

Revista electrónica, ISSN 0718-3658
Septiembre de 2020, Año XVI – Nº 54
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Revista electrónica, ISSN 0718-3658
Septiembre de 2020, Año XVI – Nº 54
Por el compromiso con nuestros lectores, en la Biblioteca de Antropología Andina (BAA) – IECTA, estamos actualizando constantemente la bibliografía con el objetivo de ofrecer un mayor y mejor servicio a los investigadores académicos. Para lo cual presentamos las siguientes obras:
Herminia Sarmiento Chambi
Tacna – Perú
2017
Pág. 200
INTRODUCCIÓN
La lengua aimara es un idioma oficializado y aglutinante. Además, es una lengua originaria del Perú; y a su vez, son todas aquellas anteriores a la difusión del idioma castellano o español y que se preservan y se emplean en el ámbito del territorio nacional. También es considerado como la lengua materna o primera lengua siendo adquirida por una persona en sus primeros años de vida como parte de su proceso de socialización en el marco de la vida familiar y los ámbitos más cercanos de relaciones sociales. Una persona puede tener una o más lenguas maternas.
La lengua aimara es un idioma polisintético; cuenta con su fonología de 26 fonemas consonánticos, tres vocálicos (a, i, u) y un alargamiento vocálico; las consonantes presentan tres modalidades (simples, aspiradas y glotalizadas) y no hay secuencia de vocales. La mayoría de las relaciones gramaticales queda definida más por la morfología que por la sintaxis, mediante dos elementos básicos: raíces y sufijos. La sintaxis de la oración corresponde a la secuencia Sujeto + Objeto + Verbo (SOV).
De acuerdo a la categorización clásica de las lenguas; inflexivas, aglutinantes y aisladoras, el aimara es una lengua aglutinante. Mientras que de acuerdo a la clasificación moderna que tiene una escala contínua desde lenguajes analíticos hasta los lenguajes sintéticos, en este caso el aimara está en la zona de los lenguajes sintéticos. Otra característica del aimara es su sistema de cuatro personas gramaticales. El carácter aglutinante aimara se debe a las propiedades de sus dos clases morfológicas fundamentales: raíces (verbos, sustantivos, adjetivos) y sufijos. Las raíces verbales y los sufijos son elementos morfológicos sin ningún significado por sí mismos. Mientras que combinando adecuadamente estos elementos morfológicos se puede expresar cualquier tipo de ideas.
Igualmente, la palabra aimara (aymara) deriva de tres palabras compuestas. Primero: “jaya”, lejano, antiguo, antepasado; el segundo: “mara”, año, años; y el tercero; “aru”, voz, lenguaje, hablar. Por lo que “jaya mara aru”, o simplemente “aymara”, significa “lenguaje de los antepasados”.
El presente trabajo contiene la forma sencilla de aprender la lengua aimara con los alfabetos normalizados vigentes por el Ministerio de Educación, el mismo que conllevó un trabajo largo tomando en cuenta los antecedentes que datan de los años setenta, época en que el Perú cobra conciencia de su etnicidad y de su diversidad lingüística, además se logra recuperar los trabajos realizados por los cristianos religiosos, lingüistas, estudiadores, sociólogos entre otros. Teniendo presente que el primer estudio gramatical y lexical del lenguaje aimara fue realizado por el jesuita italiano Ludovico Bertonio, a finales del siglo XVI, mientras cumplía su misión en Juli (Chucuito – Puno), Bertonio estudió el aymara usando como referencia a la gramática latina.
Asimismo, se considera que el aimara altiplánico tiene dos lenguas hermanas como es el Kawki y el Jaqaru, ambos hablados aún en algunas provincias de Lima (sierra). De la misma forma, desde el siglo XIX algunos estudiosos como Antonio Raymondi, Sebastián Barranca y Julio C. Tello observaron de un parentesco entre estas tres lenguas. Fueron los trabajos lingüísticos realizados de Marta J. Hardman durante los años 60 del siglo XX, que confirmaron plenamente con certeza lo señalado. Hardman mostró que el aimara altiplánico, el jaqaru y el kawki son miembros de una misma familia lingüística a la que ella denomina de familia jaqi (persona). Sin embargo, Alfredo Torero denomina a esta familia de aru. Y Rodolfo Cerrón-Palomino actualmente propone que la denominación de esta familia sea aimara; por tanto, este argumento de Cerrón-Palomino es la necesidad de nomenclatura simétrica con respecto a la familia lingüística quechua, donde los nombres como simi no fueron aceptados. En estos primeros años del siglo XXI, de acuerdo a la información que tenemos y con mucha aflicción, podemos decir que el kawki puede estar extinto; mientras que el jaqaru, con base en Tupe (Yauyos), se debate en la lastimante agonía de ser hablado por unas pocas personas tupinas, casi todos ellos viviendo en la ciudad de Lima. Esto hace prever que en una o dos generaciones el jaqaru, segundo miembro de la familia aimara, también pase a pertenecer a la clase de las lenguas extintas.
Los aimaras son un grupo de pueblos originarios localizados principalmente en zonas andinas del Perú, en Bolivia, Chile, Argentina y entre otros lugares. Su mayor presencia se encuentra en el lago Titicaca. Para los pueblos originarios, las perspectivas y el sentido del aprendizaje de la lecto escritura y sus alfabetos han cambiado mucho a lo largo del tiempo, las políticas educativas de Estado han ido variando; y además, las necesidades de los pueblos, de sus comunidades, organizaciones, especialistas e instituciones no son los mismos de antes. Antiguamente, se creía que los pueblos originarios estaban condenados a adaptarse a la corriente generalizada del desarrollo occidental. Pero hoy en día, está cambiando poco a poco, para ello todos los ciudadanos debemos tomar conciencia y recuperar nuestra identidad y cultura con la finalidad de lograr el buen vivir con armonía en nuestra cosmovisión.
Por otro lado, debemos tener en cuenta los derechos lingüísticos internacionales, nacionales, regionales, locales que son derechos fundamentales, individuales y colectivos, que reconocen la libertad a usar lenguas indígenas u originarias en todos los espacios sociales y a desarrollarse en estas lenguas en la vida personal, social, ciudadana, educativa, política y profesional. Asimismo, son aquellos que nos protegen y amparan ante cualquier acto discriminatorio en nuestra vida diaria.
También debemos conocer el caminar del tiempo, que es una sabiduría que se ha adquirido desde los ancestros, herencia de los abuelos. Conocer el caminar del tiempo ha permitido a las comunidades campesinas tomar decisiones para hacer la agricultura, la crianza de los animales, la medicina andina, conocer los momentos para realizar las artesanías, organizarse en sintonía con sus respectivos rituales. Para registrar estas sabidurías andinas se debe realizar el calendario de nuestra cosmovisión con la que cada persona vive en su comunidad y sintonizarnos a los ritmos de su buen vivir. Igualmente, cada año en el mundo aymara u en cualquier otra cosmovisión se asocia o se integra una diversidad de acontecimientos climáticos, agrícolas, ganaderos, astronómicos, festivos, rituales y organizativos que se manifiestan en una secuencia de sucesos eslabonados. Entonces, es necesario considerar a la Pacha que es el tiempo-espacio, es la organización cíclica de periodos de producción entre la siembra y la cosecha. Estos periodos o ciclos de producción son guiados por varias lecturas: las estrellas, las constelaciones y los fenómenos naturales que aparecen en el territorio de producción. La Pachamama o Madre Tierra, a quien hay que festejar con cariño, para que el proceso productivo continúe todo el ciclo biológico.
Para la escritura de la lengua aimara igualmente hay que considerar las toponimias que son los vestigios etnolingüísticos que encontramos como formas lexicales, todos en categoría de sustantivo, en formas, más o menos, congeladas. Indican nombres de espacios geográficos, que forman parte de la experiencia humana, tales como pueblos, ríos, quebradas, cerros, parajes, caminos, tierras de cultivo.
Por lo consiguiente, éste material de estudio es un manual práctico y fácil para aprender nuestra lengua materna, el mismo que consta de ocho capítulos en los cuales se tratan los siguientes temas. Capítulo I: Derechos Lingüísticos; capítulo II: Idioma Aimara; capítulo III: Fonética y fonología del Idioma Aimara; capítulo IV: Reglas Gramaticales del Idioma Aimara; capítulo V: Sustantivo, Suti, también se encuentran los pronombres, pronombres personales, pronombres demostrativos, pronombres interrogativos, pronombres indefinidos, los números, números ordinales, los adjetivos, los colores, verbos, conjugación de verbos, adverbios, las partículas, los días de la semana, los meses del año, las estaciones del año, fases de la luna, los puntos cardinales, tiempo según día a día, los lugares, partes de una casa, los astros, el cuerpo humano, órganos de los sentidos, los familiares, las ocupaciones, los minerales, sobre el agua, los animales, partes de la vaca, las plantas, los alimentos, los sabores, las prendas, cantidades – mediciones, formas. Capítulos VI: Sintaxis, también se encuentran la conversación primordial, frases de cortesía, cuento, adivinanza, trabalengua, canciones; capítulo VII: La Etnomatemática, también tenemos el ejemplo de la elaboración de la k’ispiña y sus implementos; capítulo VIII: El Vocabulario, castellano y aymara.
Igualmente, el presente manual es para todas las personas ya sean profesionales de diferentes especialidades como para docentes, abogados, médicos, entre otros; estudiantes de diferentes carreras; y para no profesionales que deseen adquirir su conocimiento sobre los Derechos Lingüísticos con la finalidad de hacer uso, preservación, desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas originarias. Asimismo, me ha permitido incrementar mi léxico aimara como intérprete y traductor de la lengua aimara reconocido y acreditado por el Ministerio de Cultura, y siendo ésta idioma mi lengua materna, por eso con gusto comparto mi saber con la finalidad de aportar a la sociedad; y además, a fin de mantener viva la lengua aimara en todos los espacios local, regional, nacional e internacional.
Vicente Alanoca Arocutipa.
Puno – Perú
Imprenta Grafimundo
2013
Pág. 182
PRÓLOGO
Los estudios de las lenguas indígenas en el Perú, cobra cada vez mayor importancia; dada las características de un país multilingüe como el nuestro.
Emprender la tarea de abordar estos estudios en el contexto sociocultural de nuestro país, y particularmente de la Región Puno; nos permite identificar la diversidad de lenguas indígenas que se hablan en nuestro territorio.
Los lingüistas afirman que existe la necesidad de artículos científicos que nos den a conocer el número de lenguas indígenas que se hablan en nuestro país, no solo los lingüistas afirman que se hablan muchas lenguas; también antropólogos, arqueólogos, médicos, sociólogos, entre otros investigadores. Por ello la trascendencia de conocer el número de lenguas y sus particularidades; así como diferenciar si estamos ante una lengua o ante una variedad dialectal; estas consideraciones se encuentran relacionadas a dimensiones de análisis de carácter histórico, culturales y sus representaciones simbólicas, políticas, económicas, jurídicas entre otras.
Por ello los estudios de la sociolingüística, al abordar la lengua como un hecho social entendido como un sistema convencional adquirido por los individuos en la convivencia social de la interacción verbal, interrelaciona la lengua como elemento distintivo de comunicación de una sociedad presentando variedades lingüísticas que representan las características geográficas y sociales.
En este marco al presentar la compilación de textos monográficos de la lingüística y sociolingüística; encontramos que la lengua y la sociedad están estrechamente ligadas entre sí, de ahí, la importancia de la historia de la humanidad, del análisis de la formación social de nuestra sociedad, de las personas organizadas en su cultura y detentores de un sistema de comunicación oral; es decir de una lengua.
Investigadores como A. Meillet (2001), sostiene, que la historia de las lenguas es inseparable de la cultura y de la sociedad. El lenguaje para él es un hecho social donde la realidad de la lengua es al mismo tiempo lingüístico y social.
En esta perspectiva es que se requiere de seguir mostrando un panorama detallado de estos procesos de construcción social.
Finalmente, a partir de esta producción intelectual realizada por los estudiantes de la asignatura de Sociolingüística, de la promoción 2012, durante el IV Semestre, de la Maestría de Lingüística Andina y Educación; conducido por el Dr. Vicente Alanoca Arocutipa; nos invita a conocer la diversidad de los estudios presentados y obtener mayor información y pueda constituirse en un aporte significativo para el desarrollo social de nuestra sociedad.
Mg. Ysabel C. Hito Montaño
Directora de Lingüística Andina y Educación
Claudio Marcapillo Achu
La Paz – Bolivia
Instituto de Estudios Bolivianos – IEB UMSA
2009
Pág. 228
INTRODUCCIÓN
Este trabajo, plantea algunos principios morfológicos y gramaticales (fonología, morfología y sintaxis) en las que se sustenta la lengua aymara en las variedades de La Paz y Oruro. Esto, para que sea fácilmente interpretado por los usuarios de la lengua en un tiempo breve.
Esencialmente, está elaborado, para aquellos aymara hablantes o estudiantes que tienen la motivación de conocer algunas facetas que presenta la lengua aymara. Por lo que, se considera aceptable cualquier crítica que venga de los especialistas.
Los ejemplos que se mencionan, no simplemente se basan en los trabajos sobre el tema, sino que, se utilizan con mayor énfasis, las hablas concretas de los usuarios de la lengua en estas dos variedades. Se supone que ellos mantienen un habla viva, frente a los que proponen desde los laboratorios o academias. Lo que se hace es simplemente evidenciar la realidad lingüística del aymara de las regiones referidas.
Con estos apuntes, amigo(a), tú que tienes a mano este material, accesible a tus posibilidades de aprendizaje, ruego que difundas los conocimientos que adquieras a través de sus páginas a otras personas que también tienen ansias de conocer y aprender la lengua milenaria. Cualquier error o equivocación que encuentres es de mi entera responsabilidad.
El autor.
Rodolfo Cerrón-Palomino / Enrique Ballón Aguirre
Lima – Perú
Fondo Editorial Universidad Católica del Perú
2011
Pág. 406
RESUMEN
Este libro recoge por vez primera el léxico chipaya en forma sistemática. Vigente aún en un reducto orureño de Santa Ana de chipaya (Bolivia), se trata de la última variedad sobreviviente de la familia lingüística uro, históricamente localizada a lo largo del eje acuático Titicaca-Poopó. Considerado en la década de 1930 por Alfred Métraux un idioma en vía de extinción, el chipaya ha logrado revertir tal pronóstico y se mantiene hoy vigoroso gracias a la lealtad idiomática de sus hablantes. Este es, por cierto, un caso sin precedentes en la historia linguocultural del mundo andino.
Luego de situar la lengua dentro de su contexto histórico-cultural y de enunciar los postulados teóricos léxico-semánticos que subyacen a la presentación del material recogido y estudiado, el Léxico está organizado en dos secciones: la primera formada por la ringla chipaya-castellano/castellano-chipaya y la segunda por la Etnotaxonomía, que ofrece su organización semántica en forma de parangón general del universo léxico.
La compilación, descripción y organización del léxico tienen la ventaja de proyectar con claridad la fisonomía idiomático-cultural del chipaya, destacando los rasgos que lo distinguen de sus idiomas vecinos, el quechua y el aimara. Se trata, en suma, de un esfuerzo que intenta llenar el enorme vacío sentido desde antiguo por los especialistas del área andina y lingüística amerindia en general, así como por los mismos hablantes de la lengua chipaya, depositarios de su saber ancestral.
Gary J. Parker
Lima – Perú
Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú
2013
Pág. 269
PRESENTACIÓN
Gary John Parker (Batavia, Nueva York, 1937 – Albuquerque, Nuevo México, 2010) se inició en la lingüística andina, particularmente en la quechuística, en los primeros años de la década de 1960. Asociado como miembro del equipo del Quechua Language Materials Project de la Universidad de Cornell, dirigido por Donald F. Solá, iniciador de los estudios descriptivos modernos del quechua y de la enseñanza de la lengua como segundo idioma, vino al Perú en 1961, trasladándose de inmediato de Lima a Ayacucho, con el objeto de realizar trabajos de campo en función de la elaboración de su tesis doctoral, nada menos que bajo el asesoramiento de Charles F. Hockett, el renombrado discípulo de Leonard Bloomfield. La tesis, precedida de los materiales gramaticales y léxicos preparados por el joven investigador dentro del programa dirigido por Solá, sería sustentada en 1964 con el título de The Structure of Ayacucho Quechua, la misma que fue publicada posteriormente (cf. Parker, 1969a), constituyéndose en un verdadero paradigma de descripción gramatical dentro de la tradición de los estudios modernos del quechua.
Acabado de graduarse, el flamante lingüista regresó al Perú, esta vez en calidad de profesor e investigador contratado por el recientemente creado Plan de Fomento Lingüístico (PFL) de la universidad más antigua de América, en virtud del Convenio San Marcos-Cornell, propugnado por el Programa Interamericano de Lingüística y Enseñanza de Idiomas (PILEI) y dirigido por el ilustre lingüista peruano Alberto Escobar. Adscrito al PFL por un primer periodo de dos años (1964-1966), Parker se abocó intensamente a las actividades para las cuales había sido convocado, dictando clases de análisis lingüístico y de dialectología quechua en el recientemente creado Departamento de Lingüística de San Marcos, realizando investigaciones de campo en la región ancashina y asesorando la enseñanza de quechua ayacuchano en el flamante Laboratorio de Idiomas Modernos conducido por la especialista en lingüística aplicada, la también ilustre peruana Inés Pozzi-Escot. Es justamente por esa época que se traduce y publica la parte gramatical de sus tesis (Parker, 1965), inaugurando la serie de publicaciones del PFL de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Los estudios de naturaleza sincrónica emprendidos por Parker se complementaban con los de carácter diacrónico que venía realizando al mismo tiempo, como lo prueba su primera contribución a los estudios históricos que quechua, aparecida en castellano en la entonces valiosa Revista del Museo Nacional (1963), trabajo con el que inicia sus ensayos sobre la clasificación y la reconstrucción de los dialectos de la gran familia lingüística. Los trabajos efectuados en esta dirección, sin embargo, reclamaban urgentemente una familiaridad más cercana y directa con las variedades dialectales del quechua, obligando al autor a dar prioridad a tales estudios, en especial a los dialectos centrales (pertenecientes a su quechua B) hasta entonces pobremente descritos, cuando no ignorados por completo. No se olvide que para la intelectualidad peruana de entonces por quechua se entendía exclusivamente la variedad cuzqueña (o la sureña, siendo más concesivos), considerándose el resto de los dialectos meras bastardizaciones de aquella, indignas por consiguiente de toda atención. En vista de la postración de los estudios descriptivos mencionada, hay una suerte de paréntesis preparatorio en los trabajos de corte diacrónico de nuestro autor, etapa de acopio de materiales dialectales y de reflexión, en la que se alternan la docencia y la formación de jóvenes lingüistas con las salidas frecuentes al campo. Por aquella misma época regresaba de París el lingüista peruano Alfredo Torero, y poco tiempo después daba a conocer su trabajo de reconstrucción y clasificación de los dialectos quechuas (1964), cuyos planteamientos, formulados sobre la base de los materiales obtenidos previamente en sus faenas de campo por la serranía central, resultaban asombrosamente coincidentes en lo fundamental con los de Parker, aunque ciertamente los superaban, en cobertura geográfica y profundidad temporal, teniendo en cuenta el respaldo limitado provisional en el que se apoyaban las propuestas de nuestro autor.
Terminado su contrato con San Marcos, Parker consigue afiliarse a la Universidad de Hawái, en calidad de assistant profesor (1966 – 1971), donde se traslada llevando consigo sus materiales quechuas, esta vez decidido a reiniciar sus pesquisas de orden diacrónico. Encuentra en dicho centro de estudios a lingüistas de primer nivel, entre ellos a Derek Bickerton, especialista en lenguas criollas; pero sobre todo a Charles-James Bailey, sociolingüista, al que logra interesarlo en el quechua, y con quien desarrollará propuestas teóricas interesantes en materia de lingüística histórica y dialectología. Prosigue allí con sus trabajos de clasificación y reconstrucción de los dialectos quechuas, tópicos ciertamente exóticos para su nuevo entorno académico, esta vez alternando con el estudio de las lenguas austronésicas, concretamente del idioma de las Nuevas Hébridas (cf. Parker, 1968a, 1968b, 1969f y 1970c). En cuanto al quechua, estamos en la segunda etapa de los estudios de naturaleza histórica desarrollados por Parker (1969 – 1971), y a ella corresponden los trabajos que siguieron a su entrega inicial de 1963 y terminaron en 1971, año en que acaba también su contrato en Hawái, preparándose para regresar al Perú, luego de cuatro años y medio de ausencia, con un breve paréntesis en el que asiste al XXXIX Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Lima, con una ponencia sobre la fonología del quechua de Huailas, esta vez enmarcada dentro de una corriente analítica de moda por entonces (cf. Parker, 1970b).
En efecto, Parker retorna al país a comienzos de 1972, convocado en esta oportunidad por el Centro de Investigación de Lingüística Aplicada (CILA) de San Marcos, sucesor del PFL, y dirigido por Inés Pozzi-Escot. Las labores que desarrollará serán las mismas que desempeñaba durante su primera estancia sanmarquina, apoyando al Departamento de Lingüística de la universidad como docente e investigador, pero esta vez asesorando disertaciones doctorales de jóvenes que habían retornado de los Estados Unidos luego de sus estudios de maestría gracias a becas otorgadas por el PFL, o tesis de licenciatura de nuevas promociones de lingüistas que se aprestaban a viajar al extranjero, en virtud del convenio de otorgamiento de becas promovido por la institución mencionada de San Marcos. Se trata de la segunda y última permanencia de Parker en el Perú (1972 – 1975). Recordemos que por aquellos años anima, juntamente con la también quechuista Louisa Stark, la publicación de la revista bianual Papers in Andean Linguistics, que apenas tuvo dos volúmenes (volumen I, fascículos 1 y 2, de 1972; volumen II, fascículos 1 y 2 de 1973 y 1975, respectivamente), así como también la del Andean Linguistic Newsletter, de corta vigencia igualmente.
Como se sabe, el 27 de mayo de 1975 la Junta Militar gobernante decreta la oficialización del quechua (ley 21156). Una de las acciones inmediatas de la puesta en marcha de la medida adoptada por parte del gobierno en función fue la designación de una Comisión de Alto Nivel encargada de la elaboración de una alfabeto quechua que buscara poner orden en el terreno ortográfico de la lengua, como un paso previo a su empleo dentro del sistema educativo del país. Presidida por el economista puneño Emilio Romero, la Comisión estuvo integrada por ocho miembros, la mayoría de ellos cuzqueños, de los cuales solo dos eran lingüistas: Alberto Escobar y quien escribe. Naturalmente que para las más altas esferas militares de rango decisorio y sus asesores, y en particular para los integrantes de la Comisión, el decreto ley había oficializado el quechua, entendido este por todos como la variedad cuzqueña exclusivamente, siguiendo la preconcepción señalada en líneas precedentes. En dicho contexto, fue una reñida lucha conceptual e ideológica la que sostuvimos los miembros de la Comisión durante las sesiones, tratando de convencer a la mayoría de que por quechua debería entenderse, en verdad, distintas lenguas de una misma familia, y todas ellas con pleno derecho a ser reconocidas como tales. Admitiendo la dificultad de distinguir entre lengua y dialecto, los lingüistas propusimos entonces, no sin cierta arbitrariedad, el reconocimiento de seis variedades o supralectos quechuas. Por tanto, en lugar de un simple abecedario, la Comisión propuso un Alfabeto Básico General, una suerte de panalfabeto o inventario de grafías del cual se podía echar mano para entresacar de él las pertinentes a cada variedad identificada. Parker, quien había publicado previamente, animado por la directora del CILA, unas sugerencias para un alfabeto general de la lengua (cf. Parker, 1972b), tuvo una participación muy decisiva en el seno de la Comisión, a la que fue invitado, en su calidad de dialectólogo experto, para exponer los criterios técnicos relacionados tanto con la selección idiomático-dialectal referida como con la propuesta de grafías que integrarían el alfabeto. Por lo que respecta a este, el documento elaborado fue oficializado finalmente por resolución ministerial 4023-75-ED del 16 de octubre de 1975.
Otra de las acciones previstas por el gobierno militar en función de la implementación del quechua como lengua oficial fue la preparación y publicación conjunta de gramáticas referenciales y de vocabularios de consulta para los seis supralectos quechuas seleccionados, a saber: Áncash-Huailas, Ayacucho-Chanca, Cajamarca-Cañaris, Cuzco-Collao, Junín-Huanca y San Martín. Quien coordinó el trabajo respectivo en virtud de un convenio firmado entre el Ministerio de Educación y el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) fue Alberto Escobar. Uno de los problemas que debió solucionarse en esta oportunidad fue la preparación de la yunta de materiales léxico-gramaticales para la variedad Áncash-Huailas, pues la persona indicada para hacerlo acababa de abandonar el país. En efecto, terminado su contrato con San Marcos a fines de 1975, Parker había dejado el país para dirigirse al Canadá, en cuya universidad de Western Ontario ocuparía una cátedra de lingüística general. Menos mal, sin embargo, quedaban en el CILA sus trabajos descriptivos y lexicográficos del quechua ancashino, y lo único que hacía falta era darles un formato menos técnico y más accesible como el requerido por las plantillas preparadas por el IEP, comenzando por el uso del alfabeto oficial respectivo. No fue difícil salvar el obstáculo: el autor prepararía su gramática referencial sobre la base de sus estudios fonológicos y morfo-sintácticos de la variedad referida, pero en inglés, a la par que su vocabulario sería reestructurado y complementado por uno de sus ex alumnos, en este caso precisamente de origen ancashino. Tal es la pequeña historia de las últimas obras quechuísticas de Parker, es decir, de su Gramática quechua: Áncash-Huailas, cuya versión castellana fue improvisada por nosotros (cf. Parker, 1976), y de su Vocabulario quechua: Áncash-Huailas, en coautoría con Amancio Chávez Reyes (cf. Parker & Chávez, 1972).
Así, pues, los trabajos de índole diacrónica desarrollados por Parker cubren aproximadamente, con varios paréntesis en los cuales se ocupó de diversos aspectos descriptivos y dialectológicos, sin descuidar los teoréticos, toda la década de 1960. Concebidos inicialmente mientras culminaba sus estudios de doctorado, ampliados y modificados de manera sustancial durante su primera estancia en San Marcos, fueron apareciendo, luego, como documentos de trabajo, en los números iniciales de la revista Working Papers in Linguistics, del Departamento de Lingüística de la Universidad de Hawái, donde ejerció la cátedra, como lo señaláramos, durante el periodo 1969-1970. La primera contribución del autor, “La clasificación genética de los dialectos quechuas”, apareció en la Revista del Museo Nacional, hace exactamente medio siglo (1963; cf. en este volumen, Trabajo I). Le siguieron, esta vez en la revista hawaiana mencionada, las entregas “Comparative Quechua Phonology and Grammar I: Classification” (1969b; cf. en este volumen, Trabajo II), «Comparative Quechua Phonology and Grammar II: Proto-Quechua Phonology and Morphology” (1969c; cf. en este volumen, Trabajo III), “Comparative Quechua Phonology and Grammar III: Proto-Quechua Lexicon” (1969d; cf. en este volumen, Trabajo IV), “Comparative Quechua Phonology and Grammar IV: The Evolution of Quechua A” (1969e; cf. en este volumen, Trabajo V) y “Comparative Quechua Phonology and Grammar V: The Evolution of Quechua B” (1971a; cf. en este volumen, Trabajo VI). Dejando de lado su reconstrucción del léxico del proto-quechua (PQ), el resto de los trabajos listados viene a ser una suerte de desarrollo desplegado y ampliado, esta vez con un mayor control de datos y con planteamientos más inclusivos, de las propuestas básicas de clasificación y reconstrucción que habían sido delineadas de manera esquemática en su contribución inicial de 1963. Dentro de este conjunto, el trabajo de reconstrucción del proto-léxico de la lengua, lejos de ser un enquiste forzado, constituye, a la vez, no solo el soporte de todo el edificio reconstructivo postulado sino también el control accesible y directo de los procesos interpretativos que sustentan las clasificaciones genéticas postuladas. De otro lado, un resumen apretado y esclarecedor de todas las implicancias de orden histórico-cultural así como de las proyecciones socio-políticas que emanan de los estudios estrictamente lingüísticos elaborados por el autor es el último de los textos que comprende el presente volumen, y que fuera redactado y publicado en castellano precisamente dentro del amplio debate nacional suscitado por las reformas de política cultural e idiomática emprendidas por el gobierno militar (1972a; cf. en este volumen, Trabajo VII). De esta manera, la suma de trabajos armoniza plenamente, formando un tratado orgánico y coherente, metodológicamente ordenado y lúcidamente expuesto, no obstante el carácter por momentos esquemático y provisional de su redacción.
Juzgados en perspectiva, habrá que reconocer que los trabajos de Parker revolucionaron completamente los estudios sincrónicos y diacrónicos del quechua, inaugurando una nueva etapa en la disciplina, hasta entonces entrampada en una suerte de endogamia idiomática en la cual el único referente de estudio era la variedad cuzqueña, asumida como el arquetipo atemporal de la lengua, fuera de la cual subsistían, ignoradas cuando no menospreciadas, las demás variedades consideradas como desviaciones o corrupciones del prototipo secularmente idealizado. El saber histórico-cultural vigente por entonces, que refrendaba el origen cuzqueño de la lengua y la imposición de esta por parte de los incas a lo largo de las provincias conquistadas, parecía explicar de manera convincente, en el terreno, la percepción lingüística tradicional. Es contra dicho esquema interpretativo que se pronunciará el joven lingüista norteamericano en su ensayo inicial sobre la clasificación genética de los dialectos quechuas. Para ello era necesario recurrir al trabajo histórico- comparativo, que supone una actividad de ida y vuelta, en el sentido de que para reconstruir la etapa anterior de una entidad idiomática (llamada proto-lengua) hay que partir de la comparación de sus manifestaciones sincrónicas (lenguas/dialectos), para cuya clasificación posterior es preciso regresar de la reconstrucción propuesta a la realidad concreta comparada, devolviéndoles a cada uno de los integrantes de esta su historia evolutiva particular. Esto es precisamente lo que hace Parker, y gracias a ello demostrará puntualmente, partiendo de un enfoque estrictamente doctrinario: (a) que el quechua es una familia constituida por diferentes entidades idiomáticas; b) que la variedad cuzqueña es apenas una de tales entidades; (c) que todos los integrantes de la familia guardan una relación de paridad entre sí, al margen de cualquier consideración que no sea la lingüística; y (d), por consiguiente, no todos los miembros de la parentela idiomática descienden de la variedad cuzqueña. Basándose en tales presupuestos, el autor propone por primera vez en la historia de los estudios del quechua una clasificación estrictamente lingüística de las manifestaciones idiomáticas (lenguas y/o dialectos) que componen la familia, agrupándolas en dos grandes entidades que él denomina quechua A (QA) y quechua B (QB), que a su vez están constituidas de otras unidades menores que se distribuyen geográficamente al margen y por encima de las circunscripciones territoriales tanto nacionales como extranjeras. El QB, geográficamente menos disperso pero dialectalmente más fragmentado, ocupa el territorio central peruano (cubriendo la sierra de los departamentos de Áncash, Huánuco, Pasco, Junín y norte de Lima), a la par que el QA, espacialmente más difundido y de conformación relativamente más homogénea, comprende las hablas al norte de Áncash (hasta Colombia y el Ecuador) y al sur de Junín (desde Huancavelica hasta Bolivia y Argentina). La aplicación del método comparativo demostró, asimismo, que las variedades (o lenguas, si se quiere) del QB resultaban siendo más conservadoras que las del QA, preservando elementos fónicos y gramaticales ausentes en la otra rama, y sin cuyo testimonio fuera difícil si no imposible reconstruir los estadios más antiguos de la lengua matriz. Como se echa de ver, de pronto las variedades desdeñadas y obliteradas de la lengua adquirían importancia para los estudiosos del quechua, siendo revaloradas y reconocidas en muchos casos como verdaderas joyas dialectales en tanto se mostraban relativamente más fieles al proto-idioma. De esta manera, para escándalo de quienes se aferran a las posturas tradicionales, ya no cabía duda de que, para conocer la historia del quechua, comenzando por la de la variedad cuzqueña, resultaba forzoso familiarizarse con los dialectos centro-peruanos que, de paso sea dicho, corrían el peligro de extinguirse, como ahora mismo, sin ser registrados previamente.
Tal fue el aporte decisivo del primer trabajo de Parker, un verdadero punto de quiebre, el remolino que hacía falta para romper la quietud de las aguas estancadas del saber tradicional relativo a la lingüística quechua. Sin embargo, tal como suele ocurrir en la historia del pensamiento humano, como si las ideas de cambio y renovación estuvieran flotando en el ambiente, al mismo tiempo que Parker desarrollaba su propuesta reconstructiva y clasificatoria en la Universidad de Cornell, asesorado por Charles Hockett, otro tanto acontecía con Torero, esta vez en la Sorbona y bajo la tutela de André Martinet. Como se mencionó, al año de haber regresado de París, el lingüista peruano publicaba en los Anales Científicos de la Universidad Agraria, su primer trabajo de reconstrucción y clasificación de los dialectos quechuas (1964). Así, pues, en el estrecho período de dos años consecutivos (1963-1964), contábamos con dos propuestas sobre la clasificación, zonificación y evolución de la familia lingüística quechua. Propuestas paralelas e independientes, menos abarcadora y, por consiguiente, con menor respaldo empírico la del primero, mas en todo coincidentes en los planteamientos cardinales de reconstrucción y clasificación. De este modo resultaban prácticamente equivalentes el QA y el QB de Parker con el quechua II (QII) y el quechua I (QI), respectivamente, de Torero. Gracias al manejo de un mayor número de dialectos-testimonio, en especial provenientes del quechua central, la propuesta del peruano, a la vez que cubría mejor el territorio de las hablas de la familia idiomática, podía remontar a estadios temporales más antiguos de la proto-lengua que la del norteamericano.
Fuera de las coincidencias medulares, el trabajo de Parker, comparado con el de Torero, más elaborado y relativamente completo, lucía ahora bastante modesto y provisional. Razón más que suficiente para que su autor ampliara y revisara su propuesta inicial tomando en cuenta esta vez no solo nuevos materiales a los cuales había tenido acceso gracias a sus faenas de campo sino también las postulaciones del colega quechuista. Así es como fueron siendo preparados los trabajos posteriores de nuestro autor, la mayoría de los cuales se redactarían durante su estancia fuera del país. Como podrá constatarse al leer sus estudios, Parker rectifica y enmienda varios de los puntos sostenidos en su propuesta inicial, allanándose a los planteamientos desarrollados por Torero, allí donde las evidencias parecen apoyarlo, pero discrepando hidalgamente cuando sus razonamientos no solo convencen. En cualquier caso, de plena aceptación o de rechazo abierto, nuestro autor nunca deja de reconocer el valioso aporte de su colega, como es fácil verificarlo, de manera que toda sugerencia insidiosa en contrario (ver Macera, 1974: 32-33) solo puede entenderse en el contexto de la vieja obsesión endémica de piratería académica propia de los pasillos y corredores sanmarquinos.
Para concluir con este punto, baste recordar que las entregas posteriores de Parker a su aporte inicial siempre mantuvieron su carácter preliminar, constituyendo en verdad documentos de trabajo en proceso, antes que artículos oleados y sacramentados, respondiendo en tal sentido a la política editorial de la revista en que fueron apareciendo, y haciendo honor al título anunciado por la misma. De hecho, durante la preparación de los aportes sucesivos, entre una y otra entrega, el autor fue revisando y corrigiendo algunas de las propuestas, a medida que accedía a nuevos datos, pero también señalando puntos débiles de sus propios planteamientos, dejando en pie alternativas de solución para un futuro tratamiento. Todo lo dicho vale para los trabajos de reconstrucción fonológico-gramatical y de clasificación de los dialectos quechuas, no tanto para su propuesta del léxico atribuible a la lengua ancestral. Sin embargo, aquí también la nota común es el carácter tentativo y provisional de la propuesta, pero la faena realizada tiene la virtud de ser, aparte de su naturaleza aplicativa y probatoria explícitas, la única de su especie emprendida hasta la fecha (con cerca de seiscientos proto-lexemas postulados).
Dada la naturaleza perentoria, si se quiere provisional, de los trabajos de Parker, la comunidad científica podría preguntarse, y con justa razón, sobre la necesidad de dar a conocerlos a estas alturas, menos aún cuando no contamos ya con el autor para solicitarle su aprobación. Y hasta podría surgir la duda de si a él mismo le habría caído en gracia esta decisión de publicarlos. Sin embargo, creemos que hay razones suficientes como para ensayar una justificación al respecto. En primer lugar, y atendiendo al respecto puramente académico y científico, no obstante el tiempo transcurrido desde su aparición y sin desconocer los avances de la disciplina en el entretanto, siguen vigentes aún –constituyendo lo que se ha venido en llamar la visión tradicional de la lingüística histórica quechua– los planteamientos medulares del autor en materia de clasificación y de reconstrucción. Exactamente el mismo juicio vale también, detalles aparte, para los trabajos de Torero. Ciertamente, en los años noventa del siglo pasado, y en lo que va del presente, ha surgido una corriente de revisionismo dramático respecto de los temas centrales mencionados, y de sus repercusiones para la prehistoria andina, desde luego nada ajenas a la suerte del aimara (ver, por citar algunos ejemplos de las revisiones más drásticas, Landerman, 1991; Heggarty, 2005; Heggarty & Beresford-Jones, 2010; Pearce & Heggarty, 2011; Itier, 2011; Adelaar, 2012a, 2012b). En la medida en que tales revisiones tampoco resuelven del todo los problemas debatidos, al mismo tiempo que muestran muchos cabos por atar, dejando en claro que urge conocer mejor la realidad estudiada, no hace falta señalar que las propuestas de Parker, como las de Torero, siguen constituyendo el cartabón de consulta y el punto obligado de referencia entre los especialistas. Más aún cuando, como en el caso del primero, y a diferencia del segundo, sus trabajos, por su misma naturaleza inacabada, están llamando constantemente la atención sobres vacíos y deficiencias en la empresa reconstructiva y clasificatoria, sugiriendo alternativas de solución a los problemas discutidos, o indicando nuevas avenidas de investigación para los mismos. En segundo lugar, esta vez desde el punto de vista de la historia de la disciplina, era necesario tornar accesibles los trabajos de Parker, relegados y olvidados hasta ahora, sobre todo por estar redactados en lengua extranjera, con excepción de los textos capitulares del presente volumen, y dados a conocer en una revista igualmente inaccesible y hasta exótica para nuestro medio. Transcurridos cincuenta años desde la aparición de los trabajos fundacionales de Parker y Torero, resultaba igualmente simbólico ponerlos al alcance de los estudiosos contemporáneos, en el caso de los estudios del primero. La tercera razón que podemos exponer es de carácter institucional, y tiene que ver con el reconocimiento del trabajo docente e investigativo de una persona que dedicó la etapa breve pero fecunda de su carrera más creativa y productiva a la universidad peruana, en este caso la de San Marcos, y por intermedio de ella, al país entero, cuando por razones de política de Estado, educativa y cultural, se requería el asesoramiento del especialista. Finalmente, desde el punto de vista de las relaciones humanas, quedaba pendiente el homenaje de agradecimiento personal a quien nos iniciara en materia de análisis lingüístico, lingüística descriptiva y de dialectología quechua, compartiendo generosamente con sus alumnos, libre de toda mezquindad, los temas de sus investigaciones en marcha, orientando nuestros proyectos de trabajos que desembocarían en tesis, y disfrutando siempre del hallazgo de algún sufijo quechua desconocido o de una forma hipotéticamente postulada pero corroborada después en el propio terreno.
En cuanto a la presente edición, debemos señalar que los estudios ofrecidos han sido reunidos, cronológica y temáticamente, en el orden en que fueron apareciendo y siguiendo el desarrollo ordenado del programa investigativo del autor (Gary J. Parker). De los siete trabajos incluidos en el volumen que ahora presentamos, el último de ellos fue redactado y publicado en castellano, aunque el primero, si bien escrito en inglés, únicamente se publicó en versión castellana. De hecho, en vista de los serios errores de traducción que este presentaba, habríamos querido contar con el original para los cotejos respectivos, cosa que debió descartarse desde un principio, no quedándonos otra alternativa que la de ofrecer la versión que ponemos al alcance del lector, previamente revisada y “restituida” por lo menos en sus aspectos formales y técnicos, particularmente en el empleo del vocabulario especializado. Los cinco trabajos restantes han sido traducidos directamente de sus originales tal como aparecen en los fascículos de la revista hawaiana mencionada en las Referencias Bibliográficas. Formalmente, esta vez todos los trabajos, excepto el cuarto y el sétimo, fueron reestructurados internamente ensamblándolos y correlacionándolos unos con otros, con el fin de presentar una macroestructura a la vez solidaria e integrada. Con dicho propósito hemos optado por insertar dentro de los textos, ya sea al interior de los párrafos o como nota al pie de página, los corrigenda y adenda a los Trabajos II, IV y V que el autor da a conocer en el fascículo 2 del volumen 2 de Working Papers in Linguistics (cf. Parker, 1970a), siguiendo rigurosamente sus propias indicaciones. De otro lado, en vista del carácter escueto, por momentos sincopado, de la prosa inglesa parkeriana fue necesario, en aras de una lectura más fluida de los textos, insertar en ellos conectores estilísticos y discursivos entre corchetes que aseguran la coherencia interna de los mismos. Asimismo, nos hemos valido de un recurso semejante a los agregados, siempre entre corchetes, para intercalar en los trabajos, ya sea dentro de los mismos o en llamadas a pie de página, notas y conceptos aclaratorios relacionados con las ideas y propuestas desarrolladas por el autor, así como también datos bibliográficos actualizados y referencias a estudios contemporáneos, algunos de los cuales ofrecen puntos de vista discrepantes, pero que consideramos necesario señalar con la finalidad de orientar al lector moderno.
Tal como lo anunciáramos en las secciones iniciales de esta presentación, en 1975, al concluir su contrato con el CILA de San Marcos, Parker dejaba el país, esta vez en un viaje sin retorno. Nada vaticinaba entonces que su carrera como investigador y autoridad en lingüística quechua se iba a truncar definitivamente a raíz del cambio de su residencia. Las exigencias académicas y burocráticas de la universidad canadiense de Western Ontario, donde trabajó en calidad de visiting associate profesor, no le permitieron seguir desarrollando sus actividades ni menos asegurar su estabilidad laboral, situación que se fue agravando al constatar que más de diez años de ausencia lo ponían en seria desventaja a la hora de competir por una cátedra en su país natal. Hombre de su generación, no estaba en condiciones de aceptar las reglas del establishment norteamericano, y, sin pensarlo dos veces, decidió abandonarlo todo para entregarse por completo a sus dos aficiones de siempre: la numismática y lo ornitología. Dedicado a estas actividades, la segunda de las cuales lo obligaba disciplinadamente a madrugar los fines de semana, catalejos en mano, para ir a trepar las colinas de la región, lo encontramos en su retiro de Albuquerque (Nuevo México), en ocasión del Instituto de medio año organizado por la Linguistic Society of America (LSA) en julio de 1981. Para entonces parecía estar completamente ajeno a los avances de la lingüística quechua si bien conservaba aún, con verdadero celo, su nutrida biblioteca acopiada durante su corta pero fructífera labor de investigador del área andina. Cuando le insinuamos la posibilidad de que tan rico repositorio tuviera otro destino, nos espetó manifestando que no porque ya no investigaba en la lengua había dejado de interesarse por ella. Fue la última vez que lo vimos, aunque luego cruzamos todavía alguna correspondencia, a raíz de la nota de agradecimiento que nos hiciera llegar tras recibir la separata de un trabajo que le dedicáramos con anterioridad (cf. Cerrón-Palomino, 1979). Luego, la distancia, los intereses ya ajenos, y quizás una cuota de mutua ingratitud, hicieron que no supiéramos más del que fuera joven profesor nuestro y colega quechuista.
En efecto, cuando hace un par de años quisimos ubicarlo para proponerle el proyecto que ahora constituye una realidad fue demasiado tarde. Garland Dee Bills, nuestro anfitrión en el Linguistic Institute de 1981 de la LSA, alguna vez quechuista también por más señas (ver, por ejemplo, Bills, 1972), a quien le pedimos ubicar al común colega y amigo, nos dio la triste noticia de su partida sin retorno, ocurrida el 6 de noviembre de 2010 (comunicación personal del 2 de setiembre de 2011). De este modo, el homenaje que pensábamos rendirle en vivo devino en reconocimiento póstumo. Lo mínimo que podíamos ofrecerle al tímido y solitario estudioso norteamericano que en tres lustros de trabajo intenso sentó las bases de los estudios históricos de las lenguas andinas.
Nuestras palabras finales son de reconocimiento a las instituciones y a las personas que hicieron posible la publicación del presente volumen. En primer lugar, debemos señalar que el trabajo que ahora entregamos no habría podido concretarse sin el apoyo del Vicerrectorado Administrativo de la Pontificia Universidad Católica del Perú, gracias a cuyo programa del Fondo Concursable 2012, dispusimos del tiempo y de los recursos indispensables para desarrollar el proyecto inicial que presentáramos oportunamente. En segundo lugar, debemos manifestar nuestro agradecimiento al doctor Albert J. Schütz, editor responsable de los Working Papers in Linguistics de la Universidad de Hawái, por habernos concedido generosamente la autorización para publicar la versión castellana de los trabajos originariamente aparecidos en la mencionada revista. En el plano personal, quedamos sumamente agradecidos a Lyle Campbell, actualmente profesor en la misma universidad en que ejerciera la docencia el amigo común homenajeado, por facilitarnos, pronta y entusiastamente, los contactos institucionales necesarios y la información académica e investigativa de Parker durante su etapa hawaiana. Mención especial merece también aquí Garland Dee Bills, otro viejo amigo común, por haber efectuado todas las diligencias destinadas a obtener información acerca del paradero de nuestro autor en Albuquerque, con la noticia fatal de su triste partida. Ayuda siempre generosa y desinteresada nos ofreció también Nicanor Domínguez, quien tuvo a su cargo la preparación de los mapas que ilustran los trabajos de libro.
Va igualmente nuestro reconocimiento a Raúl Bendezú Araujo y a Denis Torres Menchola, integrantes del equipo que tuvo a su cargo la traducción de los textos inicialmente aparecidos en inglés, habiéndose repartido, deportiva y equitativamente, los materiales respectivos. El primero de ellos, además, tuvo a su cargo la paciente y minuciosa revisión de la versión final de todos los estudios agrupados en el presente volumen conmemorativo. Finalmente, no podíamos dejar de agradecer a María, diligente compañera, quien asumió la tarea espontánea de la corrección de pruebas del presente libro.
Rodolfo Cerrón-Palomino
Revista electrónica, ISSN 0718-3658
Septiembre de 2020, Año XVI – Nº 54
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