

Revista electrónica, ISSN 0718-3658
Septiembre de 2020, Año XVI – Nº 54
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Revista electrónica, ISSN 0718-3658
Septiembre de 2020, Año XVI – Nº 54
En este breve artículo, daremos una mirada a la migración en el norte de Chile, de grupos culturales indígenas que tiene como L1, la lengua indígena, llegados más allá de la frontera nacional. Preliminarmente diremos que la migración temporal, estacional o permanente, se instala en el ethos andino, siguiendo la antigua tradición prehispánica de desplazamiento poblacional de cordillera a mar, o de norte a sur. Mencionaremos, cómo las estrategias de chilenización afectaron a las lenguas nativas que portaban los primeros migrantes, para finalizar; señalaremos que las nuevas generaciones de migrantes andinos, están cambiando positivamente el panorama sociolingüístico del actual territorio del norte de Chile, el cual se ve reflejado también en las estadísticas.
Palabras claves: Lenguas andinas, migración, norte de Chile, integración lingüística.
Introducción
Lengua e inmigración son fenómenos fuertemente relacionados. Su vinculación se hace palpable desde la decisión inicial que toman las familias, sobre un posible movimiento migratorio. En ocasiones, los argumentos en torno al conocimiento y el uso de la lengua de la comunidad de destino, pueden ser obviados ante la urgencia de salir del país de origen, pero es seguro que, en la mayor parte de las decisiones, la cuestión de la lengua ocupa un lugar importante como factor de decisión de desplazamiento.
En los procesos de migración, uno de los derechos que se ve muy fuertemente vulnerado, es la práctica de la lengua nativa que portan los migrantes. En este punto, son muy pocos los países, que están pensando como política pública el resguardo y protección de las lenguas migrantes. Al contrario, los estados llamados modernos, tienen establecidos protocolos o instancias, en que los migrantes, mediante cursos o talleres adquieran lo más pronto la lengua oficial del país receptor.
Dado que las situaciones que favorecen el desarrollo de la lengua portadora, no son una condición de política de los estados; son los propios grupos migrantes, quienes van estableciendo, en la medida de lo posible, estrategias a nivel familiar o comunitario de preservación de su lengua o variante nativa.
Entre las consecuencias lingüísticas de las migraciones, es posible distinguir aquellas que afectan a las lenguas mismas, tanto en la lengua de acogida, como en la de llegada, en tanto que una y otra recogen e incorporan en la comunicación multicultural, elementos de ambas estructuras o léxicos.
Ahora bien, las lenguas indígenas, consideradas como herencia patrimonial y comunicacional móvil de los migrantes, se asocian fuertemente a su identidad étnica, es decir, que es muy frecuente que el migrante sea reconocido no solo por su forma de vestir, sus rasgos físicos, sino también por su lengua y su variante. Ahora bien, si las sociedades de acogida, tienen una imagen favorable de la cultura de quienes hablan dicha lengua, acogerán sin mayores resistencias al grupo que la porta, y hasta favorecerán su expresión pública. Si, por el contrario, la mayoría de los habitantes tienen prejuicios y sesgos de xenofobia con los recién llegados, la situación de establecimiento social y preservación de la lengua nativa, se suele tornar difícil de desplegar. En este sentido, la permanencia y pervivencia de las lenguas, (y sus variantes) tendrá que sortear circunstancias sociológicas, culturales, psicológicas, culturales y políticas en la sociedad de acogida.
Cuando en los andes no había fronteras
Pero, esto de la migración de los andinos, en el norte de Chile no es un fenómeno reciente, es clarificador – para el caso que nos ocupa- dar una mirada retrospectiva a la migración panandina, pues nosotros decimos, que las continuas migraciones andinas en el norte de Chile, son ciclos constantes en la historia de la región Centro Sur Andino.
Antes de la llegada de los europeos al territorio comprendido entre Arica y San Pedro de Atacama, en el actual norte grande de Chile; las comunidades andinas de la costa, los valles y el altiplano, ya se habían establecidos culturalmente, dejando de ser nómades, y estableciendo una relación de complementariedad socio-productiva entre ellas, que les permitían una sustentabilidad suficiente para un establecimiento más permanente.
En la costa la presencia el norte de Chile hasta Atacama, se encontraron evidencias de la permanencia móvil pescadores y recolectores Changos, que otros autores llaman Camanchacas, que vivían casi exclusivamente de los recursos del mar y que en ocasiones intercambiaban productos con poblaciones de los valles. No hay estudios claros que identifiquen la lengua que hablaba esta población.
Una de las primeras culturas que habría llegado a este territorio, sería la cultura wari (550 -1.000 DC) cuya evidencia más notoria llegaría hasta el actual sur del Perú, cercana a Arica, en los cerros Baúl y Mejía, en una meseta aledaña a Moquegua, cuya compleja arquitectura y sistema agrícola, influenciaría significativamente hasta los valles de la costa de Arica. Hay investigaciones que sostienen que los waris tenían al aymara como su lengua central.
Posteriormente, la civilización Tiwanaku, surgida hacia el 400 d.C., en la ribera sur del lago Titicaca, actual Bolivia, alcanzó amplios sectores del sur de Perú, del altiplano de Bolivia, de algunos sectores del noroeste de Argentina y del norte de Chile, territorios estos últimos donde la lógica de la visión andina, logró impregnarse en la cerámica, la textilería y la ritualidad. Algunos cronistas señalan que la cultura Tiwanaku se comunicaba a través de la lengua puquina, aún cuando Julio Avendaño lo refuta, diciendo que los tiwanacotas hablaban aymara.
Al declinar Tiwanaku, surgieron los reinos o señoríos aymaras (1.200-1438), que como su nombre los indica portaban la lengua aymara.
Venidos del altiplano andino, los señoríos Carangas, Pacajes y Lupacas lograron extenderse y establecerse en varias porciones del río Lluta y del Valle de Azapa. Encontrándose evidencias arqueológicas en las cuencas de los ríos Caplina (Tacna), Lluta y Azapa (Arica). Estos señoríos se constituían nichos o espacios culturales, haciendo aportes importantes a las comunidades locales, en la productividad agrícola, la arquitectura y en la ritualidad, sobre todo en la mortuoria (chullpares). Diríamos que, a esa altura del tiempo, ya se hablaban varias lenguas andinas en este territorio: el puquina y el aymara.
Con la expansión del Estado Inka, hacia el extenso territorio de Arica hasta Atacama, e incorporándolo al Collasuyo; el Inka promovió un gran dinamismo cultural en la zona: amplió los lugares productivos como el valle de Azapa, mejorando las áreas de cultivos de Lluta, Camarones, Tarapacá y Pica, introduciendo especies de maíz especialmente adaptadas a la salinidad de sus aguas y pobreza de suelo; superando así las deficiencias agrícolas de estos valles. Se han encontrado evidencias su influencia como: complejos khipus, restos de tambos, collcas, y senderos del Qhapaq Ñan o camino del inca.
La movilidad andina como fenómeno socio-económico.
Más allá de las intenciones de los grupos culturales expansivos, como lo que hemos señalado, la movilidad andina, ha sido una estrategia familiar efectiva, para conseguir mejores condiciones económicas para el núcleo familiar. Como se verá más adelante, son algunos pocos, (principalmente los jóvenes) los que se atreven a explorar otras fuentes laborales lejos de su territorio de origen, para luego después de haber alcanzado cierto logro de adaptabilidad y bienestar económico, llevar a otros familiares o conocidos. Todo aquello, en la medida que se dan las condiciones apropiadas, para poder desarrollar o recrear su cultura.
Historias de migrantes andinos.
Arica, la ciudad más extrema en el norte de Chile, es un territorio que de tiempos prehispánicos ha sido visitada por diversos grupos culturales, que se establecieron, por su estratégica ubicación, con litoral prodigo de recursos marinos y dos valles de cabecera (Azapa y Lluta) que proveen de rica y variada alimentación.
Posterior a la Guerra del Pacifico, con el inicio de la construcción de la línea del tren de Arica a La Paz (Bolivia), que fue inaugurada en el año 1913, muchos de los migrantes aymara- hablantes venidos de Bolivia, se emplearon en esta obra ferroviaria como jornaleros. Otros venidos después, se oficiaron como sastres, cocineros o comerciante, aprovechando el empuje productivo y comercial que iba teniendo la ciudad. Algunos, se ofrecieron como jornaleros agrícolas, dado que existían muy poca mano de obra local, que hicieran trabajos agrícolas en los valles semitropicales de Azapa y Lluta.
Los primeros que llegaron, tuvieron que forjarse en la búsqueda de las mejores condiciones de vida, a costa del esfuerzo y sacrificio personal, muchas veces desarrollando diversas tareas, con las que gradualmente iban consolidando un oficio, tal es el caso de don Hilario Aica, quien después de años de intenso trabajo, lograría convertirse en empresario de transporte y promotor de la fiesta de la Virgen de las Peñas en Livilcar, el santuario principal de Arica.
“En 1910, con sus 8 años, llegó acompañado de su hermano de 10 años, a una chacra en el valle de Lluta, más arriba de Molinos, donde se encontraron con seis parientes de Carangas. Trabajaban los campos de los chilenos; por la comida y unos pocos pesos para todo el año. Cuando terminaron de cosechar, los parientes volvieron, pero Hilario, que había sufrido mucho por el viaje de 12 días a pie, no quiso regresar; se quedó un año más, ganándose 1 peso mensual. Volvió en 1912, a su pueblo de Chijino, con un saco de maíz tostado y chuño para el largo camino y con 25 pesos en el bolsillo. Pero al año siguiente regresó a Chile y volvió a trabajar en diferentes partes del valle, ahorrándose los pesos de su pobre salario; y pronto, trabajando un pedacito de tierra en mediería con su patrón, ya sintió el gusto empresarial del esfuerzo, el riesgo y la ganancia. Fue a la ciudad de Arica, y vendió bien su primera cosecha de choclo. Volvió a tomar una mediería en el valle, pero más cerca de la ciudad, y le fue bien. Creció fuerte y robusto, era empeñoso, tomaba trabajitos de electricista y aprendió a manejar autos. Ya no quiso trabajar “apatronado” en las chacras, sino en mediería, y luego en una chacrita arrendada. En 1920, a los 18 años, volvió a su tierra, a buscar un primo, Victoriano, para trabajar junto con él. Los dos se entendieron bien en el trabajo. Hilario había aprendido bien el castellano y sabía tratar con otra gente. Vendía en la feria el producto de la chacrita y sacaba buen precio”.
Don Hilario, seguramente era mono hablante aymara cuando llegó a la ciudad de Arica, y reafirmaba constantemente costumbres aymaras, cuando iba a ver a su familia en su comunidad de origen. Sin embargo, para salir adelante, debía adaptarse a la cultura de la sociedad de acogida, y como estrategia para mejorar sus expectativas de emprendimiento, comenzó un lento proceso lingüístico de integración aprendiendo cada vez más el castellano, sin perder su lengua materna.
Sin embargo, no todos tuvieron la osadía y la tenacidad de don Hilario, muchos migrantes aymaras de Bolivia que se quedaron a radicar en Arica, si bien lograron un mejor bienestar que el que tenían en su lugar de origen, sucumbieron a la presión chilenizante, que imperaba en el norte de Chile, y terminaron las generaciones posteriores, olvidando su lengua ancestral. Mediante esta estrategia de asimilación lingüística, los padres no enseñaron el aymara a su descendencia, relegando la lengua nativa a un nivel más selectivo de pares de hablantes (uso más doméstico).
El caso de Don Basilio Osinaga, es un tanto más drástico, hijo de Cochabambino de habla quechua, de la primera generación de quechuas, que llegaron a la región de Tarapacá, atraídos por el trabajo y enriquecimiento en las oficinas salitreras de la Pampa del Tamarugal.
Tanto él como muchos de su edad, nacidos de padres quechua hablantes, por falta de práctica comunicativa, fueron sustituyendo la lengua materna por el castellano.
“Mi padre se vino (a las oficinas salitreras) en esos enganches que trajeron los arrieros. Se juntaban por ejemplo un lote de ocho, nueve o diez bolivianos, pero siempre tenía que haber uno que había estado aquí más antes y que hubiese ido p’allá, y causaba cuidado sabe por qué, porque pa’l campo la gente boliviana era muy atrasada, yo por ejemplo la (lengua) quechua la hablaba correctamente bien, igual que una paisana. Allá en Cochabamba, que es una gran ciudad, una de las mejores de Bolivia, por sus alrededores, en esos años que yo estuve por allá no se hablaba castellano, puro quechua. Yo creo que ni el 1% hablaba castellano, puro quechua. Como le digo, uno que volviera para allá, ya volvía ternia’o con un pañuelo de seda, era novedad para los otros paisanos”.
“Yo hablaba el quechua con los paisanos, pero se imagina que la última vez que estuve en Bolivia fue el año 1923, por segunda vez que estaba en Bolivia ya, de ahí llegamos a la oficina Aurora, de esa época que no hablo con nadie (quechua), que no he conversado o he oído conversar, por muy bien que haya dominado la quechua, ya no puedo hablar igual, incluso ya se me han olvidado unas palabras, entiendo too (todo), pero hablo digamos medio chancado, talvez menos que medio chancado. Son 55 años que no puedo conversar”
Tanta fue la debacle lingüística de esta lengua, que en Tarapacá no se escuchó hablar quechua y ni de quien lo supiera hablar, como en las comunidades nativas de Tarapacá, tampoco ya lo hablaban, se terminó en constatar que después del cierre de las salitreras, la lengua quechua se había extinguido en esta región.
En tanto, en la región de Antofagasta, el incentivo por inmigrar y el enganche laboral, fue y ha sido, la explotación minera. A comienzos del siglo XX motivados por esta oferta acudieron miles de trabajadores de habla quechua, venidos principalmente de Cochabamba.
“La explotación del borax en Ascotán, la minería de Collahuasi, el cobre en Chuquicamata, más tarde el azufre en los volcanes andinos y las propias faenas ferrocarrileras, se nutrieron de fuerza de trabajo oriunda de la región boliviana de Lípez. Obreros mineros quechuas arribaron a Chuquicamata en las primeras décadas del siglo pasado, desde lugares tan distantes como Cochabamba. Las crisis mineras (aquellas vividas en los mercados mundiales durante 1929 y años siguientes, por ejemplo) hizo retornar a muchos de ellos. Pero otros permanecieron en la zona como campesinos (área del Alto Loa o en Ollagüe) como trabajadores mineros y del ferrocarril o se reinsertaron en Calama y el campamento minero de Chuquicamata.
Es el origen de los quechuas en la zona. Muchos de ellos y sus descendientes siguen siendo obreros de la minería o participan de actividades de servicios, construcción, transporte urbano y comercio en pequeña escala. El flujo de la inmigración quechua desde el departamento de Potosí, no se ha detenido”
La lengua quechua también era parte del ethos lingüístico de la antigua región del Lipez, a la que se vinculaban las comunidades del rio Loa. La continua e histórica tradición de movilidad pan cordillerana, permitió huir y resistir a las hordas xenofóbicas, generadas después que este territorio pasara a la administración de Chile. Cuando se activó la explotación minera del bórax y del azufre, volvieron los quechuas, ahora para quedarse y conformar comunidades, tal como sucedió en Ollagüe, dedicándose sus pobladores a la actividad agro ganadera de altura.
Los quechua hablantes ollagüinos, han continuado encontrándose con vecinos y familiares quechuas de ciudades fronterizas de Bolivia, en las fiestas patronales de Ollagüe y Coska o los eventos culturales de Calama. En su comunidad, desde el año 1996 están la revitalización de la lengua quechua, principalmente desde la escuela.
La escuela como factor de pérdida de las lenguas indígenas
De las referencias de vida relatadas anteriormente, no se alcanza explicitar la presión que ejercía el Estado Chileno por hacer de los ciudadanos que habitaban de estos territorios limítrofes “unos buenos ciudadanos chilenos”. Sin embargo, tanto las familias indígenas nacidas en el territorio nacional, como la inmigrante indígena, sufrieron directamente la presión chilenizante sobre todo desde la escuela nacional.
“Esta escuela pública se instaló en la pampa desde inicios de siglo y en valles de precordillera a partir de la década de 1930(6), ambos espacios con mucha presencia de “población tarapaqueña de origen peruano y boliviano”. Esta escuela marcará un cambio cultural en la región, desde la llegada de los “alfabetizadores” (comienzos de siglo) encargados de enseñar a leer y escribir rápidamente a la población chilena que pudiera votar en el esperado y siempre postergado Plebiscito por Arica-Tacna, hasta la formación de los maestros “chilenizadores” en la Escuela Normal de Antofagasta, entre 1946 a 1950, en un curso especial para desempeñarse en las zonas “fronterizas” de Tarapacá y Antofagasta”
Para defenderse de esta persecución casi enfermiza, que generaba xenofobia, incluso desde las escuelas, las familias indígena hablantes (aymara o quechua) tuvieron que esconder su lengua por generaciones, hasta terminar perdiéndola.
Las estadísticas no mienten. Un nuevo escenario socio-lingüístico.
Pero en la actualidad, vemos un nuevo escenario de relaciones interétnicas e interlingüísticas, que están favoreciendo, gradualmente, el desarrollo de la alteridad y un renacer de las lenguas andinas.
Detrás de las estadísticas se esconden datos que revelan una realidad que a veces no advertimos. A continuación, analizaremos las actuales estadísticas lingüísticas, que reflejan un cambio notable en el mapa sociolingüístico de la zona norte de Chile.
Región de Arica y Parinacota
En la región de Arica y Parinacota, según el dato de Casen 2017, la población aymara es de 35.628 personas, de las cuales un 21% habla y entiende y un 18. 35% solo entiende. En esta tabla están integrados tanto los aymaras nacidos en Chile y los recientemente migrantes de los países vecinos. Los estudios señalan que la población chilena aymara hablante, se ubica preferentemente en la comuna de General Lagos que limita con Perú y Bolivia en particular, la localidad de Visviri.
El estudio sostiene que la población nacida en Chile aymara hablante representaría no más allá de un 15%, por lo que el resto lo están aportando los aymaras hablantes emigrados de la Región de Puno en Perú (sector aymara) Tarata (Tacna), y del lado de Bolivia, provienen mayoritariamente de la provincia Gualberto Villarroel de La Paz y San Pedro de Totora en Oruro Bolivia (conversación personal)
Las cifras relativas a la población que habla y entiende quechua 39,57%, o solo entiende quechua en esta región 4,84%, es más significativa, porque esta población correspondería a casi la totalidad de quechuas de reciente radicación, lo cual está cambiando decididamente el panorama sociolingüístico de esta región. Muchos de estos migrantes provienen del Cuzco (Huaracondo, La Convención).
Cuadro 1
Hablantes indígenas para la región de Arica y Parinacota | ||||
Nombre del pueblo | Habla y entiende | Solo entiende | No habla | Total |
Aymara | 7.577 | 6.539 | 21.512 | 35.628 |
% | 21,27 | 18,35 | 60,38 | 100 |
Quechua | 605 | 74 | 850 | 1.529 |
% | 39,57 | 4,84 | 55,59 | 100 |
Datos Casen 2017.
Región de Tarapacá.
Si bien históricamente, Tarapacá habría tenido presencia de población quechua-hablantes en el tiempo precolombino y seguramente en los años de la colonia, como lo testifican las toponimias locales como: Quillahuasa (quillahuasi), Collahuasi, etc. De acuerdo, a lo conocido en la dirigencia del movimiento indígena, que impulsaron la ley indígena en esta región, en los años 90, no había comunidades históricas con población quechua hablante.
No obstante, en los últimos años, se ha generado un interesante fenómeno de reetnificación quechua en la precordillera de Tarapacá, basados en la pervivencia de sitios e historia inca en la región. Si bien, estas comunidades han sido reconocidas por ley como quechuas, en ellas, no hay personas que hablan y entiende o solo entienden dicha lengua. Por lo cual, se deduce que el 21, 57% de gente que habla y entiende o el 15,60 % que solo entiende quechua, correspondería en su gran mayoría a una nueva generación de inmigrantes de quechuas, muchos venidos de Cochabamba, o el Cusco.
Cuadro 2
Hablantes indígenas para la región de Tarapacá | ||||
Nombre del pueblo | Habla y entiende | Solo entiende | No habla | Total |
Aymara | 4.736 | 2.751 | 26.494 | 33.981 |
% | 13,94 | 8,1 | 77,97 | 100 |
Quechua | 1.078 | 784 | 3.136 | 4.998 |
% | 21,57 | 15,69 | 62,75 | 100 |
Datos Casen 2017.
En cuanto migración aymara más allá de la frontera, esta es menor que en Arica, y los grupos provienen de Oruro o Sabaya, quienes se radicaron en ciudades de Pampa del Tamarugal como la Huayca, La Tirana, o en la costa como Alto Hospicio o Iquique. Cabe decir que el nuevo polo de atracción para los inmigrantes fronterizos, ha sido sin duda la inauguración de la Zona Franca de Iquique o ZOFRI.
Una reciente constatación en terreno, da cuenta por ejemplo que, en la quebrada de Tarapacá, como la población nativa se estaba volviendo escasa –producto de la migración a las urbes– se evidencia un cambio brusco en la demografía, etnicidad y variedad idiomática. En efecto, en comunidades de Sibaya, Chuzmiza, Pachica y Tarapacá, ha llegado importantes grupos de población andina provenientes de Bolivia, la mayor parte es aymara, y otro significativo es de habla chipaya. Esto ha precipitado que los profesores de dichas escuelas, tengan que aprender aymara y chipaya, sin que ello haya sido previsto del nivel central. A veces las situaciones coyunturales sociales, superan la programación del gobierno central.
Región de Antofagasta
En la región de Antofagasta, el panorama lingüístico es mucho más sorpresivo. La lengua kunza, idioma originario de esta región, se está tratando de reconstruir con glosarios rescatados de archivos fonológicos.
Se evidencia el alza de los hablantes de la lengua aymara, venidos de la zona altiplánica de la región de Tarapacá (comunidades de Villablanca, Chulluncane, Ancovinto, Ancuaque). Estos jóvenes aymaras, que hablan y entiende 9,56% o solo entienden 17,17%, son los que se han instalado en los valles precordilleranos del rio Loa, como Chiu Chiu, Lasana, San Pedro de Atacama y Toconao, entre otras comunidades rurales.
El caso del quechua es más claro, hay una población nativa hablante quechua nacional que habita Ollague, de los cuales muchos han emigrado a Calama. Allí se reúnen con otros quechuas migrantes de Cochabamba, Potosí, Uyuni y de pueblos fronterizos de Bolivia. Entre todos celebran el Inti Raymi
Cuadro 3
Hablantes indígenas para la región de Antofagasta | ||||
Nombre del pueblo | Habla y entiende | Solo entiende | No habla | Total |
Aymara | 455 | 817 | 3.486 | 4.758 |
% | 9,56 | 17,17 | 73,27 | 100 |
Quechua | 1.124 | 1.352 | 4.975 | 7.451 |
% | 15,09 | 18,15 | 66,77 | 100 |
Datos Casen 2017.
Proceso de integración social de los migrantes y la acción de su lengua de origen.
En la actualidad, la población joven nacida en Chile de parientes migrantes aymara o quechua hablantes, junto a otros recientemente asentados han generado estrategias para ganar espacio para su cultura y para su lengua.
La perspectiva de acogida del migrante andino en Arica.
Integración sociocultural
Si anteriormente los migrantes andinos fueron mirados con sesgo racista y xenofóbico, lentamente el panorama ha ido cambiando, sobre todo en Arica.
Los tres terminales agropecuarios (grandes ferias agropecuarias) que están a la salida sur de la ciudad de Arica, congregan a comerciantes andinos, sean nativos o migrantes. El 90% del volumen del comercio en estos locales, los mueven grupos andinos. Pero sin duda, donde ha habido mayor impacto cultural de los migrantes recientes, es en la gastronomía instalada en toda la ciudad. (Ver foto 1).
Carnaval Andino con la Fuerza del Sol. Escenario de expresión cultural de migrantes
Las danzas andinas, se lucen de fiesta durante tres días en enero o febrero de cada año. Mas de 5.000 bailarines participan en el Inti Ch’amampi o Carnaval con la Fuerza del Sol, que recorre las calles principales del centro de la ciudad, hasta terminar a los pies del morro. Dentro de las comparsas que danzan son cada vez más las integradas por migrantes andinos llegados de Perú y Bolivia.
Los nombres de los bailes ya les identifican como originarios de otras tierras, que ya se han avecindado en la ciudad y valles de Arica. Este año se presentaron: Wakas wakas Residentes bolivianos. Tobas Andino Sajama, Tarqueadas Chapicollo y Lucapani, Morenada Papel Pampa, Tarqueada de Monterani, Pueblo de Anata Thunquri, Caporales San Pedro de Totora, Tarqueadas Villaroel A y B, Tinkus Inti Raymi, Moseñada Kasi-Kasi, Caporales Kusi Jhata, Caporales Moxa Uma, Huaylas Los Olímpicos. (ver foto 2).
Esta demás, decir que cuando se instalan y establecen condiciones favorables para la cultura, la lengua que portan los grupos culturales comienza a fluir con mayor confianza y habitualidad. Por tanto, en estos eventos, las lenguas indígenas, cobran más notoriedad y valor.
Integración sociolingüística
A partir de la promulgación de la ley indígena, en el país, desde el año 1996 se comenzó lentamente a enseñar las lenguas indígenas en la zona norte del país. Como hay pocos maestros y maestras aymara hablantes, se contrataron monitores de lengua y cultura indígena en las escuelas básicas, conocidos con el nombre genérico de Educadores Tradicionales (ET), y aquellas Educadoras de Lengua y Cultura Indígena que labora en jardines infantiles de la educación inicial o parvularia, conocidas con la sigla ELCI.
Ahora bien, como tampoco hay tantos ETs como ELCIs, nacidos/as en Chile que son aymara hablantes, se tuvo que contratar a algunos migrantes cuya lengua materna es el aymara. En cuanto a la enseñanza del quechua, la situación aún es más compleja, por ue son muy escasas las personas quechua hablantes chilenas.
Desde la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) creada a partir de la ley indígena, se ha abierto un programa de talleres de enseñanza de lenguas indígenas para jóvenes y adultos en horario vespertino y nocturno, donde también trabajan como docentes algunos migrantes nativos del aymara o quechua.
Conclusiones.
Desde hace dos décadas, en la zona norte de Chile, se están produciendo fenómenos que han convocado a un nuevo mosaico étnico y lingüístico. En este panorama, confluyen varios factores:
Factores socio-económicos: La gran mayoría de los migrantes son hablantes de idiomas originarios y pueden ocupar espacios laborales, que se han ido generando debido a la falta de mano de obra interna y a las exigencias de políticas de interculturalidad.
Factores culturales: La recreación de la cultura originaria en algunas instancias (fechas y espacios), permite a los migrantes sentirse a gusto, reinstalándose culturalmente en nuevos espacios o territorios y exteriorizando su lengua materna.
Factores políticos: La reivindicación de recuperación lingüística, impulsada por los gobiernos post dictadura, encuentran a los nuevos migrantes andinos, en mejor posición que aquellos migrantes transfronterizos, que llegaron hace cinco décadas o más.
Factores de integración panandina: La realidad del norte de Chile, como se ha visto históricamente, ha sido de integración transfronteriza, lo cual posibilita que entre los andinos de aquí y de allá no hubiera segregación ni conflictos, más allá de las legítimas disputas por la validez de las variantes lingüísticas.
Con todo, el panorama sociolingüístico del territorio en cuestión ha ido paulatinamente mejorando, en la medida que las condiciones para el establecimiento, expresión y recuperación de las lenguas indígenas lo permitan.
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Webgrafía
http://lym.linguas.net/Download.axd?type=ArticleItem&id=23
Wiki zer Reinos aimaras file:///C:/Users/Juan/Desktop/propuesta%20ET%20en%20eoncreto/bibliografia%20aymara/WikiZero%20-%20Reinos%20aimaras.html
Blog de la Historia General del Perú. https://tuymihistoria.blogspot.com/2015/11/los-reinos-aymaras-o-reinos-lacustres.html visto el 20-05-2020
ANEXO FOTOGRAFÍAS
Foto 1. Restaurant que atiende para servir o llevar comida propiamente aymara boliviana, que se ubica en la calle Tambo Quemado, detrás del terminal Asocapec.
Foto 2. Presentaciones y afiche del Inti Ch’amampi o Carnaval con la Fuerza del Sol, 2020
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