cauce natural de las aguas, de cordillera a mar, éstas deben distribuirse de “cabecera a pie” y en orden de “toma y acequia”. Así lo reglamentaron las antiguas culturas de los Andes. En esta región el manejo de las aguas fue organizado y administrado por los propios usuarios desde tiempos inmemoriales; la evidencia más cercana la proporciona “El libro de Aguas de Belén”, 1911-1968.
LOS ASPECTOS GENERALES DE ESTE MANEJO ENDÓGENO SON:
Los cargos descritos tenían una duración de un año, eran elegidos por la Asamblea de Regantes y recibían como pago “goces de agua”.
La asignación de agua, “mita” o “mitación de agua”, se distribuye en base a los siguientes principios: Orden, Prioridad, Tiempo, Eficiencia, Honradez, Responsabilidad y Justicia.
Cada topo de tierra tenía su ración de agua y la primera prioridad la tenían los cultivos de orégano y chacra; los majuelos tenían un trato especial.
Actualmente todo ha sido traducido a acciones de agua, cuyos tiempos son distintos; en Azapa una acción equivale a una hora de agua con el caudal que corresponda, en precordillera una acción equivale a 10 minutos.
Durante las grandes sequías se reunían representantes de la cuenca y decidían aumentar o reducir sus cultivos a la mitad o a la cuarta parte, según los ciclos de año lluvioso o seco y los bioindicadores climáticos.
Finalmente, se ha observado que el liderazgo en organizaciones de regantes lo lleva generalmente la mujer, quien es más cuidadosa, ordenada y responsable.
En Lima, Perú, en febrero de 2003, se tuvo la oportunidad de asistir junto a 25 profesionales y dirigentes andinos de Latinoamérica a reflexiones y análisis sobre la Visión Andina del Agua, llegando a la siguiente conclusión:
El agua en la cosmovisión andina, si bien tiene particularidades de acuerdo a las distintas culturas indígenas existentes, a la diversidad de áreas ecológicas, a las diferentes ubicaciones de las cuencas y a los niveles de organización social (comunidades, caseríos, parcialidades, ayllus, etc.), existen comunes denominadores que deben ser mantenidos y respetados.
Para los pueblos andinos el agua es mucho más que un recurso hídrico.
El agua es un ser vivo, un ser divino, es la base de la reciprocidad y complementariedad (porque permite la integración de los seres vivos, la articulación de la naturaleza y la sociedad humana, es la sangre de la tierra y del universo andino). El agua es un derecho universal y comunitario, es expresión de flexibilidad y adaptabilidad, es un ser creador y transformador.
PROPUESTAS
Cualquier inversión privada en el sector hídrico debe someterse a estos criterios.
En las cuencas andinas, el recurso agua se genera en las partes altas, pero por lo general beneficia a las partes bajas. Las políticas hídricas deben priorizar mecanismos adecuados para el beneficio equitativo, que garantice una mejor calidad de vida de los pobladores de las cuencas altas, que son los menos favorecidos.
IECTA, Instituto para el Estudio de la Cultura y Tecnología Andina – Museo San Miguel de Azapa Km. 12 – Arica, Chile – © 2023 Todos los derechos reservados