

Revista electrónica, ISSN 0718-3658
Septiembre de 2020, Año XVI – Nº 54
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Revista electrónica, ISSN 0718-3658
Septiembre de 2020, Año XVI – Nº 54
Conocí al jilata Don Pedro Pablo Humire en mis andadas como dirigente aymara, entre Arica e Iquique; luego fuimos a Poroma, donde él enseñó a unos niños a tocar quena. Esporádicamente nos encontrábamos cuando él andaba de trovador andino, dando a conocer la poesía y la música andina en las plazas y seminarios.
Ahora supimos de su lamentable deceso a los 85 años de edad, allá en el sur de Chile, en la ciudad de Coronel, donde estuvo radicando últimamente, alejado de su tierra natal.
Como sucede a muchos andinos en nuestra época, a Don Pedro Humire, humilde sabio y poeta, no se le dio el reconocimiento que merece. En estas pocas páginas, queremos recordarnos de él, como quien dio lo mejor de sí, de su creatividad y compromiso, por dar a conocer el patrimonio de nuestras tierras de los Andes.
Pedro Humire Loredo, nació en el pueblo precordillerano de Socoroma, Región de Arica-Parinacota Chile, el 30 de junio de 1935. Durante su vida destacó como poeta, escritor, músico, artesano, filósofo y profesor. Es uno de los poetas indígenas más importantes de Chile, aunque aún no se le reconoce su trayectoria, legado cultural y contribución al patrimonio chileno e indígena.
Desde pequeño solía escribir, ganando numerosos concursos de poesía y composición musical andina, participando en conjuntos como el grupo de Calatambo Albarracín.
A mediados de la década del 60, viajó a la capital (Santiago de Chile) con el propósito de conocer el mundo de los poetas, conversando con Pablo De Rokha y Pablo Neruda y compartiendo el folklore con Violeta Parra.
En Santiago se tituló de profesor en la Escuela Normal José Abelardo Núñez, dedicándose a la docencia en diversas regiones del norte del país y Santiago, dejando un enorme legado pedagógico, ya que, además había estudiado filosofía y lingüística.
Sin embargo, su mayor pasión era la composición musical, y la ejecución de instrumentos de la música andina, principalmente la quena, de la cual fue eximio cultor, ya que se había venido formando desde pequeño, en las fiestas patronales de su pueblo. La música, logró abrirle puertas en este complejo desafío en la gran capital.
No obstante, a veces se sentía como un aymara extranjero en Santiago. Él tenía clara la discriminación, con la que conviviría el resto de su vida por ser indígena.
Durante el gobierno de Salvador Allende, participaba en peñas y eventos musicales del folklore chileno, como “Chile, Ríe y Canta”, colaborando en las poblaciones y sectores populares, lo que quizás lo marcarían en los trágicos años que vinieron.
El 12 de septiembre de 1973, con motivo del golpe militar, una patrulla militar lo detiene, cerca de la escuela de la población San Gregorio en Santiago y lo lleva al Estadio Nacional junto a un centenar de detenidos. En ese lugar fue torturado, más todavía por su apellido y apariencia. No le creían que era chileno, a pesar que les explicaba su origen de nacimiento. Le acusaban que era un boliviano infiltrado en un grupo revolucionario, por lo cual, le preguntaban el paradero de algunos dirigentes buscados por el régimen de Pinochet. No obstante, la tortura que sufrió, nunca delató a nadie.
Posteriormente fue trasladado a la ex oficina Salitrera Chacabuco, a 98 kilómetros de ciudad de Antofagasta, junto a muchos detenidos políticos, algunos de los cuales fueron fusilados. Don Pedro estuvo retenido allí por un año, considerándosele siempre, como un boliviano infiltrado. Al ser liberado, tuvo que permanecer internado por un año en un hospital de la capital, a consecuencia de los daños pulmonares, causados por los golpes que recibió durante ese periodo de relegamiento forzado.
Ya repuesto de salud, colaboró a reactivar el ambiente literario y musical aymara y mapuche, presentándose en diversos eventos de organizaciones indígenas, volviendo constantemente a Santiago, donde formó conjuntos de música con jóvenes andinos y no andinos, y alentando la creación del conjunto de canto y danzas andinas llamado Santiago Marka.
Don Pedro fue siempre el alma de los grupos musicales sobre todo de aquellos, que, como él, estaban conformados por migrantes aymaras o quechuas.
En últimos años de su vida, se fue a radicar en la ciudad de Coronel, en la región del Bio Bio, donde salía a conocer y conversar con organizaciones mapuches de la zona, hasta que a mediados de agosto de este año, partió a tocar su quena en el alax pacha.
Algunas obras de su producción musical son: Cuculi, Hermoso Río Larankahua, Pueblo de Socoroma, Tonada San Gregorio.
Algunos de sus poemas más declamados son: Aka Jach’a Pampa, Urusa Purk’iwa, A las manos de una joven indígena, Uma, Taruja, Parinacotan Socoromanpi Piñalulina Arunti.
URUSA PURK’IWA
Pedro Pablo Humire Loredo
Ha llegado el día
¿No has oído como cantan los puku puku?
Ya no cantan a la muerte
¿No has visto como vuela
el cóndor de cuello blanco?
Despeja tu sien y salúdalo,
diciendo:
Suerte Mallku, suerte mallku ¡suerte mallku!
Urusa purk’iwa
Chuymasa kusisk’iwa
Ya no llorarás palomita kukulí,
que saltabas tristemente por la quebrada
Ahora tu arrullo se oirá
junto con el agua del río por la mañana
Ya no serán tan negras tus noches
chincherkoma wayta, flor sensible,
Amor que no puedes dejar la sierra;
Ya no estaré hoy contigo,
pero, espérame cada vez que aclare sobre la nieve.
Y tú madre,
que al nacer me amamantas
con aquellas canciones
huayñus antiguos,
estaremos cerca de ti,
siempre.
en el agua y el viento,
el sol.
Alegrémonos
hoy ha llegado el día
Urusa purk’iwa
chuymasa kusisk’iwa
Corre Sikuri
corre hacia los montes
está clara la señal:
Una pastorcita cantando
sobre esa ladera,
bajo el cardón que tiene una flor
que parece estar riendo.
Allí sikuri desesperado
allí está el entierro,
escarba, escarba con cuidado.
Ten presente
que fueron tanto años.
que allí dejaron los viejos instrumentos
y los versos aquellos.
Corre Sikuri, corre,
traed aquellos atados
de cañas sonoras
y vuelve tocando alegre
gritando a todos
ha llegado el día
Urusa Purk’iwa
chuymasa kusisk’iwa
(Arica, 1967)
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