Por el compromiso con nuestros lectores, en la Biblioteca de Antropología Andina (BAA) – IECTA, estamos actualizando constantemente la bibliografía con el objetivo de ofrecer un mejor servicio a los estudiantes, docentes, investigadores y público en general. Para lo cual presentamos algunas de las obras que tratan sobre temas del mundo andino:
Johanna Corrine Slootweg
Arica – Chile
CONADI
2018
Pág. 73
INTRODUCCIÓN
La historia oral de las personas mayores contiene un invaluable tesoro para el rescate de la memoria de la cultura aymara. Hasta la fecha se ha prestado poca atención al registro de las vivencias personales y comunitarias de las personas especialistas que dedicaron gran parte de su vida a la medicina tradicional, los yatiri, usuyiri (parteras/parteros), qulliri y componedores de huesos. Este grupo, mayoritariamente por sobre la edad de cincuenta años que practicaba o sigue practicando en un contexto político y legalmente cambiado, refleja en sus prácticas, creencias, convicciones y conocimientos relacionados con principios fundamentales de la cosmovisión andina, siempre heterogénea, siempre adaptada a contextos locales o historias personales o ancestrales.
En este libro se aborda la recopilación oral de los testimonios de historias de vida y prácticas de sanación de un grupo de doce especialistas médicos aymara provenientes de las comunas rurales de la región Arica y Parinacota. Se trata de componedores de huesos, usuyiri (partero/parteras), qulliri (especialista en hierbas medicinales) y yatiri, casi todos mayores de cincuenta años, y varios de ellos por sobre la edad de setenta años. Siete de ellos se definen como católicos tradicionales aymara, y cinco, aunque iniciaron su experiencia como especialista médico andino católico aymara en el trascurso de su vida, se convirtieron a distintas iglesias evangélicas (Evangélicas Pentecostales, Testigos de Jehová, Adventistas), pero siguen practicando, o practicaron hace poco, como especialistas médicos andinos. De los doce especialistas médicos andinos, ocho (tanto católicos como evangélicos) trabajan o han trabajado incorporándose a las Rondas Médicas Rurales en las comunas de Gral. Lagos, Putre y Camarones del Servicio de Salud de Arica, que funcionan hace aproximadamente una década, y los otros solamente han trabajado por su cuenta.
En este libro se presentan testimonios orales de la iniciación de sus carreras como especialistas médicos andinos, sobre las prácticas de recompensa de sus servicios y reciprocidad con los pacientes. En sus historias orales también se perciben dimensiones personales de relaciones de conflictos o de cooperación con los representantes del estado, y con las diversas autoridades gubernamentales locales al ejercitar sus prácticas de sanación. Además, se presentan también historias orales de prácticas de sanación de diversas enfermedades clasificadas en el mundo andino de parte de los yatiri, qulliri, parteros y parteras, luego, los testimonios orales de las prácticas de los componedores de huesos, etc.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, las comunidades aymara de la Región de Tarapacá de entonces están sujetas a transformaciones sociales profundas relacionadas con los procesos de modernización, y que en el ámbito religioso llevan a distintos tipos de iglesias evangélicas a establecerse en el seno de las comunidades aymara. En las primeras décadas, este tipo de evangelización trae consecuencias de un rechazo profundo de todo lo que es la cultura aymara. Podemos suponer que también implicaría una tendencia en las comunidades: determinados grupos sociales renegarían de las ceremonias y prácticas tradicionales de sanación de la medicina tradicional aymara, reemplazándolas quizás con sanación a través de la oración o imposición de manos por parte del pastor evangélico o de parte de los miembros de estas iglesias que ha sido bendecidos con dones de Dios para sanar a los enfermos. O quizás, optarían por las ventajas de la biomedicina y sus medicamentos entregados en clínicas gratuitas de las iglesias adventistas en los países de la microrregión andina, con sus terapias, dietas naturales y con su énfasis sobre la imagen del cuerpo como templo de Dios.
Podemos preguntarnos qué pasó con este grupo social específico de especialistas médicos andinos, yatiri usuyiri, qulliri, o componedores de huesos nacidos en la primera mitad del siglo pasado, que después de toda una vida de dedicación a sus oficios en la medicina tradicional también sintieron el llamado de Dios y se convirtieron ya en edad madura a unas de las muchas denominaciones evangélicas que entraron en las comunidades rurales andinas. Presentan aquí en este libro algunos ejemplos en forma de historias orales de cómo enfrentaron estos especialistas médicos andinos ciertos cambios en sus convicciones religiosas, prácticas y terapias tradicionales, creencias en entidades que causan enfermedades, etc. En resumen, qué respuesta dieron estos especialistas a dicha situación de cambio cultural y religioso en sus quehaceres diarios al continuar sus prácticas de sanación y servicios a los pacientes aymara (y no-aymara). Abordan como último tema, el testimonio personal de los conflictos o ausencia de conflictos en prácticas y creencias de los especialistas médicos evangélicos al continuar con la medicina tradicional aymara y su reelaboración.
Manuel Mamani Mamani
Arica – Chile
Ediciones Universidad de Tarapacá
2017
Pág. 112
INTRODUCCIÓN
Los estudios arqueológicos y antropológicos del área andina registran el asentamiento de población desde tiempos inmemoriales preincaicos. No es fácil saber en qué época ocurrió este asentamiento, sin embargo, de acuerdo con antecedentes bibliográficos, se evidencia que la población aymara se habría establecido hace diez u once mil años antes a la era actual.
Las comunidades aymaras de la alta cordillera del extremo norte continúan realizando relativamente el ritual del marcaje y decoración (floreo) de ganados camélidos, llamas y alpacas, en las zonas altoandinas de la región de Arica y Parinacota y en la actual provincia del Tamarugal de la región de Tarapacá y en el altiplano de la Segunda Región de Antofagasta, que incluye las provincias de Calama y San Pedro de Atacama (Lagos 1990).
El ritual Uywa K’illpaña (marcaje y decoración de ganados) es una de las ceremonias más importantes del sistema cultural aymara y quechua, tradición que proviene desde los tiempos prehispánicos. Esta es una actividad altamente significativa en la estructura de la sociedad aymara y quechua; es un ritual precolombino que no solo es parte de la civilización antigua que sobrevivió después de la invasión europea, sino que también representa una percepción racional y la adaptación viable a las condiciones ecológicas y climáticas del medio andino (Custred 1974).
Para los propósitos de este estudio se consignan cuatro poblados de la región de Arica y Parinacota, que se indican de Norte a Sur: Caquena, Parinacota, Guallatire y Paquiza, ubicados hacia el Noreste de la ciudad de Arica, a una altura de 4.000 a 4.200 msnm y a una distancia de 180 a 200 km. del área océano Pacífico.
Desde tiempos prehispánicos, el ritual de marcaje y floreo de ganado, conocido como Uywa K’illpha en el mundo aymara, ha sido definido por sus características únicas y relevantes en la sociedad andina. Esta ceremonia está estrechamente relacionada con el desarrollo social, económico y cultural aymara en la crianza de animales, especialmente en lo relacionado con la alpaca, la llama y ovejas, en algunos sectores de la cordillera. Históricamente, estos son los principales recursos económicos del área andina, específicamente de la comunidad aymara (Murra 1975; Kessel 1980).
Desde varias décadas, esta actividad ritual, tan importante para el mundo andino, ha estado disminuyendo en su importancia y perdiendo así su verdadera esencia social, cultural y económica, por varias razones endógenas. Por ello, el objeto del presente estudio es examinar y describir la importancia de la ritualidad y su significado para la población aymara, por medio de la descripción etnográfica de elementos simbólicos ocurrentes en la ritualidad, otorgando especial énfasis a las estructuras social, religiosa y musical, las que contienen variaciones significativas en el desarrollo de las poblaciones.
En los últimos treinta años, las actividades rituales centradas en la ganadería andina han estado declinando en su realización y en el sentido de su razón; además, han sufrido cambios en su estructura social y religiosa en los espacios andinos del norte (Mamani, 1996). Esta declinación proviene del resultado de las influencias de actividades y creencias externas a la sociedad andina. La gente aymara ya no realiza estas ceremonias y ritos de ganados tradicionales, que han sido parte fundamental de su vida por su relación con el desarrollo económico y social-religioso. Otro de los factores que incide en esta disminución de ritos es la migración de la gente aymara a las áreas urbanas, porque ellos piensan que, el trasladarse a esos lugares, les permitiría encontrar labores mejor remuneradas o contar con un ingreso fijo al trabajar apatronados en los valles bajos como Azapa y Lluta, en el rubro de la agricultura.
El éxodo de la gente aymara a las ciudades y valles costeros, a menudo da como resultado el abandono de sus ganados y lugares de producción o tierras y pastizales, lo que genera la disminución de siembras y cosechas y el abandono de ritos y ceremonias (Kessel, 1980; Mamani, 1996). Además, en los tiempos actuales, la religión no tradicional ha penetrado en la mayoría de los pobladores de esta área y eso obstruye el normal desarrollo de las costumbres andinas, como el marcaje y floreo de animales, debido al cambio de creencias y rituales.
Espacio geográfico de estudio
Para obtener una reflexión crítica del fenómeno descrito anteriormente, este estudio incluye los poblados en donde se obtuvieron los datos de recopilación de la ceremonia in situ, durante los veranos de 1990 y 1991, en los poblados de Caquena y Guallatire, con una población aproximada de 100 a 150 habitantes cada uno. En la actualidad, poca gente reside en forma permanente, pero los lugareños continúan devotamente sus crianzas de animales camélidos como la llama, alpaca y ovejas, los que forman parte principal en la economía de la comunidad del altiplano de la provincia de Parinacota.
Es importante consignar que en altas cordilleras, denominado Altiplano, se realizan los ritos de K’illpha y floreo (decoración) de animales con mayor autenticidad en la comuna de General Lagos, sector de Visviti, incluso algunos años se han realizado Festivales de K’illpha, con demostración de esta actividad tradicional al público, y en los altos andinos de Arica, como Suriri, Parcohaylla, etc. Asimismo, se realizaron en altas cordilleras de la región de Tarapacá en diferentes localidades de la comuna de Colchane, Cariquima, Enquelga, etc. Este rito se realiza también en localidades andinas de la Segunda Región de Antofagasta.
Es pertinente consignar que en las áreas andinas del sur del Perú, en áreas altiplánicas de Bolivia y en el noroeste de Argentina se realiza el ritual de ganados ya sea en las comunidades aymaras y quechuas.
El objetivo de este libro es hacer un esfuerzo en la investigación de los valores sociales, culturales y religiosos de la comunidad aymara y quechua como la preservación y continuidad de la ceremonia Uywa K’illpha, buscando examinar la interacción entre la vida real y los poderes sobrenaturales convocados, además de examinar el rol del idioma y la música, elementos trascendentes en la cultura aymara. La conexión de los ritos con el desarrollo socioeconómico también son explorados en su real dimensión, en la búsqueda de comprender la importancia que reviste esta actividad ritual de la sociedad indígena.
Contenido temático
En el Capítulo 1 se entregan breves antecedentes de la sociedad andina chilena y particularmente de la aymara, en los sitios seleccionados para la investigación. También se incluye la descripción del problema de cambios que sufren los ritos relacionados con los animales andinos en cada poblado del altiplano chileno, con mayor o menor aceleración. Finalmente se describe el marco teórico del problema, en términos de variabilidad de los elementos incluidos en la ceremonia, como sujetos del rito central de la ceremonia.
En el Capítulo 2 se describen los antecedentes etnográficos del ritual y las categorías de propiedad dentro de la comunidad, familia y matrimonial, así como trabajos complementarios en la distribución familiar de la crianza de ganado y sus técnicas. También se describe el sistema de propiedad dentro de la familia aymara. El principal punto de este capítulo es la discusión entre la creencia y estructura mitológica, el rol de los poderes sobrenaturales y el de los animales simbólicos, en el ritual.
El Capítulo 3 examina el sistema de crianza y reproducción de los animales, en los conceptos de espacio y tiempo e ingreso de recursos económicos. Finalmente es discutido el rol de la simbología de colores que atañe al concepto etnosemántico aymara.
El Capítulo 4 analiza las características del aymara chileno y el rol que juega el ritual de marcación de ganado; también describe la estructura morfológica y sintáctica del uso de la lengua y concluye con una discusión de valores de la lengua en las ritualidades de los Andes de Chile.
El Capítulo 5, la música y la danza, en el contexto del ritual, son discutidas en cuanto a su importancia en la relación con la comunidad y los poderes sobrenaturales. Se da especial atención al rol de la música en la mitología aymara y sus efectos. La danza y el drama son también discutidos en el contexto del evento ritual.
El Capítulo 6 examina la mitología y las estructuras simbólicas del ritual y sus posibles modelos en el sistema aymara. Explora los modelos del discurso y analiza el texto de la entrevista, la estructura musical y el texto de las canciones y el significado semántico y metafórico de los mismos.
El Capítulo 7 sintetiza los resultados de la investigación y sugiere algunas tareas para continuar en la investigación del tema.
Finalmente, este estudio incluye cuatro secciones de aprendizaje, los que contienen los datos básicos del ritual de marcación de ganado. La leyenda del manantial, que fue recogida y transcrita del aymara al castellano, contiene los conceptos simbólicos y mitológicos que confirman y sustentan la validez del rito de marcación de animales y actualiza el concepto del sistema de reciprocidad imperante. Se transcribe la versión aymara de una entrevista con un hablante nativo del poblado de Parinacota, la que ha sido traducida al castellano, con un detallado análisis morfológico de ella.
Varinia Oros Rodríguez
La Paz – Bolivia
MUSEF Editores
2017
Pág. 276
INTRODUCCIÓN
El presente catálogo no es solo una aproximación al estudio de las miniaturas en contextos arqueológicos, conocidas como illas en espacios rituales. Las illas en el área rural andina son figuras pequeñas de animales como llamas, ovejas y vacas; en los rituales, no son solo figuras, son la encarnación misma de estos animales o la materialidad energizada, por ello no es extraño que se las entierren como semillas que crecerán y darán animales fuertes, o que se los marque con lanas coloridas cual si estuvieran floreciendo, creciendo y reproduciéndose. Estas prácticas rituales provienen desde el período pre – Inka y tienen continuidad en las Alasitas de la actualidad.
En las Alasitas las miniaturas son objetos más urbanos y occidentales, pero tienen la misma vitalidad que los pequeños animales por ello se los ch’alla, bendice y se les esparce confites de colores, serpentinas, mixturas y flores para que estos crezcan, las miniaturas no son tratadas como representaciones de algo, por el contrario son la casa misma, el automóvil, el título, el alimento, etc., en este performance que se realiza al mediodía del 24 de enero, en plazas e iglesias las miniaturas o illas contemporáneas absorben la fuerza o agencia del ritual, así como lo hacen las illas en el campo a los pies de las wak’as protectoras.
El catálogo también hace mención al personaje del Ekeko, una de las figuras principales de las Alasitas, si bien hay muchos estudios que lo equiparan con la deidad Tunupa, estas asociaciones quedaron solo como hipótesis. El Ekeko actual tiene más bien características de tipo occidental y se le conoce como el “Dios de la Abundancia” porque carga miniaturas y para algunos es el que “concede” que uno las obtenga, si bien es importante la ch’alla delante de su imagen, esta acción no es el centro mismo del ritual, sino más bien las miniaturas propiamente dichas.
La segunda parte de esta publicación realiza una breve aproximación a la historia de la ciudad de La Paz y por qué no de Bolivia, esta historia se la aborda por décadas a partir de categorías como ser el transporte, los alimentos, la vivienda, los documentos personales, los títulos profesionales, los periodiquitos, la tecnología, la moda, etc. En este recorrido se observará la transformación y cambio de las illas y a través de ellas repasaremos la vida cotidiana, los cambios de la economía boliviana, el ámbito político reflejado en las noticias de los periodiquitos, que además contextualizan los momentos más importantes que se vivieron en el contexto nacional e internacional. De este modo cada unidad rebelará, desde la creación de los artesanos especialistas en hojalatería, yesería, papelería, etc., el paso del tiempo y las transformaciones a las cuales no solo se fueron adaptando, sino entendiendo y plasmando en estas miniaturas los cambios propios de una cultura dinámica y viva de la que hacen parte.
Luis Razeto Migliaro
Santiago de Chile – Chile
Univérsitas Nueva Civilización
2017
Pág. 340
INTRODUCCIÓN
Desde tiempos muy remotos y a lo largo de toda la historia hasta hoy, contextualizados en las más diversas culturas, nos llegan testimonios de personas que dicen haber tenido experiencias espirituales o místicas. Sostienen esas personas que en tales experiencias habrían trascendido el mundo empírico, fenomenológico y racional en que nos movemos habitualmente, y que en ellas han accedido a una dimensión normalmente oculta, totalmente ‘otra’, a la cual los sentidos, la conciencia autoconsciente y la razón no pueden llegar por sí mismas.
Quienes refieren tales experiencias no son personas que se hayan enriquecido, buscado honores o adquirido poder político en base al relato de esas experiencias, siendo habitual que hayan desdeñado las riquezas materiales, el poder y los honores, considerándolos vanidades de insignificante valor. Los místicos han sido, casi sin excepciones, personas de notable inteligencia, elevada formación y desarrollo intelectual, altos valores morales y vida intachable a partir del momento en que se iniciaron en la espiritualidad.
Características sobresaliente y distintiva de ellos (que nos permite diferenciarlos de otras muchas personas que en forma engañosa se autoatribuyen dotes espirituales), es la consecuencia existencial y práctica con la experiencia que afirman haber tenido; sus vidas han cambiado y se han puesto al servicio de la humanidad. Cualidad ésta que se acompaña de una notable y muy especial capacidad de guiarse a sí mismos sin dejarse condicionar por el entorno social, político y cultural que a menudo ha intentado someterlos a su normalidad, lo cual los ha llevado incluso a sufrir persecución y martirio. Podemos decir, en síntesis que su pensar interior, su decir y comunicar, y su comportarse y actuar, manifiestan especial coherencia y consecuencia.
Son, además, personas que han ejercido una gran influencia social, no sólo en su entorno comunitario inmediato sino trascendiéndolo ampliamente e incluso en niveles que impactan la historia de la humanidad. En muchos casos, amigos y testigos que les han sido cercanos afirman haberles visto realizar acciones prodigiosas o inexplicables, en cuanto trasgrederían las leyes de la física y las dinámicas biológicas y psicológicas consideradas ‘naturales’.
Existen, pues, razones importantes para creer que dichas personas notables han sido realmente sujeto de las experiencias espirituales a místicas que afirman haber tenido. Sostener lo contrario sería una frivolidad intelectual. Y no vale argumentar en base a los muy numerosos casos de falsos y engañosos ‘místicos’, en cuanto los engaños de estos han sido fácilmente identificados por sus contemporáneos, y sus influencias morales no han tenido continuidad ni trascendencia histórica.
Ahora bien, la pregunta importante que hay que plantearse no es si existan las experiencias espirituales o místicas, sino cual sea el alcance cognitivo que ellas tengan y/o que podamos atribuirles. ¿Son ellas fuentes de conocimiento verdadero y confiable sobre la realidad? Y ¿qué realidad, o qué dimensión u ‘orden’ de la realidad, es la que se experimentaría espiritualmente? Y también ¿qué beneficios – o efectos en general – ejercen esas experiencias místicas sobre las personas que las viven? Y aún ¿se trata de experiencias cognitivas a las que pueden acceder sólo unas pocas y especiales personas, o podríamos tenerlas todos los seres humanos? ¿Bajo qué condiciones y circunstancias? ¿Por qué vías, con qué métodos y procedimientos?
A partir de estas preguntas y de las respuestas que encontramos se abren en seguida nuevas y muy importantes cuestiones. Porque, si son posibles y existen auténticas experiencias cognitivas espirituales, que permiten acceder a realidades no cognoscibles mediante las experiencias empíricas, fenomenológicas y racionales, será necesario desarrollar una nueva epistemología, una nueva antropología, y una nueva ciencia y filosofía de la realidad.
En efecto, si existiese una realidad espiritual experimentable y cognoscible, la espiritualidad formaría parte del universo, y entonces el universo sería distinto de lo que habitualmente creemos que es. Y si hubiese personas que pueden acceder al conocimiento de esa realidad oculta, debemos concluir que el conocimiento humano tiene potencialidades habitualmente no utilizadas; que el conocimiento puede acceder a otras dimensiones, que tiene nuevas fuentes, y que puede asumir nuevos contenidos y nuevas formas. Y será necesario, entonces, preguntarnos de nuevo ¿qué somos los humanos? ¿cuál es el sentido de nuestras vidas? ¿qué potencialidades ocultas podemos desplegar? Y ¿qué fines intelectuales y morales debiéramos plantearnos cumplir consciente y libremente?
Si las experiencias espirituales fueran verdaderas experiencias cognitivas, ello implicaría la necesidad de elaborar una nueva epistemología, una nueva antropología y una nueva comprensión ontológica de la realidad universal.
Y habría que asumir, a la inversa, que estas disciplinas tendrían que validar y ofrecer fundamentos sólidos a esas experiencias y conocimientos espirituales. Porque para discernir la calidad y la validez de esos conocimientos es indispensable que la epistemología, la antropología y la filosofía les proporcionen justificación racional. Sólo si ello puede hacerse, la espiritualidad y la mística podrán ser aceptadas como formas verdaderas de conocimiento, no solamente por quienes las hayan de algún modo vivenciado sino también por quienes no las hayan experimentado directa y personalmente.
Ahora bien, la epistemología, la antropología, las ciencias del universo y la filosofía son resultado de la actividad del intelecto racional que opera a partir, y sobre la base, de las experiencias cognitivas. Pues bien, si esas disciplinas o ciencias se han basado exclusivamente en las experiencias empírica, fenomenológica y racional, habría que esperar en ellas mismas una profunda transformación de sus contenidos y formas cuando integren entre sus fuentes y objetos la experiencia espiritual o mística.
De las observaciones, interrogantes y consideraciones expuestas surge un amplio y complejo programa de estudios e investigaciones, tendiente a comprender la experiencia espiritual, su significado y sus implicaciones teóricas y prácticas. En tal contexto, dirección y sentido surgen cuestiones inevitables: ¿Cuáles son los contenidos del conocimiento espiritual, o qué se conoce en estas experiencias? ¿Qué validez y confiabilidad podemos atribuir al conocimiento espiritual? ¿Qué implicaciones tiene el conocimiento espiritual sobre la epistemología humana? ¿Y sobre lo que es el hombre? ¿En qué sentido impacta la experiencia espiritual sobre lo que comprendemos de la realidad? ¿Nos proporciona respuestas sobre el fin y el sentido de la vida? ¿Qué prácticas o procesos son necesarios para acceder al conocimiento espiritual? ¿Hay vías, métodos y procedimientos que la favorezcan?
Son muchas preguntas que iremos examinando progresiva y recursivamente, empleando en ello diferentes fuentes y avanzando por diversos recorridos, esperando que todo ello nos proporciones una comprensión seria y rigurosa de la naturaleza de la experiencia espiritual, un discernimiento racional de sus diversas fuentes y sus variadas formas, y una comprensión bien fundamentada sobre las condiciones en que surge o que predisponen a vivenciarla.
Organizaremos la exposición de estos temas y preguntas en cinco grandes partes.
En la primera – Fenomenología de la Espiritualidad – recogeremos y sistematizaremos los testimonios y los modos en que los místicos han expresado y comunicado sus experiencias.
En la segunda – Epistemología de la Espiritualidad – abordaremos las cuestiones relativas al conocimiento espiritual.
En la tercera – Ontología de la Espiritualidad – extraeremos las consecuencias que el conocimiento de la espiritualidad tiene sobre lo que es la realidad y el ser.
En la cuarta – Antropología de la Espiritualidad – buscaremos extraer las implicaciones que tiene la espiritualidad para las grandes cuestiones del sentido y los fines de la vida humana.
Y en la quinta – Praxeología de la Espiritualidad – nos abocaremos a identificar las prácticas, los modos y los métodos a través de los cuales pudiésemos llegar a vivir las experiencias espirituales.
Antes de entrar en ello cabe agregar que el estudio de la espiritualidad desde esos diferentes ámbitos teóricos no solamente podrá agregar a estos un nuevo tema o campo de estudios, sino que debiera redundar en una profunda transformación de los mismos. En efecto, en el supuesto que descubramos que existen experiencias cognitivas espirituales auténticas, y que ellas fueran verdaderas experiencias cognitivas que han tenido algunas personas y que están al alcance potencial de todas, será necesario desarrollar una nueva fenomenología, una nueva epistemología, una nueva ontología, una nueva antropología y una nueva praxeología, las cuales tendrían desde ahora en adelante, que incluir y ser comprensivas de la experiencia espiritual como estado de conciencia, como conocimiento, como realidad que forma parte del ser en cuanto ser, y como dimensión del ser humano y de su práxis. Dicho de otro modo, si la espiritualidad fuese parte del universo real, entonces la conciencia, el conocimiento, la realidad universal, el ser humano y sus actividades, son distintos de lo que habitualmente hayamos creído que son.
Estamos, así, ante un proceso teórico que transita en un doble sentido. Si en un sentido las experiencias espirituales como verdaderas experiencias cognitivas sólo podrían ser validadas por la epistemología, la fenomenología, la antropología, la ontología y la praxeología; en el sentido inverso, estos saberes resultarían profundamente transformados, ampliados, profundizados por el conocimiento de la espiritualidad, si éste resulta validado y reconocido.
En todo caso, la fenomenología, la epistemología, la ontología, la antropología y la praxeología son tareas propias y exclusivas del intelecto racional, que debe necesariamente partir de las experiencias empírica, fenomenológica, racional y (tal vez) espiritual. No hay salto en el vacío, no hay recurso a fuentes de conocimiento que provengan de fuera de nuestro mundo. Con lo cual no pretendemos negar a priori la posibilidad de revelaciones divinas y de estudios teológicos sobre ellas; pero permanecen fuera de nuestro campo de investigación.
El punto de partida debe necesariamente ser fenomenológico, esto es, la experiencia del fenómeno espiritual tal como lo describen y expresan las personas que sostienen haberlas tenido. Ello deberá ser después sometido a rigurosa crítica y análisis epistemológico; en base al cual será posible abordar en seguida las implicancias ontológicas y antropológicas que puedan derivarse.
Una última observación antes de entrar en materia. El propósito de comprender analítica y racionalmente las experiencias espirituales, esas que dicen los místicos que han tenido, es enteramente aceptable para el científico y el filósofo, pues es propio de la ciencia y de la filosofía someterlo todo a riguroso escrutinio y crítica racional, sin excluir de su campo de estudio nada que pueda corresponder a una experiencia humana. La objeción ante tal propósito suele más bien provenir de los propios místicos, aduciendo que sus experiencias son de un orden superior y enteramente trascendente e incomprensible para la razón. Esta objeción me ha sido formulada explícitamente por personas de elevada mística, diciéndome que mi esfuerzo es inconducente toda vez que la espiritualidad es de hecho incomprensible. Tal objeción es inaceptable para cualquier mentalidad científica y filosófica. Pero a quienes la sostienen, tal vez valga la observación que al respecto hizo Simone Weil, importante mística francesa del siglo XX, quien dejó escrita la siguiente sabia advertencia:
“La inteligencia debe conocer la preeminencia del amor sirviéndose de los medios que le son propios, es decir, de la comprobación y de la demostración. No debe rendirse, a menos que sepa por qué de una manera precisa y clara. Sin eso, su sumisión es un error, y aquello a lo que se somete, a pesar de la etiqueta, es una cosa distinta del amor sobrenatural. (…) La inteligencia participa en éste en gran medida. Es preciso concebir lo universal. (…) El mundo es un texto de variadas significaciones, y se pasa de una a otra mediante un trabajo. Un trabajo en el que el cuerpo siempre participa, como cuando aprendemos el alfabeto de una lengua extranjera: ese alfabeto debe ir metiéndose en la mano a fuerza de escribir las letras. Al margen de esto, cualquier cambio en la manera de pensar resulta ilusorio. (…) La inteligencia no puede penetrar el misterio, pero puede – y es la única que puede – dar cuenta de las palabras que lo expresan. En ese cometido, debe ser más aguda, más perspicaz, más precisa, más rigurosa y más exigente que en cualquier otro. (…) Hay que tratar de encontrar en el ámbito de las relaciones entre el hombre y lo sobrenatural una precisión que sea más que matemática; algo que sea más preciso que la ciencia. Lo racional en el sentido cartesiano, es decir, el mecanicismo, la necesidad humanamente representable, debe asumirse hasta el límite, hasta donde le sea posible llegar, pues sólo así quedará en evidencia aquello que le resulte irreductible. El uso de la razón hace que las cosas sean transparentes al espíritu. (…) La razón debe ejercer su función para llegar hasta los misterios, hasta las verdades indemostrables que son lo real. Lo incomprendido oculta lo incomprehensible, y por ese motivo debe ser eliminado mediante la comprensión”.
Xochitl Guadalupe Inostroza Ponce
Santiago de Chile
Ediciones Biblioteca Nacional
2019
Pág. 386
PRESENTACIÓN
Este libro de Xochitl Inostroza, en su versión como tesis de doctorado en historia, mención etnohistoria, Parroquia de Belén: Población familia y comunidad en una doctrina de indios Altos de Arica, 1763-1820, recibió el premio Miguel Ángel Cruchaga a la mejor tesis de doctorado de la universidades chilenas, 2016, otorgado por la Academia Chilena de la Historia. Este texto se sale de los marcos a los que estamos acostumbrados, por los sujetos históricos en estudio, las fuentes, la metodología, y por su carácter integral e interdisciplinario. Más que un relato histórico, debemos reconocerlo como de uno de historia antropológica o una microhistoria de una comunidad indígena lejana de la capital provincial, Arica, pero plenamente integrada al sistema colonial en lo político y religioso. Es una parte de la extensa historia de un pueblo andino, Belén, ubicado en los Altos de Arica, ese territorio que se extendía al este de Arica, subiendo por montañas y valles de altura, donde se estableció una población campesina de habla aimara en tiempos prehispánicos vinculada originalmente al reino de Carangas, con capital en Turco; Belén en ese periodo era llamado Tocoroma. Su cambio de nombre es un indicador de los procesos de evangelización cristiana de misioneros, doctrineros y curas parroquiales que dejaron su huella cultural de muchas maneras, tanto en un patrimonio intangible de creencias, ritos y prácticas de origen europeo y asiático, como tangibles, Iglesias, pinturas, manuscritos, que se enlazaron con tradiciones andinas en torno al culto de deidades prehispánicas que permanecieron invisibles ante la vista de los agentes coloniales. Su actividad antiidolátrica no podía ser completada del todo. Era imposible borrar o quemar los cerros (apus), prohibir los rayos y truenos (Liviac luego San Santiago), los saltos de agua (lugar del sereno), así como la tierra misma (la pachamama) y otros muchos eventos donde lo sobrenatural prehispánico (huacas) continuaba contribuyendo a estimular la fertilidad de la tierra, de los ganados y de la propia sociedad humana. Sobre ello, y en pueblos estructurados, se agrupó la población en torno a una iglesia donde el cura fue llevando un cuidadoso registro de bautizos, matrimonios y de difuntos. Muchos de esos libros se han perdido, sin embargo, Xochilt Inostroza tuvo la fortuna de encontrar una buena serie en el Archivo Nacional de Chile proveniente, precisamente, del pueblo de Belén escrito en la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Había recomendado a varios estudiantes trabajar con esos libros, solo Xochilt tubo la paciencia e inteligencia para trabajarlos con un método apropiado. En un periodo en el que es difícil encontrar cronistas regionales que se hubieran preocupado de describir estos pueblos. Los libros notariales de Arica, en la misma época, son también escasos en información en relación con los sujetos andinos y campesinos cuyas transacciones rara vez pasaron por la pluma de un escribano. Sin embargo, quedaba el archivo eclesiástico con sus miles de inscripciones, breves, pero seriadas por generaciones que permitían seguir, si se disponía de paciencia y método científico, las diversas etapas de la vida de sujetos anónimos hasta ahora. Estas fuentes pueden ser utilizadas en estudios demográficos y, de hecho, en nuestra tradición historiográfica tenemos maestros en estos temas como Rolando Mellafe y hasta ahora René Salinas, todos influidos por la escuela francesa de demografía histórica. En particular, la riqueza de información aconsejaba volver al método de reconstrucción de familias. Se trataba de una tarea titánica que requería de un uso muy fino del método europeo y de su adaptación a sociedades americanas. Este es uno de los méritos, como verá el lector de este libro que hace renacer esa época de gloria de la demografía histórica en Chile.
Sin embargo, se requería de fuentes adicionales para verificar si la información eclesiástica coincidía o entraba en contradicción con información demográfica proveniente de otros registros. Estos textos han sido publicados con anterioridad, en su mayor parte por mí, y corresponden básicamente a patrones, visitas de tributarios o registros civiles, realizados generalmente en la zona por funcionarios reales, sobre todo corregidores, es decir, la autoridad política o el magistrado de mayor nivel jerárquico en la provincia. Estos “censos” de indios perseguían establecer el número de individuos que debían pagar el tributo, que en el periodo colonial se cobraba solo a la población originaria que formaba parte de comunidades políticas encabezadas por un cacique y que contaba con instituciones de origen colonial hispano como el cabildo de indios y los ayudantes del cura. Aun cuando el interés central eran los “tributarios” hombres entre dieciocho y cincuenta años o menores, si estaban casados, estos se registraban junto a sus esposas e hijos, del mismo modo que los viudos (as), solteros (as), viejos (as), forasteros e, incluso, categorías mestizas que vivían en la comunidad. Cada uno aparecía en el registro de cada unidad pueblo u ayllu, con su nombre, apellido y edad, por ello era perfectamente posible cruzar la información censal con la eclesiástica así como seguirla en el tiempo. La autora alcanza a un total de 15 319 registros contenidos en los libros parroquiales y las revisitas o censos de indígenas. El solo establecimiento de esa cifra revela el nivel de control que Xochitl Inostroza ha alcanzado con esas fuentes históricas. Estos sujetos, que formaron parte de una comunidad económica, política y religiosa, integraron entre ellos redes de relaciones sociales que se reconstruyen a partir de la enorme cantidad de información, perfectamente organizada, que se traduce en los cuadros y tablas que ilustran las tendencias demográficas y la organización del poder local. No solo son importantes para los especialistas, también son del interés de los habitantes actuales de esos pueblos, descendientes de los sujetos que son registrados en estas fuentes. Los beleneños han recibido a Xochitl Inostroza y han sido informados de sus antepasados, más allá de lo que la memoria lo permite, gracias al trabajo con estos registros.
No se puede dejar de mencionar que Xochitl Inostroza hizo su pregrado en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Luego, se destacó como una alumna modelo en los programas de magíster y doctorado en la Universidad de Chile, organizando congresos, talleres y simposios académicos, a la vez que presentando ponencias y publicando artículos en revistas especializadas que han tenido excelente recepción entre los especialistas. Ha presentado trabajos en congresos internacionales como el de Americanistas en Viena y Salamanca y en diversos países latinoamericanos. Paralelamente ha iniciado una carrera académica sirviendo en nombramiento de ayudante de cursos y de investigación tanto en el Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, como en el Departamento de Ciencias Histórica de la misma universidad, desempeñándose, además, como profesora en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Junto a ello ha colaborado con mi proyecto de investigación Fondecyt n° 1130667, por lo cual ha tenido libre acceso a mis archivos. En la actualidad está haciendo un posdoctorado en el Centro de Estudios Latinoamericanos bajo la dirección de profesor José Luis Martínez. A mi modo de ver es el tipo de estudiante que prestigian los posgrados.
La revisión del texto de este libro, así como de su bibliografía y referencias documentales, es una buena pista para entender el largo recorrido de su trabajo, donde hay que destacar aspectos metodológicos, heurísticos y de historia social, cultural y antropológica que le confieren carácter etnohistórico y andino a su contribución historiográfica.
La estructura del mismo la conforman cuatro partes desarrollados en diez capítulos, mas introducción, conclusiones y bibliografía.
La primera parte se titula “Doctrina de Belén fuentes y escenario”, que constituye una introducción a la geografía, arqueología e historia de los grupos humanos, sus organizaciones y divisiones provinciales así como la estructura religiosa. La autora analiza, también, las diversas fuentes que ha utilizado en su estudio, destacando las censales, parroquiales y archivísticas de diversos repositorios y calidades. Problematiza el carácter de las fuentes censales discutiendo la bibliografía andina sobre ellas y avanzando en la interpretación que las ve no solo como un reflejo o encuesta de una realidad social, sino como un acto performativo constituyentes de esos sujetos sociales, campesinos portadores de derechos, respaldados por un pacto de reciprocidad con el Estado, pero, a su vez, como dominados, así como creadores de nuevos espacios simbólicos que estructuran el papel de las autoridades étnicas. Se puede imaginar las dificultades para trabajar con tantas dimensiones, como datos masivos, y la necesidad de dotarse de una metodología apropiada para enfrentar el estudio de los problemas socio-demográficos y culturales. Sostiene Xochitl que ha encontrado tal camino en el método de reconstrucción de familias, con modificaciones que ella ha introducido para respetar las características de los textos disponibles. Señala que esta es la primera vez que ese método, originado en Francia, se aplica a población de origen aimara. Hay que recordar que en el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, desde la época de Rolando Mellafe no se había hecho un esfuerzo tan sistemático y profundo en esta corriente de la demografía histórica. No obstante, nos advierte que no se ha limitado solo a la vertiente cuantitativa, pues ha hecho un esfuerzo por ubicar sus hallazgos dentro de un marco histórico y antropológico.
Del mismo modo, la autora, discute las características y problemas de las fuentes parroquiales. Sintetiza los modos en que se han establecido en América y las ventajas y desventajas para el estudio propuesto. Citando a Claude Morín deja establecida la enorme importancia de estas fuentes: “Hay millones de seres cuya existencia se tiene sólo la huella dejada por dos o tres menciones que figuran en los libros parroquiales”. Los libros de bautismos, matrimonios, defunciones y los pliegos matrimoniales son capaces de ofrecer un panorama coherente de la familia indígena. Xochitl Inostroza sugiere que es la familia nuclear, más que la extendida, la representativa de la familia andina colonial en este periodo y localidad. Siempre que se entienda este modelo como dinámico y no estático, así como con múltiples vinculaciones en su comunidad y con otras. Se trata, señala de una
“categoría analítica que permite la observación de fenómenos relacionados con la fertilidad y el ciclo vital, lo que hace posible establecer comparaciones con otras sociedades, escenarios y temporalidades”
En la segunda parte “Demografía histórica de la parroquia de Belén” en los capítulos: “Análisis demográfico general y evaluación de las fuentes” y “Reconstitución de familias. Belén, 1773-1813” entra de lleno en el análisis demográfico general y evaluación de las fuentes que son contrastadas entre sí para verificar su coherencia y si las formas de registro cuantitativos que se logra con ellas son confiables para reconstruir las comunidades, familias en estructuras étnicas y tributarias heterogéneas y en constante proceso de cambio. Después de analizar la distribución geográfica de la población durante el tiempo de su investigación, descompone las categorías analíticas (étnicas y tributarias) que se encuentran en esos documentos y los cuantifica en términos de números y porcentajes. Con lo cual, junto con alcanzar resultados, puede establecer las características de cada una de ellas y su coherencia como confiabilidad para el trabajo demográfico. La autora se preocupa que esas categorías no sean consideradas inamovibles en la perspectiva de los sujetos históricos y también en el tiempo. En la perspectiva del crecimiento o disminución de la población analiza los resultados de los censos y los contrasta con los de los libros parroquiales, utilizando la curva de bautizos como la más confiable en la opinión de los expertos. De allí resulta una diferencia entre el crecimiento total de la población y la curva del registro de bautismos que tiende a la baja en el periodo, que en el texto explica de manera adecuada. Un factor que tiene gran fuerza es la inmigración de forasteros como se había señalado en investigaciones anteriores, pero que nuestra escritora destaca que no ocultan la tendencia a la disminución de la población originaria en el siglo XIX. Enfatiza, además, la menor esperanza de vida de la población masculina, pero ese resultado es un complejo desarrollo que ocurre desde la infancia y que pasa por diferentes ritmos a lo largo de la vida de los individuos. Parte de esta estructura se refleja en las pirámides de población por edad y sexo que construye para este libro. Coherentemente con su metodología, su estudio de la familia es definida en términos de una nuclear compuesta por la pareja o el cónyuge sobreviviente y en el caso de haberlo los hijos. En esta categoría de familia también entran las mujeres solteras con hijos. Tal análisis permite hablar de una baja ilegitimidad en las familias indígenas en el periodo y con un leve aumento de la misma a fines del mismo. Por otra parte, el promedio de hijos resulta bajo. En su análisis de los forasteros debieran ser considerados como tales, ya que podrían ser parte de fronteras rituales, que se expresa en la presencia de forasteros como padrinos en el registro de bautismos.
Los resultados que Xochitl Inostroza ha logrado con el método de reconstrucción de familias los desarrolla en el capítulo cuatro. Manifiesta que gracias a que los libros parroquiales, como los censos, registran los nombres y los apellidos de los sujetos en concordancia con la costumbre local, que se trata de poblaciones con inmigraciones, pero con un alto porcentaje comunitario estable en el tiempo, permite observación de las familias en el largo plazo, lo que no ocurre en otras sociedades andinas como los atacamas. No obstante, el método exige la confección de extensas fichas de familias, que es trabajo para equipos más que para investigadores individuales, ello le exigió concentrarse en el pueblo de Belén. Comparando sus números con una muy amplia variedad de otros registros continentales desde el periodo colonial hasta el presente. Ello le permite buscar en factores cualitativos la comprensión de las cifras de baja ilegitimidad, bajo promedio de hijos, tamaño de la familia donde también inciden factores sociales, duración de los matrimonios, mortalidad infantil, mortalidad de los adultos, entre otros. Más que en un contraste entre poblaciones rurales urbanas, encuentra la explicación en el control que ejerce la comunidad sobre sus miembros, en la cohesión social,
“aspecto en el que incide la participación de la comunidad en un sistema ritual que incluía los ritos católicos que afectaban la conformación de la familia”
Explicación que más tarde se complementará con otras de tipo social como los limitados recursos los que tenían acceso la sociedad agropastoril de Belén colonial.
En la tercera parte analiza ritos católicos en la religiosidad andina colonial a partir de la creación de la doctrina de Belén en 1777, separándola de Codpa. La autora piensa, sobre la base de las fuentes y los informes del primer cura propio y vicario de la reciente doctrina Mariano Pacheco, que es allí cuando se inicia la auténtica evangelización y la puesta en forma de la doctrina y sus registros. Destaca sus muchos logros, sus momentos de desgracia durante la rebelión de Tupa Amaru, así como su perdón y reconciliación con sus feligreses. Le atribuye a este sacerdote la responsabilidad de haber dejado esta valiosa fuente, los libros parroquiales. En el capítulo “El bautizo: nacimiento, rito y legitimidad” entra en el tema del bautismo, desde la perspectiva de la Iglesia y desde la percepción andina de su necesidad, tanto en el terreno de los derechos (tierra, pacto colonial) como en los planos simbólicos de repetir el proceso de conversión en cada nuevo nacimiento. La asociación a un nombre y apellidos, donde el nombre debía ser cristiano fue parte del proceso de evangelización y el olvido de antiguas referencias a la cultura andina precristiana. En este sentido, fue significativo el cambio de un nombre, ahora asociado al nombre de un santo; en tanto el apellido lo vinculaba a las tierras de reparto. Los libros parroquiales le permiten distinguir distintas instancias en el rito del bautismo y la relación con los padrinos. Destaca el bajo número de hijos naturales que reflejan estos libros. En el capítulo que lo sigue, enfrenta el problema del matrimonio y sus características en Belén, triangulando los datos de censos, libros parroquiales de matrimonio y los pliegos matrimoniales. Concluye que esta práctica llegó a ser completamente integrada en la sociedad andina que ha estudiado, donde las tradiciones prehispánicas se adaptaron a las instrucciones cristianas, pero a la vez la Iglesia se adaptó a la tradición y situación de aislamiento de la población andina, en especial en el caso de los impedimentos matrimoniales, donde los casos críticos fueron dispensados en su totalidad. En el capítulo ocho trata de las defunciones: sacramentos ritos y memorias. Está el tema del buen morir y la necesidad de registrar las defunciones por la necesidad de rebajar tributarios. No siempre se lograba que los feligreses contaran con esos ritos y escritos. Revisa las causas de muerte, que son una indicación de la movilidad, las principales enfermedades y rasgos muy típicos del clima de altura como la muerte por rayos. En relación con el entierro aparecen características que dividían los entierros del común de aquellos que tenían mayor rango en el pueblo. Aparece el momento, año 1805, en que se pasa de los entierros en las iglesias a cementerios más alejados. Xochitl Inostroza aporta con interesantes reflexiones sobre el contenido de los testamentos, destacando su función más cercana a la vida terrenal que a la eterna. Plantea los indicios de que tal vez en este terreno es probable que se reactivaran antiguas tradiciones de entierro de los muertos en los cerros vinculados a los antepasados y que convocaban a la parentela.
La cuarta parte “Familia y comunidad” se inicia con el capítulo nueve “Familias y ayllus”. Este análisis se logra con un documento que es complementado con otra reconstrucción de familias, que le permite a la autora proponer que las familias de Belén tenían dos hijos por matrimonio, usando el método señalado y considerando a los hijos fallecidos el promedio sube a tres. A ello agrega el concepto de familias compuestas, que son las integradas por familias con hijos de matrimonios anteriores. Sin embargo, debido a las diferencias sociales internas algunos individuos caracterizados por su mayor riqueza y cargos de autoridades tenían un promedio mayor de hijos en su matrimonio. Frente al tema de los dos ayllus en que Belén aparece dividido, se discute cuál de ellos es el de mayor prestigio e importancia simbólica en el pueblo, concluyendo por diversos indicadores que era el caso de Mancasaya y muestra, además, la tendencia endogámica de los ayllus. En el capítulo “Alcaldes y mayordomos: autoridad y prestigio” analiza los temas de autoridades y prestigio, donde contrasta la evolución del cargo de cacique, que pierde paulatinamente prestigio frente a las autoridades de los cabildos que, por el contrario, se prestigian y legitiman. Se señala que este tipo de autoridades cumplía funciones al interior de sus comunidades y que sus actividades no quedaron reflejadas en los archivos de otras autoridades españolas. Agrega: “Es por esto que su existencia era invisible para el historiador hasta ahora”. Parte importante de sus funciones eran religiosas y han quedado reflejados en los libros eclesiásticos y libros de cuenta de cofradías. Acá es donde está el mayor aporte de este texto.
En las conclusiones se remarcan los aspectos principales del libro y se deja en evidencia sus contribuciones originales al conocimiento de los campesinos andinos del actual norte de Chile a fines del siglo XVIII. Entre esos aportes no se puede desconocer su renovación del método de reconstrucción de familias y su demostración de cómo ello permite una perspectiva del cambio histórico. Señala:
“No es que nos encontremos frente a sociedades inmutables ni a esencialismos culturales, pero en una sociedad que tuvo el peso de más de tres siglos de coloniaje, las instituciones establecidas, los marcos legales y las costumbres asociadas, constituyeron importantes anclajes difíciles de modificar”.
Creo que en este último párrafo está la clave de la perspectiva de la historiadora, que le otorga a su trabajo un fuerte sentido histórico y antropológico. Entender que la vida indígena colonial, si bien tiene raíces profundas en la cultura andina, su desarrollo después de la Conquista se da un mundo de dominación colonial, donde la sociedad andina no dejó de hacer historia, pero sufrió profundas modificaciones que ni la antropología ni la historia pueden ignorar.
Creo que este libro será de gran interés no solo para los descendientes de la población andina, sino, también, para un amplio número de lectores interesados en la historia de los campesinos aimaras a fines del periodo colonial. Él habla de nuestras múltiples raíces culturales.
Jorge Hidalgo L.
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