La enfermedad del Coronavirus ha dejado estragos en la salud de nuestra población, quienes en su afán de protegerse han recurrido nuevamente a la práctica de la medicina tradicional andina. De esta manera, por ejemplo, el uso de hierbas medicinales ha cobrado un inusitado interés, debido principalmente a que los medios preventivos del sistema de salud oficial, se han visto superados por esta larga pandemia.
No es que la medicina tradicional andina sea una alternativa de sanación de esa complicada enfermedad de carácter global, sino que la población sobretodo andina reconoce que el modelo de vida actual nos ha llevado a un punto sin salida y nos ha dejado frente a un futuro muy incierto. Por eso, se hacen de nuevo vigentes los consejos de los mayores, recomendando reencontrarse con la vida natural y armónica, cuidándose con los remedios que siempre han dado buenos resultados.
Coincidiendo con esta grave circunstancia sanitaria mundial, en la ciudad de Arica-Chile, apareció una publicación realizada a fines del año pasado, denominada “Warminakana Qulliri Amparanakapa -Manos de mujeres que curan” de los autores: Juan Alvarez Ticuna, Miriam Guillermo Pairo y Lidia Flores Suxo, que contó con el financiamiento de CONADI de Arica.
El libro da cuenta de registros de vida de cuatro qulliris y usuyiris residentes en las regiones de Arica -Parinacota y Tarapacá, ambos territorios localizados en el norte de Chile. En el texto las señoras: Inés Challapa García, Reyna Cáceres Guayane, Aurelia Alvarez Brañez y Fausta Pairo Mollo, manifiestan una vasta trayectoria de conocimientos en cuidado al parto y postparto andino, tanto a nivel intrahospitalario, como en la atención doméstica, además de entregar una serie de consejos para el cuidado de la salud en nuestros tiempos.
El libro aborda fundamentalmente cinco aspectos relacionados con la situación de la medicina tradicional andina en el norte de Chile.
En su parte testimonial, el libro trata de la salud reproductiva de las mujeres andinas que viven en estas dos regiones fronterizas de Chile, en las cuales el trabajo de partería andina conserva de alguna forma mucho de los conocimientos ancestrales que circulan como una suerte de saberes semi-clandestinos.
Las usuyiris o parteras que aparecen en este libro han ganado connotación precisamente porque han superado los obstáculos que impone el sistema oficial de atención de salud, como la discriminación y la doble marginación de ser mujer indígena y curandera. Por sobretodo, ellas como un desafío personal, han ido creciendo en experiencia, afianzando aquel don que se les ha manifestado desde niña o joven. Así lo manifiesta la señora Reyna Cáceres:
“En Coscaya empecé́ a trabajar como partera, cuando tenía quince años, no sé cómo cuando fui a ver a la señora Pola esposa de don Rómulo, y me dice mi mamá ¡la señora Pola está sufriendo desde ayer y su marido va a buscar desde ayer a una partera, a Sibaya, Pachica!. Así que me dijo ¡anda a verla hija! Ahí́ la vi a doña Polita que se quejaba, que le venían los dolores, pero no podía sacar la guagua. Entonces cuando se calmó la guatita, le toco la guatita, me dice ¡ya hija!, entonces cuando le vino los dolores, la guagüita le salía pa un lado puh. Estaba pa’l lado derecho la cabecita, no estaba derechito. Entonces yo le digo, ¡cuando le pasen los dolores, yo le voy a mover la cabecita de la guagua! ¡Ya puh! me dice y cuando se le pasaron los dolores, le empiezo a sobar, a sobar hasta que enderecé la guagua, y a la media hora nació́ la guagua, nació́ una niñita. Y mi mamá me pregunta ¿Y cómo sabías tú? Y le dije ¡no se puh mamá! pero la cosa es que nació́ la guagua. Entonces me dice ella, yo tengo ahí el hilo, la tijera, ahí tengo todo para que le cortes el ombligo, y una pita que la amarra a la placenta y le amarra en el dedo izquierdo del pie del dedo grande en el izquierdo ¡ya, le digo yo! Le hice todo, nació́ la guagua, saqué la placenta, le limpié, ¡ya se acostó́! Me dijo ¡Oye Reinita pensaste en mi guagua! y ella acostadita, tampoco se desabrigaba nada entonces lavé la guagua, le bañamos, le envolvimos, le dejamos con su mamá y después llegó su marido, con la guagua ha encontrado a su señora. Ahí fue la primera vez”[1]
En el norte de Chile, lamentablemente el panorama de la práctica de la medicina tradicional andina está más bien deprimido, pues ya casi no hay terapeutas andinos tradicionales que se ocupen de las variadas afecciones o enfermedades culturales y físicas de la población andina, a excepción como lo anunciamos en el punto anterior, de las parteras o usuyiris, la mayoría de avanzada edad.
Dos factores se conjugan para llegar a esta delicada situación. Primero, la prolongada migración de la población rural a las ciudades costeras del norte de Chile. Así, en la región de Tarapacá, desde la explotación del salitre, se inició un proceso irreversible de éxodo del campo a la urbe, que se aceleró aún más con la creación de la zona franca de Iquique (ZOFRI). En la región de Arica y Parinacota, este mismo fenómeno se dió con la construcción del ferrocarril de Arica a la Paz-Bolivia, y con la implementación décadas después del Puerto Libre de Arica. Todo lo cual, desencadenó la pérdida de “pacientes”, que fue desincentivando la práctica terapéutica tradicional.
Por otro lado, las nuevas generaciones de andinos descendientes de aquellos venidos desde la zona rural, no se interesaron por continuar el oficio de sus ancestros. Con todo, la práctica de la medicina tradicional andina por su connotación cultural ancestral, quedó relegada a personas mayores que esporádicamente se atendían en las comunidades rurales y más escasamente a la atención a círculos de migrantes andinos en las ciudades.
El texto a través de la experiencia de las parteras, manifiesta las diferencias en la atención del parto y el sobre parto entre la visión de la medicina andina y formación en medicina alopática o biomédica. En esta parte, el libro aporta información específica del parto andino realizado en las comunidades y la atención efectuada por las parteras en el programa intercultural del Servicio de Salud implementado en ambas regiones.
En cualquiera de los casos, las parteras están preparadas para acompañar a sus pacientes:
“Yo me preparo con las hierbas, me voy porque allá tengo mi termo, mis hierbitas, mi taza, todo tengo. Cuando estoy trabajando, me pesco mi termo, mi hervidor, mi taza y mi hierba, y ahí mismo le saco la hierba, y con eso preparo”.
“Entro (al hospital) a recibir la guagua con la matrona y cuando ya está comenzando el parto, cuando ya está asomando (la guagua), tengo que llamar a la matrona, y con la matrona allá dentro comenzamos a atender el parto. Hay matronas que no son buenas, ellas mismas son las que reciben la guagua, hay otras que son buenas que me dejan recibir a mí” [2]
Favorablemente ,después de varios años de trabajo junto a parteras andinas, algunos médicos oficiales se han dado cuenta de las ventajas que ofrece el parto tradicional andino y abogan por la incorporación del parto natural o “humanizado” a los hospitales, validando en gran medida la atención de las parteras en los hospitales.
“Lo asombroso es que todas las peticiones que nos hacían (las parteras) son exactamente las mismas recomendaciones que hace la Organización Mundial de Salud. Pedían que las dejaran caminar, algo que se promueve ahora porque favorece el trabajo de parto; pedían que no les hicieran episiotomía (un corte que previene desgarros en la vagina) y hoy está demostrado que es innecesaria y no deberían realizarse en más del 20% de las mujeres, pero en Chile se hace en más del 70% de los partos; pedían que no las obligaran a acostarse para parir y hoy se sabe que la posición vertical, que ellas usan tradicionalmente, es más cómoda y favorece el parto natural por factores anatómicos y de gravedad; pedían estar con su familia en el parto y hoy se sabe que el apoyo emocional disminuye las complicaciones. Lo que ellas querían es en realidad lo que se debería hacer siempre”[3]
Desde el estado de Chile se está implementando incipientemente un programa de atención complementaria de salud, tanto del sistema indígena como del oficial. Este programa en algunas partes del país tiene más éxitos que otros. En el territorio en cuestión, el programa ha logrado avances solo parcialmente, lográndose instalar de mejor forma en la localidad de Putre al interior de Arica.
Las parteras participan o han participado de este programa, atendiendo a pacientes en áreas rurales o semi-rurales en establecimientos públicos denominados CESFAM (Centros de Salud familiar) u hospitales.
A juicio y experiencia de los autores del libro, el enfoque del programa de salud intercultural del Ministerio de Salud, todavía no alcanza la complementariedad necesaria entre ambos modelos o servicios médicos a pesar de las definiciones del programa que la propia institución publica de salud entrega:
“El enfoque intercultural constituye una orientación que apunta a incorporar la diversidad cultural en la organización y provisión de los servicios a través de la complementariedad entre el sistema de salud tradicional y el biomédico, con el fin de prestar una atención adecuada a las particularidades, necesidades y expectativas de los usuarios. Un ideal de complementación hace referencia a la valoración de los diversos modelos de atención y al dialogo equitativo entre sus agentes de salud” [4]
En la región de Arica y Parinacota se ha avanzado mucho más en materia de fortalecimiento de la orgánica y especialización de los médicos tradicionales andinos, puesto que se han organizado y han ido solicitando a las autoridades: cursos y talleres que fortalezcan sus capacidades y conocimientos. A través de proyectos de apoyo a la capacitación, los/as especialistas han podido incluso viajar a otros lugares donde la medicina tradicional andina está en mejor situación y mejor reconocida como es el caso de la ciudad de Cochabamba.
El libro entrega también otros conocimientos antiguos, relacionados con la descripción y el restablecimiento de enfermedades culturales frecuentes en la población rural y semiurbana, como la agarradura o katjata y el empacho.
Además recomienda una serie de cuidados para la salud de las personas, dentro de los cuales se encuentra el cuidado preventivo que por medio de las hierbas se puede reducir el contagio del Coronavirus, que por cierto, complementan las indicaciones que se han dado desde las autoridades de salud:
“Tiene que cuidarse, como por ejemplo, yo me estoy cuidando tomando romero y usar la hierba chucapacu, romero con miel, parece que dio más resultado el ajo con cebolla morada, con jengibre, licuarlo y tomarlo como jarabe, esa es más como protección de coronavirus” (Fausta Pairo).
“Hay que tomar remedios fuertes, el limón, la cebolla, el jengibre, tomar con agua hervida en la mañana y al medio día, tomar tibio. El eucalipto también” (Reyna Cáceres).
“Yo acá en la casa hice primero con las hierbas un sahumerio. A los pacientes les digo, tiene que hacerse un sahumerio y luego vaya tomando las hierbas. Tienes que lavarte con agua caliente, no con agua fría. El mate de hierbas que le digo tiene jengibre, eucalipto y limón y ellos lo toman. Estaba tosiendo y ahora estoy bien. También les digo tienes que lavarte los pies y bañarte con agüita de romero. Entonces ellos me dicen, ya me recuperé” Aurelia Alvarez). [5]
El libro reseñado es una contribución a la validación del saber ancestral andino, y sobretodo un espacio de reconocimiento de los autores/as al esforzado y poco valorado trabajo de las parteras o usuyiris de esta zona fronteriza del norte de Chile.
[1] Reyna Cáceres Guaiyane Partera de la Quebrada de Tarapacá.
[2] Aurelia Alvarez, Qulliri y usuyiri que atiende en Arica.
[3] Doctor Patricio Miranda Médico fundador del programa intercultural del Hospital de Iquique.
[4] Sáez Margarita. Interculturalidad en salud en Chile: de la teoría a la práctica. En: Lolas F, Martin D, Quezada A, eds. Prioridades en salud y salud intercultural. Santiago: Centro Interdisciplinario de Estudios de Bioética, Universidad de Chile; 2007:163–71. Ex Coordinadora nacional del programa PESPI (Programa Salud y Pueblos Indígenas.
[5] Consejos de las qulliris : Fausta Pairo, Reyna Cáceres y Aurelia Alvarez
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